Hiperquinético como pocos, Fernando Ruiz Díaz sabía que, después de dos décadas de actividad frenética, necesitaba parar con Catupecu Machu y armar algo nuevo, pero a su manera: “El año pasado fue trabajar como un animal: tuve que grabar el disco nuevo de Catupecu y también el nuevo de Vanthra, que estaba haciendo hacía tiempo. Hay una frase que me gusta mucho que dice que no se pueden conocer nuevos mares sin animarse a alejarse de las costas, y Vanthra tiene que ver con eso, con corrernos un poco de nuestro eje. La historia de Catupecu fue ininterrumpida, incluso después del accidente de Gaby: a los 25 días estábamos tocando en Obras al aire libre y para 20 mil personas. No es que después de lo de Gaby me asusté: a los tres años estábamos haciendo un viaje en moto de 3500 kilómetros con todos los Catupecu por el sur, con 2500 kilómetros en ripio”.

Aunque cercana a la de la banda desde la que Fernando y Gabriel Ruiz Díaz sustentaron durante los ‘90 el crecimiento de un rock alternativo, fuerte y agitable, la música de Vanthra posee un carácter original, más telúrico y electrónico, con un sonido basado tanto en el bombo legüero de Pape Fioravanti como en los ritmos digitales que dispara desde un octapad. La lírica está inspirada en el nacimiento de Lila, la hija de Fernando.

“Ya antes de armar Catupecu hice un primer símbolo que es éste que usamos ahora en Vanthra. La ve corta y la hache son las letras que me gustan, la hache porque es muy poderosa y porque sola no podes nombrarla: es como el Tao, y cuando se junta con otra letra es poderosísima. Y la ve corta me alucina porque es como una flecha que va abriendo camino, valiente. Cuando mi hija estaba en la panza, se me vino a la mente hacer un mantra para ella, y ahí volvió a aparecer la palabra Vanthra.”

Solo con El desierto de Dios, tema que le da título al disco que saldrá en abril, y Canción sola, otro adelanto presentado el 13 de enero en coincidencia con el cumpleaños de Fer, basta para que quede claro que el trío que completa Charlie Noguera en guitarras es algo serio: una música sanadora, visceral y épica. “Para mí siempre fue importante correrme del eje del reconocimiento, del éxito y de lo que sea. Hasta mis amigos decían que era una locura salir con una banda nueva a tocar todos temas nuevos que la gente no conoce. Con Vanthra hicimos todo al revés, porque el disco ya lo teníamos listo pero saldrá en abril porque queríamos que primero la gente pudiera experimentar tal como es la música, que es en vivo porque es algo tribal.”

Con sólo siete fechas el año pasado, Catupecu se tomará un merecido descanso, pero aunque no tenga programadas fechas para 2018 esto no parece ser el final de una banda que siempre fue como una familia: “Los cuatro que tocamos ahora en Catupecu estamos juntos prácticamente desde que comenzamos, y nunca paramos. El año pasado pudimos ir por primera vez a tocar a Europa, que era un saldo que teníamos desde el accidente de Gaby. Estaba todo recontra bien, pero no solo tiene que ver con eso el hacer música. Tampoco lo puedo explicar tan matemática y lógicamente, pero en un momento me di cuenta de que no tenía ganas de cantar Dale! y de que había que armar Vanthra”.

Más que canciones, lo de Vanthra parecen conjuros, algo que lo pone a Ruiz Díaz en ese rol de chamán electrónico que tan bien maneja: “Todo lo que hicimos estos años, todos estos viajes, siempre fueron por la música, porque nunca tuvimos nada que ver con las modas, ni con Catupecu ni ahora con Vanthra. Para mí todo es un eterno viaje y en los viajes pasan muchas cosas: pasé la mayor parte de mi vida en la ruta y ahí van saliendo cosas. Toco desde que soy niño, pero soy ingeniero eléctrico. A mí me gusta todo: me gusta restaurar coches, me gustan los autos viejos y los nuevos, me gusta viajar en moto y me gusta esquiar. Pero también me gustan las lapiceras y las libretas. Me encantan las lapiceras, porque son todas distintas. Hace falta una lapicera, una libreta y un espacio donde escribir, ¿no?”.

Para Ruiz Díaz ese espacio puede estar en la ruta o en el desierto. O en el hotel. Pero el preferido está en otro lado: “Paso más tiempo en hoteles, pero me alucina estar en mi casa porque viene Lila y agarra las guitarras y los charangos. El otro día me dijo: ¿‘Me ponés el tuprofono’? Yo no entendía, le pregunté qué quería decir y ella insistía: ‘¡¡¡Tuprofono papi!!!’. Y claro, ella me escucha siempre decir micrófono y pensó que le decía así porque era mío: ¡imaginate lo inspiradoras que son para mí esas cosas!”

No quedan dudas, la pequeña Lila le cambio la mirada. “Tiene una personalidad extrañísima y ahora estamos haciendo con ella el video de Canción sola con Javier Vázquez, que es un genio total; y de casualidad conocimos a la Asociación Argentina de Albinos, así que aparecen haciendo de ángeles. Creo que este video transmite lo que significa para nosotros, o para mí, la música”, considera.

