"Aunque existe cierto grado de hipocresía sobre este tema, todo el mundo se siente fascinado por la violencia. Después de todo, el hombre es el asesino con menos remordimiento que ha pisado la faz de la Tierra". Así pensaba el director estadounidense --nacionalizado británico-- Stanley Kubrick. También guionista y fotógrafo, fue uno de los cineastas más influyentes del siglo XX y el responsable de La naranja mecánica, una de las películas que mejor indaga en la crueldad humana.  Y se sabe que la violencia y la crueldad van de la mano porque, como señaló Sigmund Freud, la crueldad es pulsión de muerte ya que nos empuja a la destrucción. La psicoanalista Cynthia Wila es la autora de La crueldad (Editorial Paidós), un libro que podría intuirse como muy actual en los tiempos violentos que corren en la Argentina y en el mundo, pero que más bien debe pensarse como un libro clásico porque el ensayo de Wila no abarca un período específico, sino que se mete de lleno con la manera de sentir del ser humano desde sus orígenes. 

Este libro tiene una larga historia personal porque nació a partir del dolor por la muerte del padre de la autora, y a partir también de un vacío en el cual ella se quedó sin palabras, en medio del abismo, y sin poder escribir lo que venía escribiendo: una novela. "Entonces, debí elaborar el duelo, y pasaron varios meses hasta que, de pronto, empecé a pensar en lo cruel de la muerte, en la crueldad que nos rodea, y no solo en la crueldad de la muerte, sino en la crueldad de los vivos, los que quedamos, los que tenemos que ser soporte de muchas cosas. Ahí empezó a rondar la idea de este libro", explica Wila en la entrevista con Página/12, en la que desmenuza la columna vertebral de su ensayo. 

El libro está dividido en nueve partes y un epílogo: La crueldad divina, El humano, La crueldad de hoy, El amor, La verdad, La vejez, La belleza, La crueldad velada, la indiferencia, y La crueldad con uno mismo. Todas las partes de este ensayo que combina el psicoanálisis con la historia y la filosofía están separadas por postales que funcionan, en algunas ocasiones, como un cierto descanso de temas que pueden resultar duros y escabrosos. Duros y escabrosos porque la crueldad es algo propio del ser humano, que lo diferencia del resto de la naturaleza, y que, a veces, es difícil de reconocer como algo propio que es destructivo --sobre todo, cuando no está acompañada posteriormente por el arrepentimiento-- porque también resulta complejo hacerse cargo de las miserias personales. En ese sentido, el libro permite entender no solo el porqué de las grandes tragedias de la historia, sino también las formas cotidianas que toma la crueldad en el presente de la mano de la tiranía de la belleza, la indiferencia, las nuevas tecnologías y el maltrato amoroso, por ejemplo.  

--¿Por qué la crueldad, que era algo propio de los dioses en la antigüedad es algo inherente al ser humano?

--En realidad, no era algo solo exclusivo de los dioses en la antigüedad. Si hacemos un poco de racconto de la historia de la humanidad, los humanos hemos sido terriblemente crueles, incluso quizás más crueles que los dioses. En El libro negro de la humanidad, que yo cito al inicio, de Matthew White, hay casi una cronología --por supuesto yo hice una síntesis, el libro es muy extenso-- de todas las atrocidades humanas, así que me parece que creo que superamos al cuento de la maldad divina.

--¿Alguien que es cruel para querer es también cruel para quererse o son dos polos que no tienden a juntarse?

--Qué interesante pregunta. Me parece que quien es cruel para querer, se está queriendo mal, porque uno aprende a quererse primero a través del propio amor, del amor propio. Si no, nosotros no podemos querer de manera distinta como nos queremos, por más que, a veces, algunas personas, sobre todo narcisistas, parezcan que se quieren muchísimo y que no les importan los demás. Pero sí, cuando alguien demuestra el amor con crueldad y con maldad seguramente así lo aprendió y de esa manera se está queriendo o se está dejando de querer.

--A la vez alguien que es bondadoso también puede resultar cruel en determinadas ocasiones, ¿no?

--Sí, claro, la crueldad, como bien se expresa en el libro, no es inherente de la gente mala. La crueldad está en el origen de lo humano. En el humano hay fuerzas destructivas que lo llevan a lastimarse a sí mismo y a los demás, y a disfrutar de ese daño muchas veces. Esas fuerzas no siguen la voz de la naturaleza, siguen el empuje del goce, lo que nosotros los psicoanalistas llamamos goce o, en términos un poquito más conocidos, de la pulsión de muerte. Saramago decía: "Ningún animal es cruel, ni tortura a otro. Torturar y humillar son invenciones de la razón humana".

--¿Por qué cree que el sentido de revancha es visto como liberador muchas veces cuando en realidad es una miseria humana?

