En muchos sentidos, Norton Gutiérrez y el collar de Emma Tzampak es un acto de amor de su autor, Juan Sáenz Valiente. Amor por la historieta, amor por el género de aventuras. Siempre vale recordar que además, Sáenz Valiente es uno de los mejores dibujantes de su generación. Uno de esos tipos que hace de todo y al mismo tiempo todo parece hacerlo bien. Desde hace algunos años encara casi obsesivamente proyectos personales. En 2016 arrasó en todos los premios posibles con La sudestada. Con Norton Gutiérrez, siendo una obra completamente diferente en tono y estilo a la anterior, es un candidato firme a repetir el éxito.

Norton es un pusilánime. Una suerte de Cenicienta de verdulería, encorvado y sin ninguna capacidad para imponerse ante nadie. Sus propios padres le vaticinan el fracaso en cualquier emprendimiento. Y sin embargo (o quizás por eso mismo), sobre su espalda torcida recae la responsabilidad de salvar el mundo. Y encontrar la fuente de la eterna juventud. Y, en el camino, descubrir que tiene algo de personalidad para plantarse ante las adversidades. Por una de esas casualidades del destino, el muchacho termina envuelto en una aventura bizarrísima en la cual tiene que evitar que un collar antiguo caiga en manos equivocadas porque revela la mítica fuente de la vida eterna y, más tarde, detener a un villano que  quiere destruir su ciudad a lomos de un robot gigante.

Todo muy normal, ya se ve, porque Norton es tributario de esas viejas películas de aventuras que mezclaban mitología, culturas antiguas, ruinas por explorar y científicos poco ortodoxos. Y es, claro, tributario del clásico Tintin, aunque si en la saga francobelga el protagonista era un jovencito maravilla que todo lo podía, aquí la acción la lleva un tipejo al que todo le cuesta el triple y que –gran virtud– se sobrepone a sí mismo. Enfrente hay un grupo de villanos que no por estereotipados son menos divertidos ni dejan de funcionar perfectamente para lo que la historia requiere. 

Desde lo gráfico, Sáenz Valiente propone un despliegue virtuoso con algunas secuencias impecables. Todo el juego de persecuciones, emboscadas, zancadillas y subterfugios para disputarse el bendito collar del título transcurre arriba de un escenario con un enorme cuerpo de bailarines que ofician de obstáculo tanto para héroes como para antagonistas. La soltura con la que el dibujante resuelve esas páginas es notable. Más adelante, cuando un barco zozobra, ofrece una clase de cómo cambiar los planos para presentar a sus personajes. Otro lujo gráfico del autor. Si la historia que propone es casi peripecia pura (aunque a veces deba forzarla un poco), la narrativa que elige es secuencia pura y resulta perfecta para ello.

Palabras finales para la edición. Sáenz Valiente originalmente presentó el proyecto en España y Francia, pero con las muestras los editores europeos no apostaron por el libro. Pero lo dicho: lo de Sáenz Valiente es amor por la historieta y decidió finalizar igual su proyecto. La publicación por parte de El hotel de las ideas le da merecida vida a un personaje entrañable. En un medio donde muchos se preguntan “qué falta” para que la historieta argentina explote y algunos hipotetizan que “personajes”, Norton Gutiérrez tiene todo para llenar de aventuras los estantes comiqueros.