Eva esa noche percibe diferente. Un hecho inesperado la transforma. Su cuerpo ya lo sabe, pero la cabeza no logra organizarlo todavía. Su universo femenino está puesto en tensión, sosteniendo lo insostenible en la estructura familiar. Desde esa noche, para ella todo será distinto, aunque nada cambie. Esta es una breve sinopsis de La noche sin mí, película en que se vuelve a lucir Natalia Oreiro como una mujer, esposa y madre de dos hijos, a punto de explotar por las microviolencias cotidianas, pero que implosiona silenciosamente. Y es la resiliencia de un personaje que la actriz uruguaya construye con el equilibrio justo entre el desborde y lo contenido. La ópera prima de María Laura Berch y Laura Chiabrando llega a las salas el jueves 9 de octubre

Berch es una reconocida y experimentada directora de casting y coach actoral, que ya trabajó en más de 200 películas y 18 series nacionales e internacionales. Se destaca por su trabajo en La sociedad de la nieve, de J. A. Bayona, y en producciones como El fin del amor, El aroma del pasto recién cortado, Nahir, El robo del siglo, entre otras. Chiabrando, en tanto, es profesora y licenciada en Artes Audiovisuales de la Universidad Nacional de La Plata. Desde hace 13 años, es profesora adjunta ordinaria en la Cátedra de Guion IV de la carrera de Artes Audiovisuales en la Facultad de Artes. También es realizadora audiovisual, guionista y fotógrafa.

Chiabrando comenzó a escribir este proyecto en 2018 observando a mujeres que estaban en situaciones bastante similares: generalmente en el afuera "había una lucha, una manifestación, un intento de incorporar el feminismo", expresa. "Después, en charlas más íntimas, las cosas que sucedían adentro de sus casas era que ellas quedaban encerradas en esas cuatro paredes, sumidas por ciertas violencias. A partir de eso, empecé a escribir el proyecto. Cuando ya estuvo avanzado, le propuse sumarse a María Laura y empezamos a soñar con un posible rodaje, una peli finalizada", explica.

-¿Se propusieron relatar una suerte de transformación de Eva, que ve desestabilizado su mundo cotidiano?

María Laura Berch: -Para nosotras era importante poder vehiculizar a través del personaje de Eva la multiplicidad de pequeños detalles que atravesamos las mujeres en el mundo cotidiano. Fue fundacional poder pensar en una actriz que se pudiese sumergir con nosotras y darnos la mano en esta calidad de relato que era tan sensorial y que traía Laura, que puiese naufragar con nosotras en esta búsqueda. Digo porque ese arco de personaje que le encontrás a Eva es un arco que fuimos construyendo con Natalia, no solo Laura desde la escritura sino también desde lo actoral.

-¿Por eso pensaron en ella como protagonista? ¿Qué buscaban específicamente en el personaje para Oreiro?

M. L. B.: -En realidad, cuando Laura me propuso la tarea de dirigir, después de muchos años de trabajar en el set, una de las cosas que conversamos era que necesitábamos una actriz que fuera un desafío para ella y para nosotras para dirigir. Sabíamos que íbamos a tener que trabajar con la herramienta actoral en un extremo emocional. Pensamos en Natalia y por el vínculo que tengo con ella de muchos años, de mucho cariño, le acercamos el guión y enseguida nos apoyó, y se sumó. Ella además es co-productora porque sabía el valor que tenía poder contar esta película con ella. Cuando Natalia se pone frente a este tipo de personajes que tienen una resonancia muy poderosa, sabíamos que a través de ella Eva iba a tener esa resonancia. Por eso es tan valiosa.

-¿Cómo trabajaron con Natalia el desgaste emocional de esta mujer?

