Ni sobre gustos ni sobre playas está todo escrito. Pero cuando calienta el sol, el centimetraje en torno a las porciones de costa donde una franja de arena permite disfrutar del mar comienza a aumentar exponencialmente. Según dice el refrán, “el pasto siempre está más verde del otro lado del río”: por lo tanto, cuanto más lejanas y exóticas más bellas parecen las playas, empezando por las muy remotas de Tahití o las Maldivas (que además están entre las más bellas del mundo incluso miradas de cerca). Pero aquí “en casa” hay mucha tela por cortar y muchas orillas por explorar: Sudamérica tiene miles de kilómetros de costas que, de norte a sur y este a oeste, se abren y cierran en playas que pueden ser más o menos agrestes, más o menos idílicas, pero sin duda se ajustan a todos los gustos. Una encuesta reciente (ver recuadro) comprobó que los viajeros de la región prefieren pasar el verano dentro mismo del continente, y sobre todo en los destinos de playa. No es de extrañar que el gigante brasileño se lleve los primeros puestos en preferencias, pero a un lado y otro de Sudamérica hay mucho más. Sin pretensión de una imposible exhaustividad, aquí una lista “sugerida” para descubrir algunos destinos sudamericanos a orillas del mar.

Punta del Diablo, donde Uruguay empieza a llegar a Brasil y ofrece playas solitarias heredadas de los pescadores.

PUNTA DEL DIABLO Punta del Este es la más conocida de Uruguay y con pretensiones de jet-set. Pero Punta del Diablo es la más agreste, la que realmente debería conocer el explorador sudamericano en busca de fronteras remotas: para eso tiene que irse 300 kilómetros al norte de Montevideo, al sur del Parque Nacional Santa Teresa. Aquí hay tres playas: Playa de la Viuda, Playa de los Pescadores (la más familiar) y Playa del Rivero, frecuentadas por el turismo en enero y particularmente tranquilas el resto del verano. Todas tienen excelentes olas para surfear, una interesante oferta de deportes acuáticos y salidas de pesca, haciendo honor a su origen. Porque el turismo comenzó cuando se abrió en 1949 la Hostería del Pescador, desde donde el viaje a la playa se seguía en carro (antes solía haber solamente pescadores de tiburón llegados temporalmente de la zona de Valizas). La población estable ronda los mil habitantes, pero en enero hay movida nocturna animada por los visitantes más jóvenes. (http://turismorocha.gub.uy).

ANAKENA Es la única playa de la Isla de Pascua, junto a la más agreste Ovahe, y sin duda es única en el mundo porque ¿en qué otro lugar es posible darse un baño de mar a espaldas del moais? Palmeras (importadas de Tahití) y dorada arena fina la convierten en una postal tropical, bañada por un Océano Pacífico que aquí se muestra apacible y contenido. Muchos viajeros se sorprenden de descubrir que la isla –conocida particularmente por su riqueza arqueológica– tiene también temperaturas ideales de playa todo el año. En Anakena hay una hilera de moais, reconstruidos en sus altares y con sus característicos tocados de piedra rojiza, y se encuentra también el primer gigante de piedra que fuera puesto en pie por Thor Heyerdahl, hace exactamente 60 años. Se dice que aquí se produjo el primer desembarco legendario que dio origen a la cultura rapa nui. (http://chile.travel/donde-ir/isla-de-pascua).

Graciela Cutuli
Punta de Choros es una playa agreste que mira hacia una reserva de pingüinos.

PUNTA DE CHOROS Se encuentra a 115 kilómetros de La Serena, frente al archipiélago que conforma la Reserva Natural Pingüino de Humboldt, casi en el límite de la región chilena de Coquimbo con Atacama. Desde aquí salen las excursiones embarcadas hacia la reserva, una zona intangible formada por las islas Choros, Damas y Chañaral donde se ven todo tipo de aves, lobos marinos y, con un poco de suerte, delfines. Es un lugar solo para amantes de las costas agrestes, para quienes quieren sentirse pioneros (para opciones más tradicionales hay que elegir La Serena) y avistar fauna en el camino, especialmente guanacos y zorros. Antes de llegar se pasa por el pueblo de Choros, donde hubo un famoso naufragio –“el Titanic chileno”- y se produce aceite de oliva (más curioso es que hay rodeos de burros salvajes). Pacífico puro, para aventureros, y excelentes platos de pescado y frutos de mar en el restaurante Marea Alta. (chile.travel/donde-ir/centro-santiago-valparaiso/la-serena-y-coquim bo/punta-de-choros).

