Trepando ramas de jacarandá hemos alcanzado la altura necesaria para afirmar que, por fin, la raza llegó al cielo. Hoy, noviembre del 2017 en función de la medida‑año a partir de un cero, nuestro sueño se engalana de facticidad. Los antídotos minerales para las crisis por elevación, el curandero que se hizo rico por sujetar la sombra de las personas a las raíces más profundas. Las habladurías caen frente a esta verdad dicha desde donde somos más livianos que el azul.

Sin ir más lejos, de sobras conocemos el relato de una edad de piedra que en diez minutos le molió la pulpa urbana a una apenas aldea con prostíbulos y catedral.

Cascotazos de hielo nacían del cielo para dar de plano en el cráneo de los fantasmas. Pájaros a medio morir, entre parvas enormes de hojas y flores trituradas, manaban esa epiléptica poesía que vuelve ineficaz al poema. Pedrada atómica. A las 16 aproximadamente del 15 de noviembre del 2006 los edificios, amparados en la desprotección, se volvieron vidrios que no acababan de rajarse. El ruido a cosa rompiéndose resonó por horas.

Hoy fue 8 de noviembre y en 1932, en María Susana, provincia de Santa Fe, tercer hijo del matrimonio de un catalán y una argentina de primera generación descendiente de italianos, nacía mi papá. ¿Alguna de las ventanas del cuarto donde fue parido habrá dado a un jacarandá? No es disparatado pensarlo. A propósito de nada, mi abuela, parecida a Barbara Stanwyck, tenía ojos grises y según las horas leve o intensamente azulados. No sin tristeza debo reconocer que su progenie fue perdiendo la belleza hasta llegar a esto que escribe ahora.

En fin, a cambiar los ánimos pues, tal cual reza el conocido dicho impopular, no hay fealdad incontrarrestable a la sombra de un lapacho rosa.

 

mi rojo estallará y tu retina será la primera víctima, pobrecito tú, dirán en el pueblo, que has sido alcanzado por la furia de un ceibal que parecía manso

 

luna que en sus fases avanza hacia el pasado

río florado de evanescencias

nave de plumas a partir de la necesidad

 

mc cartney me lleva a una frecuencia jacarandá

música de fondo para cualquier fiesta animada

 

El jacarandá desequilibra, dignifica y escapa de las definiciones.

 

desde que al mundo, entre mares, le han puesto tierra, el viento disolvente propaga noviembres de calas tardías y primeras hortensias

 

La ciudad estalla en tintes lilas ya que el volcán más cercano no cesa de erupcionar jacarandá. Una extraña sensación, en nada desagradable, de ser lapislázulis al titilar, nos invade a casi todos los pobladores (psicólogos, psiquiatras, contadores, escríbanos, abogados, curas, jueces, doctos en arte y literatura en general, es probable que queden desafectados a la norma).

 

 

pd.

las proto‑hortensias de Marte, y los gineceos diamantinos, son gentileza de ziggy stardust, gracias ziggy

 

[email protected]