M. L. B.: -Fue un trabajo desde el guión. Fue entender cómo iba a atravesar el guión los cuerpos de estos cuatro personajes, padre, madre e hijos. Fue un trabajo de ensayo y de preparación. Y creo que también pudimos encontrar un registro actoral, porque tuvimos la casa donde transcurre toda la película con anticipación. Y pudimos pensar cómo era el tránsito de esos cuerpos en ese espacio. Todo eso ayudó, colaboró para la dirección de actores a la hora de rodar. Apostamos muy fuerte a una construcción de una familia que la película toma en un momento determinado del vínculo. Había que armar una historia común. Por eso los dos hijos son hermanos reales y ellos tienen una relación física verdadera. Y actores como Matilde Creimer Chiabrando y Teo Inama Chiabrando, que yo los conocía a ellos anteriormente porque fui coach en otras películas, me ayudaron mucho a la hora de poder entablar el trabajo. Y la generosidad de Laura como mamá a la hora de compartirlos en el set con mucha amorosidad. Y después el trabajo de Pablo Cura (pareja del personaje de Oreiro), que es un trabajo muy complejo para abordar porque es el varón en cuestión. Pablo muchas veces es un actor que me ayuda en los trabajos de casting, como partenaire. Y es muy generoso en la construcción de las escenas. Eso para nosotras era clave y para Natalia era clave tener un gran compañero para poder desarrollar a Eva. Todos estos elementos hicieron a la dirección de actores.

-Les preguntaba si se propusieron relatar una suerte de transformación de Eva. ¿Ese relato es también un viaje introspectivo?

Laura Chiabrando: -El relato encuentra a Eva en el momento en que su transformación es en su cuerpo, que empieza a manifestar que ya no puede más sostener esa situación y que después tiene que haber un proceso posterior para ordenar ideas y demás. Pero es en el momento clave en que se da cuenta de que no lo puede sostener más.

M. L. B.: -Y sumo algo que también me parece muy valiente desde el guión que traía la película y que para nosotras fue muy revelador y también para Natalia (la incluyo porque fue una tarea de las tres): pensar cómo es una película donde esto que decía Laura, el cuerpo sabe primero y la cabeza organiza después, pero qué se hace con la pregunta. Porque cuando hablamos de estos temas muchas veces pareciera estar la sugerencia desde el afuera. Es más fácil ver. Pero estar adentro y animarse a hacerse la pregunta "¿Por qué estoy acá" o "¿Por qué sigo acá?" o "¿Hacia dónde quiero ir?" hace a esta curva de la que estamos conversando. No necesariamente tiene una gran respuesta. Esa es la apuesta de nuestra de la película: abrir la pregunta, abrir sentido, no cerrarlo.

La noche sin mí.


-Laura, decías que el personaje no da más, que el cuerpo no da más. Antes que en un estallido de Eva, ¿prefirieron una suerte de implosión pausada y silenciosa?

L. CH.: -Está pensado desde ahí. Sobre eso que empieza a sentir no puede tener una reacción. En el único momento que hay como una suerte de desahogo es en el sueño. Sin embargo, ese sueño ni siquiera la anima a explotar, a decir todo lo que podría llegar a decir, sino que lo calla. Entonces, sí, es una película que intenta mostrar desde adentro lo que le pasa a este personaje. Nuestro planteo era: ¿Cómo hacemos para que la película muestre lo que vive en su interior? 

-¿Y cuánto importa la mirada femenina para contar eso?

M. L. B.: -Fue muy valioso, por ejemplo, el aporte de la mirada de cámara de Diego Poleri, siendo un varón, viendo nuestra propuesta. También de Gaspar Scheuer, que es quien hizo el sonido, porque ellos le aportaron esta otra parte de la mirada para nosotras importante, que era complementar. Nos interesa mucho que la película puede reflexionar también con los varones. Y ese poder de la mirada femenina que aportamos dos directoras con una gran actriz en una temática femenina no es excluyente de la mirada de los varones. Por eso resaltamos que tuvimos compañeros de rubro fundamentales para poder hacer esta implosión de una manera poética.

-¿Cuánto de pesadilla tiene lo que le sucede a la protagonista?

L. CH.: -Y toda la vida parece haberse convertido en una pesadilla. Su vida se ha transformado en una pesadilla. Las mujeres que viven inmersas en violencias, sin duda, viven pesadillas a diario.