Fer parece retroalimentar su energía, y hablando con él se entiende por qué es tan querido dentro del ambiente de la música: con un transparencia inusual, parece vivir con el corazón en la mano: sea a través del recuerdo permanente de Gabriel, un músico realmente dotado que se encuentra inactivo desde 2006, cuando perdió la movilidad en un accidente automovilístico, su adoración por su hija o expresando su pasión por el rock nacional. “Aprendo de todo, hace unos años que estoy haciendo vinos con Marcelo Pelleriti, uno de los mejores enólogos que hay acá, que es como un hermano para mí y ahora hizo un vino que se llama Vanthra.”

También dice que como “hubiera esperado mucho menos de la música”, por eso es “un agradecido al público, los medios y los demás músicos”. De Vanthra, aventura que “hay una búsqueda sonora importante” y siento que están haciendo “unas obras de arte que están buenísimas”. Y de Catupecu, retoma: “La canción que hice más demagógica, Dale!, no la hice para nadie: la hice para mí en un cuarto de 3x4. A Magia veneno me desperté cantándola. Cuando empiezan a tocar, todos los grupos tienen la fantasía de que los conozcan, y nosotros nos hicimos famosos por la música, no por la mierda de la tele, entonces creo que el planteo es distinto. No armamos Catupecu para conseguir fama, mujeres, dinero y drogas”.

“Si hiciéramos un documental de Catupecu, de siete horas, tendría todos los condimentos de un grupo de rock: todo lo que vivimos, el accidente de Gaby, los excesos también de tantos viajes y de momentos en los que no entendés nada y capaz te vas al carajo. Todo forma parte del viaje. Hacía un año que me había separado de la madre de Lila y, aunque estaba todo bien, había que ordenar un montón de cosas. Es un poco como la frase de Muddy Waters: piedra que rueda no junta musgo. Yo tengo una sola responsabilidad con la música que es ser honesto conmigo. Vanthra también es un conjuro para exorcizar un montón de cosas. Gabriel fue el músico más increíble que conocí, y tuve la suerte de poder armar Catupecu con él. Y vamos siguiendo ese espíritu, esa búsqueda interna.”

El año pasado, Fernando fue convocado a participar de un nuevo Acusticazo por Litto Nebbia (el original fue en 1972): “Es un maestro, tocamos La balsa y fue increíble porque después nos invitó a todos a un restorán y tuvimos charlas increíbles. Él grabó la primera canción de rock en español, un loco que a los 15 años ya estaba tocando como profesional, pero dormía hasta las 5 de la mañana en Plaza Francia y se despertaba porque si no la policía se lo llevaba preso. Cuando cobraba, capaz dormía tres días seguidos en la pensión. Y por otro lado siempre estuvo al margen de lo que no era la música”.

La conexión con Litto viene desde sus inicios: el primer baterista de Catupecu Machu fue Marcelo Baraj, hijo del saxofonista Bernardo Baraj, que había tocado con Nebbia, con Spinetta y con Lito Vitale, entre otros. “Habíamos grabado muchos demos en la sala, pero Marcelito consiguió para que grabáramos el primer demo profesional en Melopea. Nebbia nos lo regaló, ¡muy generoso! Tenían una máquina de cinta abierta de media pulgada y la iban a vender para comprar una más grande, entonces con Gaby enganchamos para comprarla y con esa máquina hicimos Dale! en 1997. Con esa máquina grabó al Polaco Goyeneche. León Gieco nos contaba que él llevaba la guitarra a Litto, y que todos estaban flasheados cuando él tocó en el Acusticazo, porque eran todos desconocidos: Gieco grabó ahí Hombres de hierro, la primera canción que grabó.”

Fer se apasiona cuando habla de música o de historia de la música. “Escucho rock en español desde muy niño y también un montón de música de afuera: para mí el mejor disco de la historia es Nevermind de Nirvana, pero Llegando los monos de Sumo lo pongo al mismo nivel. Vi en vivo a Virus, a Sumo, a Los Violadores, a Los Ratones Paranoicos. Vi a los Redondos en el Parakultural, que tenían un público de intelectuales, estudiantes de Letras. La base del rock te daba vuelta la película, y quizás ahora el rock es algo mucho más condescendiente. Por ahí el rock argentino masivo no goza de tan buena salud, pero están Marilina Bertoldi, Eruca Sativa, Banda de la Muerte, El mató a un policía motorizado o Lisandro Aristismuño. El otro día escuché a Louta. Hay muchas bandas que quizás no llenen estadios pero son muy buenas”, dice Fernando, que este sábado tocará gratis en el festival Mar del Pop. “El rock por momentos goza de buena salud, por momentos se enferma y por momentos aparece en todos lados. Y lo otro es industria, que no difiere de la industria de la mortadela o del salamín. Los músicos a veces quedamos muy expuestos: no tomo cocaína y hay gente que piensa que estoy siempre tomando. Yo probé un par de veces de adolescente y me dio lástima. Hay ambientes que son muchísimo más heavies que el del rock, como el del fútbol, donde hay muchísima más plata”, analiza. “El rock ni siquiera es un movimiento: es un cúmulo de gente que están todos chiflados. En el fútbol hasta hay un director técnico, pero en el rock no: si vos ves las historias de las bandas de rock, vas a ver que son todas una deformidad”.

* Sábado 27 desde las 16 en Mar del Pop, C.C. Villa Victoria Ocampo, Matheu 1851, Mar del Plata. Junto a Boom Boom Kid, Calláte Mark, Indios, Juan Ingaramo, Atrás hay Truenos, Viva Elástico, OK Pirámides y Un Planeta.