“Las verdades proliferan en las cabezas, en la celda de una pantalla están ilesos, disparan sin parar a los ojos fijos los movimientos de millones de píxeles”, cantó Arnaldo Antunes en el new wave “Tire o Seu Passado da Frente”, de su nuevo disco, Novo mundo, en la noche del jueves en Deseo. Lo que en otra época hubiese parecido una imagen distópica, hoy es la realidad imperante. El cantante y compositor brasileño, en sus años como frontman de la banda Titãs, se tornó en uno de los poetas del desastre en la escena del rock de ese país. Sus canciones versaban sobre la brutalidad del hombre, poniéndolo a la par de los primates o mandando al frente a la policía, con la sombra de la dictadura aún al acecho. Sin embargo, el tema en cuestión no dista del clásico “Televisão”, en el que advertía sobre el peligro de una pantalla.
Ahora que se cumplen 40 años del homónimo debut de uno de los grupos más iconoclastas del rock latinoamericano, y cuyo repertorio abre justamente con ese tema que llama la atención sobre lo que el escritor venezolano Eduardo Liendo patentó como “El mago de la cara de vidrio”, este paulista vuelve a incomodar. No es fortuito que lo hiciera tras la histórica reunión de Titãs en 2023, a tres décadas de su salida, removiendo sus entrañas y recordándole por qué eligió ser músico: para importunar, para cuestionar, para abrir el espectro. Vaya que se extrañaba esa versión seminal y visceral suya, diametralmente opuesta al aburguesamiento artístico (palermitano) en el que se sumergió en la primera década de los 2000, cuando su álbum Paradeiro decantó en el proyecto Tribalistas.
Es cierto que la juntada con Marisa Monte y Carlinhos Brown significó su mundialización, aunque pagó un precio importante para ello: mandó a dormir su irreverencia. O más bien la dosificó. No obstante, si Antunes salió de su otrora banda fue para explorar otras áreas de su producción artística, porque no cabían ahí. Por eso, más que reconectar con el pasado, Novo mundo es una consecuencia de esa libertad que encontró al decidir emprender su carrera en solitario. Lo que sí le sorprendió al volver a cantar los clásicos de Titãs que firmó en su adolescencia es que esos mismos problemas o situaciones que planteaba seguían vigentes. “Asustadoramente actuales”, tal como le manifestó a este diario en una entrevista previa a su reciente desembarco porteño.
En contraste con su anterior disco, Lágrimas no mar (2021), para el que desplegó una propuesta más simple basada nada más que en piano (para esto tuvo en calidad cómplice a Vitor Aráujo), lo último del artista de 65 años recurrió de vuelta al formato de banda para concretar un sonido más elástico, más movedizo, más rockero. En fin, más arriba. Y eso consiguió trasladarlo al escenario. Fue por eso que cuando esa intención fue tomando forma en el inicio del recital, ahí el músico, en una de las pocas intervenciones que tuvo, recordó que hacía mucho tiempo que no venía a la ciudad. La última vez que había pasado por los tablados locales había sido en 2019, y lo había hecho en dos tiempos: primero con Tribalistas y casi un semestre después de la mano de su álbum RSTUVXZ, resultado del diálogo entre el rock y el samba.
Dentro de su naturaleza híbrida, donde la música dialoga con lo popular, lo experimental o la poesía, Novo mundo también dio pie para explayar la veta performática de Antunes. Al igual que acontece en la tapa del disco, donde pareciera intentar explorar en un destello de luz frontal, cuando arribó al escenario, en el medio de sus músicos, lo esperaba ese mismo haz luminoso, pero de manera vertical. Tenía forma similar a un cono, aunque con el paso del show mutó hacia algo más piramidal, al tiempo que podía volverse ecuánime, limpio o resplandeciente. Tan flexible como el repertorio que el paulista armó para la ocasión, que arrancó con la canción que titula su flamante álbum: oscuro, minimalista y en la que la métrica lleva la pauta ( esta vez sin la camaradería de la voz invitada en la grabación, el rapero brasileño Vandal).
Con el mismo orden del track list, lo próximo fue “O Amor é a Droga Mais Forte”, manteniendo ese mismo minimalismo y oscuridad, pero de los que salpicaban arrebatos rockeros (liderados por la guitarra eléctrica) que por momentos intentaban cruzar hacia la frontera de la música electrónica. Para coronar la apertura del show, siempre en la misma línea estética, el cantante y compositor rescató uno de esos temas de Titãs que testimoniaron que se trataba de un grupo que nunca dio concesiones: “O pulso”, cuyo final invoca a ese rock explosivo. Sin embargo, previo a la detonación, Antunes bailaba parecido al estilo cuadriculado de David Byrne en la película Stop Making Sense, basado en el disco homónimo de sus Talking Heads.
De hecho, Byrne volvió a colaborar con su par brasileño en dos de las canciones de esta nueva producción: “Não Dá Para Ficar Parado Aí na Porta” y “Body Corpo”, homenaje a la Brasil africana, mixturada con “A Casa é Sua”, incluida en el disco Iê iê iê (2009). Apenas sonó la segunda, la sala erigida en Villa Ortúzar se prendió en el canto colectivo, a manera de advenimiento de tamaña celebración, en la recta final del recital. Sin embargo, antes de que esa instancia se asomara, el artista repasó de Novo mundo el funk frutal “É Primeiro de Janeiro”, del que también relucían el reggae y el barroquismo. A continuación, mechó el antipop “Se Assim Quiser” y la mechó con la tribalista “Já Sei Namorar”. Luego rescató “Sem Você” y la mimetizó con la joven “Viu, Mãe?”.
La hora y media de actuación levantó todavía más vuelo con la morriconesca “Pra Não Falar Mal”, partícipe de Novo mundo, a la que igualmente sintetizó con “Debaixo Agua”. Nada era igual a lo que originalmente se conocía de su obra, sino que tomó una situación corpórea más afín a esta encarnación más intensa, balanceando osadía con elegancia. Apoyado además por una banda impecable y poderosa, de la que sobresalió el guitarrista Kiko Dinucci (se presenta en solitario este sábado en la sala Roseti, Gallo 764, a las 21). A “Pedido de casamento” la escoltaron el mash up entre “Tire O Seu Passado na Frente” y “Cultura”. El final estuvo a cargo de el tridente “Socorro”, “Tanta Pressa Pra Qué?” y “Passe en Casa”, para luego rematar el bis con dos hitazos: “Fora de sí” y “Comida”. No obstante, Antunes ya había conseguido mostrar cuál era su mundo, su “novo mundo”, donde la resistencia es resiliente.