--A mí me parece que es una creencia que uno se va a liberar si el otro sufre porque me hizo sufrir. El tener las ganas de revancha o de venganza lo que te hace es quedarte atado a ese objeto de amor que te hizo daño, a esa persona que te lastimó. Entonces, en lugar de liberarte, como podría ser en un proceso terapéutico o en un proceso de duelo para elaborar el dolor, lo que haces es quedarte atado a ese dolor, a esa herida en pos de una venganza que muchas veces es imposible y hasta insuficiente porque nunca va a reparar tu sufrimiento. Al contrario, te vas a quedar atado a este empuje de estas fuerzas que lastiman para ver sufrir al otro y en el medio estás perdiendo las posibilidades de armar una historia distinta para vos.

--¿Se puede ser cruel y a la vez sentir culpa, a diferencia de lo que puede ser un perverso?

--Sí, yo creo que sí. Hay distintas estructuras psíquicas en donde la crueldad aplica no solo a los perversos, aplica a los neuróticos también, a todos nosotros. Y muchas veces somos crueles sin darnos cuenta. Y, a veces, cuando nos damos cuenta, claro que podemos sentir culpa, y eso sería lo más esperable: que alguien se sienta mal o responsable del daño que causa a otro. Eso sería lo más interesante que le pueda pasar a uno. Primero tratar de no causar daño; segundo, si lo causaste, darte cuenta y por lo menos intentar repararlo, pedir perdón o empezar a pensar qué te pasa que estás siendo tan cruel con los demás o con vos mismo porque muchas veces la crueldad tiene que ver con uno.

--¿Cree que en la actualidad con las publicidades de belleza se promueve indirectamente la crueldad hacia el propio cuerpo?

--Sí, yo creo que, como dice Byung Chul Han en su libro La salvación de lo bello, hoy está de moda lo pulido, lo pulcro, lo liso, lo que no tiene arrugas, lo que no tiene doblez. Me parece que en la época actual los "me gusta" tienen que ver con esta aspiración de belleza perfecta, donde no se puede mostrar el dolor ni la culpa (esto que estábamos hablando). Hoy se propone un mundo de hedonismo, donde quien se siente mal o quien no está a la altura de estos estándares que promociona la época es mal visto o es víctima de opiniones que hacen mucho daño. Me parece que el sistema está invirtiendo lo que Freud llamaba los diques neuróticos: la vergüenza, el asco. Los modelos estéticos ya no están al servicio del límite, no. Ahora existen sociedades casi sin vergüenza, donde hay un empuje hacia lo perfecto, hacia lo que no tiene matices, que nos hace a todos iguales y, por lo tanto, nos deja muy solos porque es un empuje hacia un ideal imposible de satisfacer.

--¿Por qué dice que el horror atrae?

--Bueno, eso lo decía Nietzsche, más que yo (risas). Nietzsche decía que cuando uno se acerca mucho al abismo hay que tener cuidado porque el abismo lo empieza a mirar a uno. El horror atrae porque, como decía, nosotros nacemos con una energía llamada pulsión de muerte que nos empuja a la destrucción. Entonces, cualquier cosa que tenga que ver con un estímulo que promueva, que le abra la puerta a esta energía, es peligroso. Así como en nuestras células existe una información genética que las llevan a destruirse, y por eso terminamos envejeciendo y muriendo, del mismo modo hay un correlato psíquico en donde esta fuerza destructiva nos empuja, nos promueve a lastimarnos y muchas veces a lastimar a quienes nos rodean. Entonces, las situaciones de horror, de catástrofe, de malestar muchas veces resultan muy atractivas, lamentablemente.

--¿Alguien que padeció la crueldad de sus padres en su infancia va a ser un sujeto cruel y volcar su resentimiento y odio a los demás o no necesariamente?

--No necesariamente, pero nosotros cuando crecemos, en los primeros años de vida, nuestros padres, las personas que nos crían, quienes están al cuidado de nosotros cuando somos chicos, nos enseñan una manera de ser en el mundo. Un molde para ser en el mundo. Y muchas veces, en esas escenas, en esos actos, en esas palabras, hay actos y palabras muy crueles que nos han dañado y que han dejado marcas dolorosas en nuestra psiquis o en nuestro cuerpo y debemos elaborar esas marcas traumáticas para poder tomar un camino diferente. Porque ese molde irá de manera inconsciente sosteniendo nuestras elecciones y nuestros actos en la vida. Entonces, no necesariamente tenemos que ser crueles como han sido con nosotros, pero para eso hay que hacer un gran trabajo porque de manera inconsciente trataremos de ser crueles o de generar escenarios para que los demás sean crueles con nosotros y nosotros reeditar ese malestar infantil en el que crecimos.

--¿Qué rol juega el egoísmo en una actitud cruel?

--Freud decía que una cuota de egoísmo es sano para la vida. Y eso tiene que ver con el egoísmo respecto de pensar en "mí". Cuando yo dejo de pensar en mí, cuando saco el amor propio de mí y solo pienso en el otro, estoy siendo cruel conmigo. Ahora, no es lo mismo ser egoísta que ser egocéntrico. El egocéntrico es aquel que cree que todo tiene que girar a su alrededor y que todos tienen que hacer o pensar como él haría o pensaría. El egoísta, en una cuota de egoísmo no muy exagerada, es quien se toma en cuenta, quien se quiere, quien trabaja para su dignidad. Y eso no implica no querer al resto, implica no dejar de quererse uno.

