Traídos del morro

Durante medio siglo, los fotógrafos João Mendes y Afonso Pimenta documentaron las vidas y los recuerdos de los residentes de la comunidad de Serra, una de las favelas más grandes de Brasil. Como parte de un movimiento surgido en los años ‘60, liderado por artistas y fotógrafos que, como ellos, vivían y trabajaban en los mismos barrios cuya vida cotidiana buscaban capturar, ese trabajo ha sido recopilado los últimos años para contribuir a la preservación del patrimonio cultural de Brasil. Es por eso que por estos días, un número fuerte del Festival de Arlés será la exhibición Retratistas de morro, una exposición que ya ha viajado por el mundo y que recoge y analiza el trabajo de estos fotógrafos notables. “Las imágenes producidas por Afonso y João revelan otras versiones de la historia de las ciudades y las favelas de Brasil”, explicó Guilherme Cunha, artista e investigador que ha desarrollado el proyecto desde 2015. “Son contadas a partir de experiencias, de la realidad familiar, de acontecimientos como bodas, partidos de fútbol, funerales, bailes y la cosmovisión de sus habitantes”. El origen de la muestra consistió en un mapeo de los lugares originales de las fotos y la restauración de las obras de ambos fotógrafos. Esto dio como resultado una imponente colección de más de 300 imágenes que muestran la vida cotidiana y cultural a través de los años, y que van acompañadas de entrevistas y registros de época. “Su obra complementa la historia reciente de Brasil al arrojar luz sobre un pasado que sigue siendo en gran parte desconocido para el público en general, pero que es profundamente representativo de la experiencia latinoamericana”, dice un comunicado del festival.

Bailando en la oscuridad

Hace ya casi un año que la imagen de Luigi Mangione esposado con su vestimenta naranja carcelaria se ha convertido en un improbable estandarte de justicia social, un ícono memero e incluso un símbolo sexual en las redes sociales. Mientras el gobierno de Trump empuja por condenarlo a muerte, el jovencito taciturno acusado de asesinar al gerente de la empresa de salud United Health Care, en vez de horror ha generado una oleada de admiración, curiosidad y debate en todo el mundo. Ahora, además, se agrega para él la señal inequívoca de cualquier consagración: un musical propio. Es que en San Francisco se estrenó, con entradas agotadísimas, Luigi: el musical, una comedia satírica que se montó en su propia casa en esa ciudad. Parece que todo empezó cuando la directora Nova Bradford se enteró de que Luigi estaba en la misma prisión que un ex empresario cripto y que el rapero P. Diddy, envuelto en sendo juicio por tráfico sexual, y pensó que esa era una gran foto de la realidad norteamericana. Y, además, que la cárcel sería el único lugar donde esas tres personas podrían coincidir. El musical entonces se hace eco de la actualidad norteamericana marcada por el ascenso de la ultraderecha pero también de los levantamientos sociales. “Que algo se presente como gracioso, no significa que no es un tema serio”, aclaró la directora.

El hombre del piano

Si bien Ben Folds es un compositor querido que ha sembrado su propio culto nerd entre los suyos, por estos días acaba de estrenarse lo que él mismo ha dicho fue uno de los desafíos más exigentes de su carrera: “Es demasiada responsabilidad. Le preguntaba a la familia de Schultz: '¿Puedo decir esto?'. Y ellos simplemente me respondían: '¡Es tuyo!'”. Es que el músico fue el encargado de musicalizar las nuevas aventuras de otro personaje muy adorado, y por varias generaciones: Charlie Brown y su pandilla. Se trata de Snoopy Presents: A Summer Musical, la última encarnación de Peanuts, que se puede ver por Apple TV+. El encargo no era poca cosa, ya que es bien sabido que ese pianito festivo y melancólico tan característico de la primera serie de Charlie ha quedado grabado en la memoria emotiva de los fans. “Hay mucha profundidad ahí. Peanuts presenta una visión empática y matizada del mundo, no una visión simplificada, y eso es poco común en la programación infantil”, dice Folds, que reconoce haberse interesado en estos personajes en la edad adulta, cuando vio con ojos maduros el devenir de esos niños tan contemplativos. Y entonces se hizo totalmente fan: “En esta época no quiero que el arte que pasa por mi mundo no tenga algún atisbo de esperanza”, afirmó sobre la pandilla.

Especie en extinción

“Bueno, hay gente que no cree. Pero hay gente que tampoco cree en Dios”. Eso dice Kevin Woods, un irlándes de 81 años que se autodenomina “el último encantador de duendes de Irlanda”. El anciano afirma que, desde los 45 años, cuando se le aparecieron por primera vez mientras paseaba a su perro en una zona rural, ha mantenido conversaciones, al menos semanales, con sus amigos duendes de la costa de Dublín. Es que según él, los pequeños le revelaron que quedaban solo 236 en el país y le encomendaron personalmente que esparciera el mensaje sobre su existencia. Entonces, Kevin se ha convertido en un personaje ya bien conocido a nivel local, más precisamente un promotor de duendes, que ha construido un negocio con libros, objetos y visitas guiadas a la acogedora caverna de duendes que excavó él mismo frente a su casa en la ciudad de Carlingford. También se ha encargado de velar por su imagen: los duendes no son malos, sino afables. Y además no son borrachos, como tanto se les achaca, sino que toman una bebida de savia de árbol y bayas silvestres sin alcohol. Pero por estos días, el hombre es noticia por un proyecto aún más ambicioso que lavar la imagen de los duendes: la serie donde actúa como figura creativa ancla está a punto de exportarse a todo el mundo y poner en la palestra a los pequeños irlandeses. Se trata de Carlichauns, una serie para niños que sigue las aventuras de estos seres mitológicos tan anclados culturalmente a aquel país. Según sus creadores, la iniciativa es una forma de “modernizar un elemento del folclore irlandés y adaptarlo a los niños”. O eso afirmó Niall Watters, el director ejecutivo de la serie, quien se acercó a Woods intrigado por su capacidad de atraer visitantes a su caverna duenderil: “También es un vehículo a través del cual la diáspora irlandesa y la próxima generación pueden conectar con la patria”. Por su parte, Woods cuenta que ya les comentó del asunto a los duendes y ellos dieron el visto bueno para la serie, pero generalmente lo que más le gusta es hablar del pasado. “Yo soy feliz en mi día y ellos son felices en el suyo”, aseguró.