Una de sus tareas principales es limar los ángulos de la vida social que pueden volverse obstáculos. “Que la gente se sienta cómoda, que se sienta en casa, que está más relajada cuando viene a almorzar, a cenar, a los cocteles. Yo esto lo manejo, obviamente, de manera discreta, pero lo intentamos con mi equipo”.

–¿Y cómo hace?

–Le hablo. Le hablo un rato, en lo posible, como el señor embajador Mark (Kent), que también tiene su humor para que la tensión baje.

–¿Hubo casos de gente tan tensa?

–¡Sí! Pero cambian rápidamente cuando comienzan a hablar, a dialogar entre ellos. Eso es lo que realmente uno trata: que la gente se sienta cómoda, que disfrute esta residencia. A veces les hago el minitour. Todo eso se va aprendiendo con el transcurrir del tiempo. Yo observo y me doy cuenta de qué hace falta.

Aprendió el oficio, además de con la práctica, con clases: primero fue la capacitación formal en protocolo, al tiempo que el mayordomo anterior –que estaba en tren de jubilarse– le transmitía su propia experiencia; por ese entonces, también, comenzó las clases de inglés, que todavía continúan, porque “uno siempre está aprendiendo”. Y sin embargo para Sam no alcanzaba; lo comprendió hace cuatro años, cuando entendió qué faltaba.

–Desde esa época estoy tratando de juntar a todos los mayordomos de todos los países, los de todas las residencias diplomáticas que hay en Buenos Aires. Fui a la embajada de Alemania, la de España...

–¿Por qué?

–Para interrelacionarnos. Dije “¿por qué no puedo sentarme a conversar con otros sobre nuestro trabajo?”. Si yo no le voy a sacar nada a él ni el otro no me  va a sacar nada a mí.

–Porque son colegas

–¡Claro, colegas! Nos comunicamos al principio por vía telefónica y me dijeron “ah, Sam, qué buena idea”. Me acuerdo que un embajador anterior me dijo “es muy buena idea, usted debe conocer, debe hablar, debe ampliar sus conocimientos”. Y nos juntamos. Charlamos largamente con cinco de ellos en un café, con otros cinco colegas: Portugal, Alemania, Austria, Estados Unidos y España. Nos juntamos a comer y a decir “¿qué novedades hay?”. “Viste que el café ahora viene de esta manera, con estas máquinas...”. Nos ponemos al día, porque siempre hay cambios. Por ejemplo, las velas, hoy en día, por el tema de la contaminación ya no se usan las comunes que conocemos: se ponen eléctricas. El príncipe Carlos, ya en la época que vino, había traído las eléctricas con sus candelabros eléctricos. Me mostró su mayordomo.