Salió La traición de mi lengua, el nuevo libro de Camila Sosa Villada. Más que microrrelatos, La traición de mi lengua puede leerse como una continuidad más profunda, incisiva y reflexiva de El viaje inútil. Si en el libro del 2018 nos contaba sobre el inicio de su escritura, sobre su infancia y la figura del padre que emprendía con ella el camino, esta nueva publicación es un paseo por el interior de la escritora, que se muestra sin disfraz, sin truque. Desde el inicio, se propone conocer la herramienta con la que construye sus mundos, los dientes de las ruedas que se entrelazan para hacer funcionar la maquinaria de comunicación, “escribo a los afectos con quienes no ocurre la comunicación, aunque sí ocurre la literatura”. ¿Es por esto que evoca siempre la figura de la madre, del padre, de los amantes?

¿Por qué escribe? No se pregunta pero nos responde: “escribo sobre el erotismo porque soy travesti, y las travestis tenemos los días contados”. Sin embargo, dice luego “Me pregunto: si yo renunciara a la palabra travesti, si yo quitara de mi vocabulario esa experiencia y escribiera sobre el mundo extranjero, ¿me leería a mí misma?”. Camila sabe que no puede separar su autoría de su identidad, pero la identidad es para ella una cárcel, por lo tanto, también lo es escribir, porque la identidad es la experiencia. Una cárcel de la que se niega a verse privada.

Este libro trata sobre decir, decir sin miedo. Sosa Villada es muy consciente de su prisión (no es el miedo el que encierra): decir es escribir, es limitar el infinito en palabras, o sea, transcribir la experiencia. Y cuando escribir no dice, la puerta se abre al amanecer que es la memoria.

Pero escribir es también traicionar: “Toda escritora traiciona su intimidad, la intimidad de su familia, de sus amores, de los secretos que exigen silencio, de la justicia humana del silencio. Pero traicionar no implica mentir. Mentir es un divertimento. Los mentirosos no siempre traicionan. Al contrario, no hay nada más fiel que la mentira”. Y en este tenso hilo que embrolla su arte, Camila se sabe gran tejedora.

“¿Qué puede venderse?” pregunta, y responde, “los guionistas se venden”, también “el drama”, “las actrices”. Camila, que en este año lanza dos películas basadas en sus libros (la ya disponible Tesis sobre una domesticación, 2024, dirigida por Javier Van de Couter e interpretada por ella misma y Las malas, dirigida por Armando Bo, que todavía no vio la luz) reflexiona también sobre el éxito o la apariencia de él. Las actrices, los guionistas, los derechos de autor y las películas se venden, sí, pero incisivamente agrega que también se encuentran en el mercado otro tipo de bienes como “leyes, votos, complicidades y traiciones”, “la libertad”, “la idea de la libertad”, “la deformación de la libertad”. No parece casual que traiga a colación estas ideas justo cuando el cine nacional está siendo desfinanciado por quienes dicen defender la libertad pero defenestran el arte argentino.

Escribir sobre la propia escritura es siempre una apuesta, es mostrar los artificios que quizás ni une misme conoce, es descubrirlos en la fiebre de “apuñalar al mundo mirándolo a los ojos”. Quien quiera conocer a su autora, deberá aceptar la aventura de encontrarse con un libro que no le debe nada a nadie porque, como manifiesta su lengua anudada de no saber decir, “Ya pagué el precio, es hora de escribir lo que se me antoje, aunque esto no le guste a nadie”.