CARILÓ

¡Todos me miran!

De todos los destinos imaginables Cariló es el más heteronormativo de la tierra y del Universo. Ni Pinamar se le puede comparar, que ya es palabras mayores…. Para un gay, es preferible veranear en Raqqa. Su pasado de bunker militar y católico (que podría haber dado una combinación preciosa, de perversión, culpa y disciplina, acá está malograda) quedó pegado entre las cortezas de los pinares como una resina que no puede lavarse.

La última vez que acudimos a la casa de nuestra familia en Cariló, con mi pareja, tuvimos el descaro de ir a la playa. Bajamos desde el parador de aventurero escritor americano de medio oeste y descubrimos que aun cuando respetábamos todas las normas textiles de la zona, o quizás por eso mismo (llevábamos estupendas bermudas de Mc Queen arriba de las sungas de Osklen) la gente nos miraba. ¡Nos miraba! En Cariló la gente todavía mira... 

Era tan evidente que aun en nuestro disfraz burgués y presentable había dos locas.... debe ser el lugar con menos onda de la tierra. Los baños públicos están llenos de padres de familia que necesitan un respirito de las vacaciones en familia y a la noche en los bosques esos mismos señores que te desaprobaban en la playa te quieren ver entre los mosquitos, el pasto que pincha por las hojas de los pinos. Ellos creen que la vida es así, qué sé yo... es como ir a otro planeta. No lo comparamos con Punta del Este porque ese destino gay merece un capítulo aparte. 

 

MEDIO OESTE AMERICANO

Pueblos chicos, desenfreno grande

Todos sabemos que el Medio Oeste Americano es el núcleo más firme de perversión, locura y desborde homoerótico del mundo. Lo hacen para contrarrestar su fama de puritanos. De modo que hay ciudades como Chicago que pueden ser un vergel de amigos, novios, maridos y unidos civilos. (En general, la LTR les pega mucho, pero lo superan después del segundo trago)

Pero el problema es el número. Hay mucho pueblito de 5000 habitantes que lucha fervientemente por ser considerado un destino “gay friendly” (el venerable Saugatuck de Michigan, ponele) pero con un barcito de morondanga y un hotelito boutique con banderita rainbow no hacemos un movimiento. De modo que son zonas recomendables para una sola noche. Ser la estrella invitada es genial; pero ser uno de los cinco habitués es espantoso... terminás compartiendo tragos con el que ya fue, el que nunca será, el drogadicto del pueblo en rehab, el barman que conocés más que a tu marido y la torta de la puerta con barba y bigotes, que agarró el laburo al aire libre para poder fumar toda la noche. 

 

VILLA LA ANGOSTURA

Sin lugar para la duda

Que sea un destino presidencial lo dice casi todo... montañas, cielo, flores, tés, masas, lagos. Pero sobre todo: valores. Villa la Angostura es el lugar perfecto para que mi amigo gay súper closeteado, con familia hijos y dos novios, vaya con sus compañeros de la empresa a tomarse un break laboral donde siguen planeando estrategias de desarrollo en América Latina, posicionamientos, lanzamientos de producto. En fin, Villa La Angostura es un lugar que te confirma en tu heterosexualidad y no deja espacio para la duda. Cuando les decís a tus padres que vas a veranear ahí, jamás te van a decir: ¿vos no estarás en algo raro, no? Dos científicos gays que vivían por la zona trabajando en una empresa de desarrollo de satélites consideraban que la única posibilidad de sobrevivir en Villa La Angostura era la adhesión a todos los servicios de streaming del universo y pareja estable. Los primeros tres años funciona perfectamente.

DUBAI

Olor a Dutty Free

Ya se sabe que los países árabes tienen un encanto para el gay ineludible. Cualquiera que lea las crónicas (como las que aparecen en este mismo número) sobre el tema de Alejandro Modarelli (y las de su padre, Jean Genet) puede atestiguarlo sin necesidad de invertir en Emirates. Pero la idea de mezclar esa tensión hemoerótica árabe con shopping de alta costura y moda con olor a duty free, te la baja hasta el subsuelo...

No importa que los estudiantes de hotelería te inviten haciendo el práctico mientras te hospedan en sus departamentos compartidos y te lleven a pasear en sus baratísimas Ferraris de alquiler. La idea del lujo es tan berreta que no hay fiesta privada que la levante. Cuando vas al baño a higienizarte para poder mantenerte presentable en lo que resta de la noche, las canillas son doradas y eso no lo remontás más. Toda la clandestinidad que podría ser excelente para la aventura queda opacada por el window shopping de Prada que te come la cabeza.

ANGRA DOS REIS

La alegría ya fue

Ya sé que es polémico. Pero piénsenlo bien, chicas. Cuando éramos niños paradójicamente Brasil era considerado el lugar de la liberación, el del sexo experimentado casi como una naturalidad (a veces acompañado de robo de pequeños bienes portátiles, a veces gratuitamente simpático: un edén), el del cuerpo en vidriera, el de la alegría porreada y sin sentido, en fin, el playground de experimentación y pruebas. Todo eso terminó. Brasil en general se transformó en un destino cuasi religioso. Es como ir a Jerusalén: Sí, ahí estuvo Jesús, lo entiendo, pero sólo hay unos cenotafios al gusto barroco de un cualunque. Toda la fantasía que Brasil le regalaba al argentino medio terminó al mismo ritmo que terminó el tropicalismo. 

La última vez que nos besamos al aire libre (¡Nos besamos!) en el posto 9 de Ipanema (era el año 2015) dos personas que pasaban nos interpelaron porque había niños. A eso hay que sumarle la violencia urbana que te hace vivir acorralado en los barrios de ricos (y hasta ahí) y la religiosidad que te hace caer de rodillas y encerrarte en perversiones que parecen del siglo XIX. Para los brasileros el siglo XX no pasó. Volvieron a la época del feudalismo; pero sin culpa. 

Eso no es nada si se lo mide desde los destinos turísticos como Angra dos Reis. Si abrís el Grindr o el Scruff en Ilha Grande, tu contacto más cercano está a 150 km (Río o Sao Paulo casi equidistantes) es posible tener la suerte de que la gente del hotel te alegre la vida. Pero es una lotería en la que las posibilidades de perder son infinitas. La ciudad de Angra en sí es parecida al Gran Buenos Aires: un lugar del cual, si sos gay, lo único que soñás es cumplir la edad suficiente para salir corriendo.