M. L. B: -Y sumo que también es un sueño recurrente, porque una, a veces, tiene la sensación de la pesadilla que sucede una vez, una noche. Esto es algo que es recurrente, con lo complicado de lo recurrente que es normalizarlo y, de alguna manera, hacerle perder la capacidad de reflexión a Eva sobre sus propias posibilidades. Quita reflexión a ella con su identidad, con su deseo, con su necesidad.

-¿Pensaron a la película con un ritmo de suspenso como para ir dosificando los motivos del malestar de Eva?

L. CH.: -Para nosotras eran clave las tensiones. Algo del género de suspenso plantea que el fuera de campo y las tensiones son los que hacen avanzar la acción. No tenemos un relato clásico, porque no hay un conflicto central específico, pero sí esos elementos formales nos sirvieron para ir dosificando la información: ¿Qué elemento nuevo en cada escena va profundizando una tensión hasta que se llega al clímax?

-¿Por qué les interesaba que ese desmoronamiento no fuera por algo puntual, sino por acumulación de pequeños gestos de los que tiene a su alrededor?

M. L. B.: -Porque creo que muchas veces el problema de estas microviolencias cotidianas y por acumulación, este cúmulo de pequeños detalles, es que cuando uno los pone en un evento determinado, cobran espectacularidad. Y el gran problema es lo otro, es lo que no es espectacular, lo que es silencioso, lo que es esa gota que cae constantemente sobre Eva. Nos lo preguntábamos y con Natalia lo investigábamos también. Obviamente que si hubiese habido un gran evento ya no había ni espacio para formular la pregunta, era solo dar la acción de un personaje que tenía que dar un paso. Y acá lo complejo es que si está dispersa esa energía en microdetalles, era más potente la posibilidad de que un personaje se haga la pregunta y de verdad no saber qué responderse cuando uno se pregunta: "¿Por qué estoy acá?". Si hubiese surgido algo espectacular, el espectador casi no le habría perdonado que ella solo se levante y se vaya a trabajar como un día más. En esa acción, en esa decisión de que parece que empieza un día más, un día nuevo, era donde nos interesaba poner la reflexión.

-¿Es una suerte de resistencia silenciosa la de Eva?

L. CH.: -Ella resiste en silencio tratando hasta ese momento de seguir sosteniendo todo lo que sostiene. Sostiene a sus hijos, sostiene a su familia, su trabajo, a su hermana, a sus padres. Ella dejó de tener decisiones sobre todas las cosas para hacer lo que el resto necesita. Entonces sí, sin duda, ella lo único que hace es sostener silenciosamente lo que le fue dado.

-Ustedes se refirieron a las microviolencias cotidianas. ¿Se puede pensar a La noche sin mí como una suerte de denuncia implícita contra la opresión familiar?

M. L. B.: -La opresión familiar, de un sistema, de un no espacio para el desarrollo de una mujer. No sé si es caer solo sobre la familia.

L. CH.: -Nosotras tenemos cuarenta y tanto, y fuimos mujeres educadas en esto de mandatos familiares que hay que sostener. Y no sé si es solo la familia, sino una vez que una toma una decisión, ya está tomada, y hay que sostenerla a rajatabla, también siempre pensando en el qué dirán los demás. Si uno piensa qué le pasa a Eva, ella sostiene porque previamente le enseñaron a que es mujer y tiene que sostener. Creo que hablamos también de una generación. En la mayoría de las proyecciones en los festivales, nos ha pasado que cuando se acercan jóvenes a hablarnos, nos dicen: "La vi a mi mamá y quiero ir corriendo a abrazarla", porque de alguna manera se enfrentan a ver algo de sus madres en ese relato. La peli dialoga con hijos, con varones, con mujeres que, quizás, las hacen reflexionar sobre sus vínculos. Habla de una familia en particular, pero estamos hablando de un personaje femenino que puede traer muchas más aperturas.