Le confessioni es la segunda película del cineasta y escritor napolitano Roberto Andò (1959) que se conoce en Argentina. La anterior, Viva la libertad (2013), basada sobre una novela propia, era un cuento de hadas político, en el que ante la desaparición de un senador los miembros del partido convocaban para remplazarlo a su hermano mellizo, hombre bueno, sencillo e ingenuo, que ponía previsiblemente patas arriba el mundo de la política. Le confessioni –que no se estrena con el título traducido porque como el cine italiano “vende”, la idea es que se note que la película es de ese origen– es otro cuento de hadas político, pero de tonalidades más oscuras. Siempre con el protagonismo de Toni Servillo, considerado el mejor actor italiano contemporáneo, esta vez se trata de una reunión del Grupo de los 8 en la que tiene lugar un hecho trágico del que un monje (Servilio) es único testigo, convirtiéndose de allí en más en un personaje clave, tal vez para la suerte misma del capitalismo.

Además de los primeros ministros europeos (¿dónde está el Presidente de Estados Unidos?) participa de la reunión cumbre, que se realiza en un exclusivo balneario alemán, Daniel Roché, Director del FMI (Daniel Auteuil), que tuvo la idea de invitar al monje, a una supervendedora de libros fantásticos para niños llamada Claire Seth (Connie Nielsen, haciendo un obvio alter ego de J. K. Rowling) y un cantante. Presuntamente lo hizo para darle a la reunión un toque algo más pop. Esto, en el caso de los dos últimos, porque el monje, de pop, tiene tanto como el Director del FMI de Madre Teresa. Al monje, que se llama Salus, lo llamó para practicar lo que el título indica, porque Roché sabe que se avecinan momentos finales y antes de eso quiere ser perdonado. Pero además, antes de tomar los hábitos el padre Salus fue matemático, por lo cual Roché está en condiciones de pasarle una fórmula que podría poner patas arriba el tablero del capitalismo mundial.

Le confessioni hace agua por varias rajaduras. Por un lado, Andò tiene 8 + 1 + 3 personajes, pero parecerían interesarle sólo tres. Roché, que encarna la lucidez financiera, Salus, que representa la recta moral, y Claire Seth, que está bárbara. Perdón, pero la escritora no llega a ser un personaje. Peor todavía, hace cosas que no se sabe por qué son. Básicamente, acercarse insistentemente al monje. Seguirlo, espiarlo incluso a través del ojo de la cerradura. ¿Se siente atraída, es perversona, es una simple chusma? No se sabe. Lo único claro es que a los 51 la danesa Nielsen está espectacular, y tal vez simplemente por eso Andò le da cámara. Tan cejijunta, lenta y pesadona como el propio Salus, la moraleja de Le confessioni es finalmente tan obvia y elemental como lo era la de Viva la libertad. Allí era algo así como “Frente a las tramoyas de la política, la solución es volver a ser buenos”. Acá… la misma, remplazando política por economía.