La historia política de Brasil parece empecinada en reservarle a Porto Alegre un lugar destacadísimo. De Getúlio Vargas a Joao Goulart, de Leonel Brizola a Dilma Rousseff, la capital de Río Grande do Sul ha sido epicentro de hechos que influyeron de manera notable en el resto del país. Acaba de ocurrir otra vez con la condena a Lula por un Tribunal Regional Federal de la ciudad. Bastión de movimientos populares, de líderes que llegaron a la presidencia de la Nación, del Foro Social Mundial, la urbe más importante del sur brasileño está hoy convulsionada por el fallo que condena a prisión y proscribe al máximo dirigente del PT. El saldo del último acto en su apoyo arrojó 26 detenciones. Un periodista y un fotógrafo de una agencia de noticias están entre ellos. La policía actuó de civil y motivó que la presidenta nacional del Partido de los Trabajadores, la senadora Gleisi Hoffmann, calificara como “inaceptable” el encarcelamiento de los manifestantes.

  Porto Alegre es una ciudad europeizada, de fuerte tradición en las luchas populares brasileñas. Aunque ahora es administrada por el PSDB de Fernando Henrique Cardoso y se encuentra en el Estado que gobierna Ivo Sartori, del PMDB –un partido conservador con presencia electoral en todo el país–, su pasado político en democracia no se forjó en la derecha. 

  En 1988 el PT ganó su alcaidía por primera vez, con Olivio Dutra como prefecto. Un sindicalista bancario que fundó el PT junto con Lula, a quien antecedió quince años en su llegada a la presidencia. A fines de los 80, Porto Alegre tuvo una señal de identidad muy fuerte: eran tiempos del llamado presupuesto participativo, una forma de administrar el dinero público con la que el PT creció como alternativa electoral.

  Hubiera sido difícil de concebir que Dutra convocara al ejército a Porto Alegre, como hizo su actual alcalde, Nelson Marchezan, ante un PT movilizado por el juicio a Lula. En sus calles militarizadas, en la avenida Ipiranga que la corta por la mitad a lo largo de diez kilómetros, los militantes se convocaron igual detrás de su líder. El miércoles a la noche dos docenas de ellos habían caído detenidos. Trece eran mujeres. También fueron apresados menores de edad. Varios terminaron en la cárcel. Lo más grave que podía imputárseles fue la quema de neumáticos sobre la avenida Azenha. Junto a los activistas cayeron un reportero y un fotógrafo de la agencia Ninja. 

  La senadora Hofmann, presidenta del PT, declaró: “La indignación y las manifestaciones del pueblo brasileño, en especial de la juventud, son demostraciones inequívocas de que no habrá pasividad ni cobardía en el enfrentamiento a las arbitrariedades en nuestro país”.  

  Porto Alegre es la principal ciudad del quinto distrito electoral. Su historia está jalonada por hechos que modelaron el perfil político del Brasil. El 10 de octubre de 1930, el abogado Getulio Vargas partió desde ahí hacia Rio de Janeiro –en esa época la capital– en ferrocarril. Era uno de los jefes de un movimiento que pretendía terminar con la hegemonía de la llamada República Velha (Vieja), dominada por las élites de San Pablo y Minas Gerais. 

  El creador del Estado Nuevo terminó al frente de un gobierno anticonstitucional. Gobernó hasta 1945, pero regresó en 1950 como presidente legitimado por el voto popular. La tarea por la que más se recuerda su largo mandato ya la había hecho. Industrializó al país y le extendió los primeros derechos sociales a la clase trabajadora. Siempre se lo comparó con Perón por esa política. Se suicidó en 1954. Su hijo y su nieto murieron de la misma manera. 

  El otro gran movimiento nacido en la capital de Río Grande do Sul surgió en 1961. Se llamó la Campaña de la Legalidad, liderada por su gobernador Leonel Brizola. Fue tres años antes de que comenzara la prolongada dictadura militar brasileña. El 25 de agosto de aquel año renunció el presidente Janio Quadros en Brasilia. Había durado apenas siete meses en el cargo. El acto por el que más se lo recuerda fue su condecoración a Ernesto “Che” Guevara, de visita en Brasil. 

  En su lugar debía asumir la presidencia el vice, Joao Goulart. Estaba de gira por Asia, y los militares aprovechándose de su ausencia, revelaron que se sublevarían si Jango asumía el mando. Fue ahí cuando apareció Brizola desde Porto Alegre. Comenzó a denunciar el intento de golpe de Estado desde la radio Guaíba –que toma el nombre del río-estuario que bordea la ciudad y su movida política se extendió por otros puntos del país. Consiguió postergar el golpe. Goulart fue finalmente derrocado en 1964 y se exilió en Uruguay. Cuarenta años después, moría Brizola. En sus últimos años y pese a haber fundado el Partido Democrático Trabalhista (PDT), fue muy crítico con el PT. 

  A aquel partido estuvo afiliada la ex presidenta Dilma Rousseff, antes de pasarse a la fuerza que lidera Lula. Su trayectoria política también se forjó en Porto Alegre, aunque ella es de Minas Gerais, donde se inició en la guerrilla brasileña. Después de ser detenida y torturada por la dictadura, se mudó a la ciudad junto a su esposo, el abogado Carlos Araujo, otro ex preso político. Dilma solía visitarlo en la pequeña isla del presidio que está frente a la casa donde vivieron juntos. El Foro Social Mundial llegó a la capital del Estado varios años después, en 2001. Y se concibió como una respuesta al de los países ricos en Davos. Porto Alegre se transformó desde momento en un foco de atracción del progresismo.

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