Promperú
Máncora, la más conocida de las playas del norte peruano, donde el Pacífico es más cálido.

MÁNCORA Fue la punta de lanza y es la más conocida de las playas del norte peruano, cerca de Ecuador. Se encuentra a 187 kilómetros de Piura, junto a otros balnearios que se están abriendo paso en el Pacífico. En esta zona de Perú las aguas son más cálidas porque la corriente fría de Humboldt (procedente del sur) se encuentra con la corriente cálida del Niño: Ñuro, donde es posible bañarse con torturas marinas en la caleta de pescadores; Cabo Blanco, donde vivió Ernst Hemingway; y Colán, donde está la iglesia más antigua de Perú, que data de 1532, son algunas de las playas cercanas que completan un circuito por la región. Además en Vichayito es posible dormir en auténticas carpas de beduinos traídas de Arabia, con un servicio cinco estrellas que incluye aire acondicionado, pero no pierde su exótico toque nómade (www.peru.travel/es-lat/que-hacer/fascinante/sol-y-playa/playas-del-norte/playas-de-piura.aspx).

MONTAÑITA Desde hace algunos años, se consolidó como “el” destino (muy) juvenil en la costa ecuatoriana. Accesible y bohemio, sus 5000 residentes se multiplican cada verano cuando llegan miles de turistas latinoamericanos y estadounidenses. Su nacimiento turístico replica el modelo de otras aldeas de pescadores, con buenas olas, que se hicieron conocidas gracias al “boca a boca” impulsado por los surfistas. Calles angostas, muchos negocitos de artesanías, barcitos, restaurantes y posadas baratas se suceden en la meca del turismo estudiantil y mochilero, donde se destaca la animada “calle de los cócteles”. A menos de 200 kilómetros de Guayaquil, el combo de playas y fiestas hasta el amanecer conforman un imán turístico que viene imponiendo al destino desde hace una década (https://ecuador.travel/es/travel-directory/surfear-sobre-las-olas-de-montanita).

Graciela Cutuli
Los cayos de San Andrés, pequeños islotes con palmeras a los que se puede llegar a pie.

HAINES CAY Forma parte de un grupo de cayos de la isla colombiana de San Andrés, aquella del “mar de siete colores” (administrativamente sudamericana pero geográficamente situada en Centroamérica, cerca de Nicaragua). Las excursiones suelen empezar en Johnny Cay, a diez minutos de lancha de San Andrés, para seguir por Rose Cay –conocida como El Acuario por la facilidad para avistar peces tropicales haciendo snorkeling– y terminar en el pequeño paraíso de Haines Cay, solo ocupado por un pequeño bar playero de aspecto jamaiquino. ¿Cómo ir de Rose Cay, donde los visitantes suelen recibir un almuerzo caribeño a base de pescado frito, hasta Haines Cay? A pie…   con el agua hasta la cintura. Un agua tan transparente que deja ver fácilmente los pies. El resto es pura playa y palmeras cocoteras, como manda toda postal del Caribe (www.colombia.travel/es/a-donde-ir/caribe/san-andres).

LA TORTUGA Esta isla deshabitada se encuentra sobre el Caribe venezolano, a 170 kilómetros de Caracas. Junto con los cayos que la rodean, es la segunda más grande de Venezuela después de Margarita, pero está muy lejos de haber alcanzado todavía desarrollo turístico o de tener algún servicio. Y allí reside su encanto. De vez en cuando llegan pescadores artesanales de los pueblos cercanos, como los que se encuentran en la bahía de Higuerote, y con ellos algunos visitantes ocasionales. Pueden disfrutarla sobre todo los navegantes que cuentan con veleros o embarcaciones deportivas a motor; también hay buceadores que comparten el secreto de la belleza de este litoral isleño rico en barreras de coral. Desde Higuerote (a unas tres horas y media de navegación) hay propuestas de excursión con acampe en la isla (www.venetur.gob.ve).

