Claudia es la primera mujer trans migrante en obtener el DNI de la República Argentina, en diciembre de 2012. Atrás y no tanto, quedó su Perú natal, y el camino recorrido da cuenta de lazos sororos con sus compatriotas y la preocupación porque sus compañeras estén conectadas y a salvo de la crueldad con que el sistema policial y judicial las demoniza. Trabajo y militancia (lo primero en el Area de Prensa y Comunicación de la Casa por la Identidad, lo segundo en Otrans Argentina) se trenzan para armar su historia, a 18 años de haber dejado su país para ya no volver. 

Lourdes también es peruana: llegó a Buenos Aires hace 25 años y pronto a la villa 1-11-14, donde vio la discriminación en primer plano y la necesidad de ocultar el origen por parte de sus paisanas que habitaban la villa. Allí empezó un camino de puesta en valor de su acervo cultural que la llevó a formar la Asociación Mujeres Unidas, Migrantes y Refugiadas en la Argentina (AMUMRA). Desde allí, defiende el derecho de las migrantes a ser tales: “la migración sigue teniendo cara de mujer” dice y rememora las historias de mujeres que dormían a la intemperie en sus francos laborales por no tener donde pasar la noche, y la importancia de seguir peleando por ellas.

Neusa se cuestiona no haber transmitido el criol a sus hijos pero ellos lo entienden cuando su mama lo habla con su abuela.

Neusa nació en Cabo Verde, se crió en Senegal y trabajó en Italia y Canadá hasta que llegó a nuestro país. Canta nuestro himno en la escuela de sus hijos y conoce nuestras fechas patrias pero cada 5 de julio celebra sus raíces con brindis y baile: la independencia de Cabo Verde en la Sociedad de Socorros Mutuos Unión Caboverdiana de Dock Sud, donde viven muchísimos compatriotas. Recuerda a su abuela, Ana María, porque con ella creció en Senegal para que su madre pudiera estudiar, “fue ella la que me llevó al médico. La primera que supo cuando me hice señorita” cuenta y anhela con volver a verla después de tantos años.

Esseling se graduó en Comunicadora Social en la Universidad Bolivariana de Venezuela y se crió en Caracas, pero había nacido en Perú. Sus padres dejaron el país durante la presidencia de Fujimori y ya no volvieron. Con la brújula de una familia comprometida políticamente, acá se vinculó rápidamente con el Corredor del Plan Nacional de Lectura en la villa 31, colaboró en un programa en la Radio de las Madres y pronto se volvió militante feminista y asidua participante de los Encuentros Nacionales de Mujeres. Junto a dos compañeras lleva adelante un proyecto de fotografía de adultxs mayores en el Hogar San Martín.

Estos son algunos de sus nombres y trayectorias. Representan a miles de otras que habitan nuestro suelo con la marca de la invisibilidad y la herida de la segregación. Pero no bajan  los brazos y se muestran cómo son, tratando de recuperar de sus historias aquello que pueda servir a que otras se fortalezcan. Las autoras del proyecto, Aída María Bengoechea (antropóloga) y Geraldine Parola (socióloga) integran el Programa Todas, que trabaja con mujeres migrantes y dan talleres de sensibilización y capacitación en la temática para la comunidad. “El programa surge de la demanda de las propias mujeres de contar con un espacio que contemplara sus necesidades, es decir, que mirara la migración desde una perspectiva de género. En ese sentido el Programa fue novedoso porque empezaba a atender esa especificidad, ya que desde los estudios académicos las mujeres no eran miradas en los procesos migratorios. Nosotras nos sumamos con esa impronta pensando la intersección del género, la clase, la etnia. En lo personal, yo comencé a trabajar con mujeres migrantes con una compañera, desde la educación popular” cuenta. 

Niuka es dominicana y sobreviviente de violencia machista y trata. Ahora lucha por reencontrarse con su hija.

El libro se distribuye gratuitamente y la experiencia de ambas se marca con dos pequeñas muestras fotográficas, una con mujeres referentes de organizaciones y otra con familias migrantes en un Jardin de Infantes público. “En esas dos experiencias vimos la fuerza que tenía la imagen y la palabra escrita para comunicar lo vivido y sobre todo para generar empatía.  Esto de ponerse en el lugar del otro/a, no siempre es fácil porque implica trabajar el propio prejuicio y reconocer la diferencias”. Las fotos son de Esteban Widnicky, quien ya había hecho trabajos fotográficos con la colectividad boliviana, y propuso hacer este libro. Fue así que sumaron imagen y texto para cruzar la migración con los derechos de las mujeres. Muchas de las que están en el libro hicieron su camino a lo largo de los 20 años que tiene el programa, así que pudieron ver su crecimiento personal y cómo se convirtieron en referentes al interior de sus colectividades. “Si bien el colectivo migrante es de por si muy vulnerabilizado, nos interesa visibilizar las triple opresión de clase, género y etnia y las estructuras sociales que las originan. Pero más allá de las adversidades y discriminaciones que cada una atraviesa, dar cuenta de las construcciones de estrategias que las convierten en sujetos protagónicos de sus acciones en condiciones sociales marcadas por la desigualdad de clase, el sexismo, el racismo y la xenofobia. Por eso, en el libro las crónicas se enlazan en derechos buscados, alcanzados o por lograr. La idea es que pueda ser un insumo pedagógico que permita sensibilizar desde un concepto de igualdad que incluya las diferencias”.

   Inmigradas. Mujeres que cruzaron fronteras es fruto de la gestión asociada entre la Dirección de la Mujer (GCBA) y la Asociación Civil Centro Conviven.