“Un docente me preguntó por qué iba a la Facultad maquillada. En el caso de una amiga mía, otro docente de la carrera de Administración la llamó después de clase y la invitó a salir. Ella le dijo que no y el tipo lo tomó mal. Terminó perdiendo la materia. Le dije que lo denuncie pero no lo hizo. Después me enteré de otra piba que la piropeó un tipo de seguridad. Y está también el famoso caso del docente N. S.” El relato es de una alumna de 26 años de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA y forma parte de la investigación realizada por la agrupación La Mella para reconocer los distintos tipos de discriminaciones y abusos que suceden en la UBA. El 40 por ciento de quienes contestaron la encuesta dicen haber padecido o conocido a alguien que sufrió alguna situación de violencia de género en las aulas. Los principales victimarios: docentes (60 por ciento) y estudiantes (32 por ciento). 

La investigación fue llevada a cabo la semana del 24 de abril de 2016, se difundió de manera virtual y fue respondida por 670 estudiantes de distintas facultades de la UBA, 70 por ciento de género femenino. Si bien no es representativa de toda la comunidad educativa porque solo respondían quienes querían hacerlo, es un primer paso para acercarse a la problemática.

Frente a la pregunta “¿Viviste o supiste de alguna situación de discriminación, acoso y/o violencia de género en la Facultad, ya sea ejercida contra vos o contra otra persona?”, un 40 por ciento contestó que sí, frente a un 60 que dijo que no.

A quienes respondieron que sí se les preguntó por quién había sido el agresor. “La mayoría, el 60 por ciento (161 respuestas), corresponde a los docentes, contemplando a las autoridades dentro de esta categoría. Apenas un poco más de la mitad, un 32 por ciento, señala a estudiantes como los agresores. Luego se reparten en pequeñas porciones los no docentes y personal de seguridad (3 por ciento), personas externas a la Facultad entre quienes están contempladas desconocidos (3 por ciento) y apenas un 2 por ciento no puede establecer quién fue el responsable de esa práctica, discurso o acción violenta”, dice el Informe Preliminar sobre Violencia de Género en la UBA.

Otro ejemplo de las denuncias relevadas es la de una estudiante de Medicina de 25 años: “El docente L. invitó a una alumna de los primeros años a visitar la cátedra que preside, la hizo pasar a su oficina, le pidió que se saque la campera, y hacía referencia a su belleza, diciéndole cosas como ‘sos muy linda’ generando una situación incómoda, según relató la víctima. No recuerdo precisamente la fecha, pero sucedió en 2015, entre el ascensor, que es donde se cruzaron víctima y victimario, y la oficina de la cátedra XX en la Facultad de Medicina UBA”. 

También se preguntó sobre el conocimiento de la existencia del “Protocolo de acción institucional para la prevención e intervención ante situaciones de violencia o discriminación de género u orientación sexual” aprobado por la Universidad de Buenos Aires en diciembre de 2015  y el 97 por ciento de los estudiantes dijo desconocerlo.

En ese sentido, el 85 por ciento de los y las estudiantes que participaron y no tenían información previa del protocolo dijeron estar interesados en recibirla y en que se implemente el Protocolo.

En síntesis, dice el informe preliminar, “nuestra muestra arroja también otros datos, como el bajo porcentaje de denuncias existentes respecto de los casos relatados así como la falta de herramientas que los y las estudiantes expresan tener en sus unidades académicas para sentirse contenidos, hacer denuncias y resolver positivamente estos problemas. Creemos que si la Universidad avanza en la implementación del Protocolo, las estadísticas que pueden llegar a construirse redoblarían nuestra capacidad de conocer y accionar una problemática sobre la cual en el país en general y en la Educación Superior en particular”, concluye.