--¿Por qué dice que el ser humano tiene más poder para dañar que para amar?

--Porque el poder de la pulsión de muerte es mucho más fuerte y porque, además, ese poder nace con nosotros. El amor se aprende, y se aprende cuando somos chicos. Y, a veces, nos enseñan a amar mal y, a veces, nos enseñan a amar de manera muy dañina. Es decir, nos potencian esas fuerzas destructivas que nacen con nosotros. Muchas veces por suerte no, crecemos en hogares o con personas que nos enseñan la empatía, la comprensión, la tolerancia, el darle valor a la dignidad, al amor propio, a la espera. El entender que no vamos a poder satisfacernos todo el tiempo ni totalmente, que hay cosas que no vamos a lograr y hay cosas que muchas veces, aunque no las logremos necesitamos decir "Bueno, hasta acá", poner límites. Todo eso, si tenemos la suerte de crecer en lugares más sanos, habremos aprendido a amar de manera mucho más sana y el amor es lo que puede contrarrestar. El amor, el deseo y una vida parada en estos lugares más sanos pueden contrarrestar esta energía destructiva que tenemos adentro.

--Pero también en el amor hay belleza y crueldad, como dice en el libro, ¿no?

--Sí, también, claro, porque la crueldad no escapa. Como está emparentada con la pulsión de muerte, no escapa a los seres humanos. Por supuesto que no todos tenemos crueldades tan avasallantes o tan estridentes, pero sí todos tenemos microcrueldades, pequeños actos crueles donde muchas veces se escapan maneras de ser que dañan a otros o a nosotros, insisto. Cuando nosotros, por ejemplo, nos quedamos en lugares donde estamos sufriendo y sostenemos ese lugar, nos estamos dañando. Cuando nos quedamos, por ejemplo, en duelos eternos, los llamados duelos patológicos, melancolizados por cosas que perdimos, que ya no están o que anhelamos y no se dan, estamos siendo crueles con nosotros. Cuando dejamos de mirar el sufrimiento de otro, cuando no nos importa, cuando denigramos a una persona, estamos siendo crueles con el otro. Muchas veces estas crueldades tienen que ver con pequeños gestos, pero no significa que esos pequeños gestos dejen de ser crueles.

--¿La indiferencia resulta más cruel que el odio?

--Uf, qué pregunta. Yo creo que las dos cosas son terribles. Sin embargo, Freud dice que, en realidad, el polo opuesto del amor es la indiferencia, no así el odio, porque el odio conlleva una carga de amor preexistente. Para odiar a alguien tenés que haber amado. La indiferencia es directamente "No me importás", "No siento nada por esta persona". De cualquier manera, la crueldad que se filtra, tanto cuando odiás o cuando sos indiferente es muy dañina.

--Igual en la indiferencia se anula la subjetividad del otro, ¿no?

--Sí, exactamente. Por eso decía que cuando sos indiferente, el otro no es considerado un sujeto, no lo mirás, no te pasa nada con lo que te pasa. En el odio te pasan un montón de cosas porque hay un sujeto al que no querés por algo, pero no dejas de considerarlo un sujeto.

--Dice que no se puede decirle todo a los otros, y en un momento recupera la frase de Umberto Eco "No todas las verdades son para todos los oídos". ¿A veces callar o ponerse una máscara es una manera de evitar la crueldad hacia los demás?

--Sí, claro. Si uno dice todo lo que se le pasa por la cabeza, sin ningún tipo de filtro, sucede lo que hoy muchas veces se ve en las redes sociales, por ejemplo, donde hay una apertura de esta energía destructiva que no tiene ningún tamiz. Entonces, esto va directamente emparentado con hacer sufrir al otro sin que te importe. Y eso es cruel. Entonces, primero no es necesario decir todo; segundo, hay momentos para decir verdades que duelen, y hay formas para decir una verdad. Esto no significa ser un mentiroso, significa que te importe la emocionalidad del otro.

--Teniendo en cuenta la prevalencia del tema en la sociedad actual, estamos viviendo en el país tiempos en que se habla mucho de la crueldad por parte del poder, por la falta de humanidad con los más vulnerables, ya sean los jubilados o los discapacitados. ¿Qué opinión tiene al respecto de eso?

--Me parece muy triste. Me da mucha tristeza que a las minorías se las siga relegando y castigando. Me da mucha tristeza cuando aparecen discursos polarizados, en donde aparece la falacia del falso dilema, donde se presentan dos opciones como si fueran las únicas opciones posibles, y conmina, obliga a quien escucha a elegir entre dos extremos. Entonces, aparece un reduccionismo del pensamiento: O apoyás mi método o sos un ignorante. O estás conmigo o estás en mi contra. O creés en Dios o no tenés moral. Todas estas polarizaciones del discurso intentan una manipulación al pensamiento. Y eso lo que hace es intentar que no pensemos o que pensemos mal.