CAYO DE AGUA En el archipiélago de Los Roques, el Caribe se luce como en pocos lugares. Unas 3000 personas viven en este Parque Nacional venezolano que abarca un conjunto de islas y una gran parte de mar, refugio de corales y coloridos peces de agua cálida. Requiere una hora de navegación desde la isla principal de Los Roques.  Aunque cada islita del archipiélago parece más bella que la anterior, Cayo de Agua está considerada como una de las más hermosas y exclusivas, con todo lo que tiene que tener un paraíso terrenal: arena blanca y coralina, agua cristalina y turquesa, gente hospitalaria para recibir a los visitantes y una angosta franja de tierra que une los bancos de arena como si fuera un puente natural sobre el mar. (www.venetur.gob.ve).

JERICOACOARA “Jeri”, para los amigos. Es una aldea (que ya dejó de ser de pescadores para ser muy turística, pero sin perder encanto) en el nordeste de Brasil, en medio de las dunas. Precisamente la dificultad para llegar, en vehículos especiales para transitar por la arena, es el secreto que preserva su encanto. Jericoacoara es accesible partiendo de Fortaleza, está sobre la Costa del Sol Poniente, le da la espalda a un “pequeño Sahara” y mira hacia el mar y hacia el ocaso. Sobre todo desde la bella duna de Pôr-do-Sol, donde es tradición sentarse a ver la puesta de sol cada atardecer. Pero la llegada de la noche solo significa el comienzo de la fiesta nocturna junto a la playa, entre baile y tragos. Los lugares imperdibles son la Pedra Furada –una gran roca situada a unos 30 minutos de caminata por la playa- y las lagunas del poblado de Jijoca, que hacen aparecer un inédito Caribe a la brasileña, de agua dulce (www.visitbrasil.com). 

Embratur
Fernando de Noronha, un archipiélago brasileño protegido en medio del Atlántico.

BAIA DO SANCHO Fernando de Noronha está en pleno océano Atlántico, a 545 kilómetros de Recife y 360 de Natal. Sus 21 islas son un paraíso natural con solo un territorio –el más grande del conjunto- habitado: todas las demás forman un Parque Nacional Marino, un área intangible que solo se puede visitar con fines científicos. Sin embargo, con la isla grande alcanza y sobra para disfrutar de la increíble naturaleza, arriba y abajo del agua. En materia de playa hay mucho para elegir, pero Baia do Sancho suele ser elegida por viajeros experimentados como una de las más hermosas del mundo. Se llega en embarcación o bien a pie, en este caso bajando una escalera muy pronunciada de metal y piedra: esfuerzo que bien vale la pena al llegar a la orilla de aguas transparentes y cálidas, hábitat de peces tropicales y tortugas marinas (www.visitbrasil.com).


AHICITO NOMÁS

Una investigación del buscador de hoteles www.trivago.com.ar comparó qué destinos prefieren los viajeros sudamericanos para este verano, analizando tendencias en la Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Uruguay. Los datos de búsquedas mostraron que prefieren quedarse dentro del continente, con brasileños, peruanos y colombianos a la cabeza entre quienes privilegian su país para veranear (en la otra punta están argentinos y uruguayos, que privilegian el exterior). En Brasil en particular, de los 20 primeros destinos elegidos, 19 son brasileños. Las playas brasileñas son las favoritas de los uruguayos para ir al exterior (ocho sobre 14, con los restantes seis destinos elegidos dentro de Uruguay) y de los argentinos (siete sobre 13, con los restantes siete destinos dentro del país).


TRES DE YAPA

  • Playa Chihuahua, Uruguay: en el kilómetro 115,5 de la Ruta Interbalnearia 10, a unos 15 minutos de Piriápolis, es la playa nudista más conocida de Uruguay. Rodeada de pinos, tiene unos dos kilómetros de extensión, delimitados por el arroyo El Potrero y el Hotel Naturista El Refugio. Los habitués tienen su página en Facebook, @playa.naturista.chihuahua.
  • Itacoatiara, Brasil: cerros y vegetación conforman el marco natural de esta playa que está entre las favoritas de los surfistas. Se encuentra a una hora en bus del centro de Nitéroi, por un camino sinuoso que tiene como recompensa un mar ideal para los deportes acuáticos (que puede ser bravo y con prohibición de nadar, pero tienta por sus olas). Poca gente en la semana, más concurrida sábados y domingos, sobre todo por jóvenes.
  • Totoralillo: en la región chilena de Coquimbo, tiene unos dos kilómetros de extensión, junto a la conocida playa de La Herradura. Se puede pescar y practicar surf y stand-up-paddle;  a pocos kilómetros comparte con el balneario de Guanaqueros el atractivo de comer frutos de mar recién pescados (machas, locos y choros –o mejillones– entre otros).