“Así estamos, le llaman paro a cualquier cosa”, “¿Paro Internacional? ¿Qué tienen en la cabeza?”,”¿Chicas, a qué hora se marcha en China?”,”¿Van a hacer el ‘paro’ las que dejan a los hijos con la que limpia?”, “A las mujeres argentinas: ¿Qué tiene que ver Milagro Sala con el aborto? ¡Mezclan todo!”. Son solo algunos pocos comentarios de lectores pescados entre la hojarasca de odio, teorías delirantes de las “diferencias entre los sexos”, llamados a linchar feminazis, comentarios de trolls y dedesconcierto. Sacándolos de contexto y revolviendo en ellos se pueden rescatar preguntas que también resuenan hacia el interior del feminismo, del tipo: ¿Cómo se organiza una medida de fuerza que convoca a la mitad de la población del planeta, que el año pasado tuvo eco en 50 países, que interpela por su transversalidad y su internacionalismo? ¿Qué desorden provoca la idea de un Paro Internacional de Mujeres dentro del sindicalismo tal como se lo conoce hasta el momento? 

Uno de los debates que se dio en vísperas del 8M de 2017 fue por la potestad de la palabra “paro”.Y fue como tirar de un hilo para que aparecieran otras preguntas, como: ¿Qué significa parar cuando un sindicato no da el visto bueno? ¿Qué es lo que deberían entender las trabajadoras cuando desde las centrales obreras se les dice “antes de parar cada una tome las precauciones que deba con su gremio”? 

En octubre de 2016, mientras la CGT chichoneaba con el Gobierno, cientos de mujeres, lesbianas, trans y travestis tomaron las calles, encararon el primer paro promovido desde el colectivo Ni Una Menos en articulación con muchas organizaciones y activistas autoconvocadas. Las denuncias de ajuste y de la feminización de la pobreza encabezaron la lista de reclamos. “Tenemos más ovarios que la CGT”, se leía por ahí. O “La CGT toma el té, las mujeres la calle”. En esos meses, el rol del sindicalismo argentino ante este fenómeno de ebullición permanente varió desde el saludo protocolar al entusiasmo, según el gremio que se mire. Las centrales obreras expresaron su adhesión, sin embargo la actitud de las cúpulas se limitó a algunas muy medidas declaraciones. La modalidad de participación fue dejada al libre albedrío, “a definir al interior de cada gremio”. Algunos sectores tuvieron un rol activo, como La Bancaria, pero también hubo quienes aun expresando simpatía por la medida no estaban de acuerdo con que se usara el término “paro” y preferían hablar de una “jornada de lucha”. ¿Por qué esa salvedad? ¿Qué es todo lo que se pone en disputa detrás de la palabra con P?

OCUPO MI LUGAR

Sancionada en noviembre de 2002, la ley del llamado cupo sindical femenino, establece que la representación de mujeres en los cargos electivos debe alcanzar un mínimo del 30 por ciento. Según los últimos datos del Ministerio de Trabajo de la Nación, presentados en septiembre de 2017, sólo cuatro de las 22 organizaciones censadas cumplen con el cupo. Y no es solo un problema cuantitativo: los puestos que ocupan las mujeres en general se circunscriben a los de la secretaría “de género”, “de mujer” o “de familia y niñez”. Ninguno de esos 22 gremios tiene a una mujer como Secretaria General. 

La baja presencia femenina en las mesas de negociación explica que en muchas ocasiones se desperdicie la paritaria como oportunidad para ampliar derechos. Así lo asegura Natalia Fontana, Secretaria de Prensa del Sindicato de Aeronavegantes: “A lo largo de nuestra historia se ha dado un aislamiento de la experiencia sindical de las mujeres: desde la incorporación de reductos destinados a nosotras en secretarías de ‘la mujer’ hasta el prejuicio de que contamos con cierta intransigencia que nos impide ser interlocutoras válidas para la negociación con la patronal”. El sindicalismo, como explica Sonia Alesso   –Secretaria General de CTERA–, “ha sido un espacio históricamente masculino. El movimiento de mujeres tiene que estar orgulloso del rol que tiene porque está sacudiendo la agenda de la movilización tanto de la sociedad como hacia el interior de los gremios, cuestionándoles por ejemplo ciertos modos de organización piramidal”.

“Posiblemente en un primer momento la participación de las mujeres fue pensada por la necesidad de cubrir un determinado cupo y no para que eso se tradujera en una participación genuina y en escuchar las voces de las trabajadoras a la hora de tomar decisiones”. La que habla es Karina Nicoletta, Secretaria de Género de la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y Premetro y conductora de la línea A. Y sigue: “En los últimos años en el subte hemos vivido un proceso de construcción de otro tipo de organización gremial diferenciándonos de lo que no nos representaba del viejo sindicalismo y eso ha significado también pensar la participación genuina de las trabajadoras. Así y todo, en los cargos más altos, los cuerpos directivos, todavía son exclusivos de los hombres. Son relaciones de poder difíciles de erosionar”. 

PRONÓSTICO PARA MARZO

“Más allá de las cuestiones internas que tenemos en la CGT, hay un consenso general con respecto a que el paro del 8 debe ser acompañado”, le dijo a este suplemento Omar Plaini, secretario administrativo de esa central obrera y titular del sindicato de Canillitas, a poco menos de un mes del 8M y muy cerca del 21F, fecha de la marcha convocada por Camioneros que ha sembrado la discordia en el mapa sindical argentino. Sigue Plaini: “No puedo decir en nombre de toda la CGT si adherirá o no pero mi organización sí lo hará. Vemos un cimiento político muy importante en la cuestión de género. La democratización que este movimiento propone debe ser apoyada y aprendida”. Todos los dirigentes gremiales consultados acerca del 8M manifiestan posiciones similares, por lo menos en el plano de la palabra. Roberto Baradel (SUTEBA), Sergio Palazzo (Asociación Bancaria) y Hugo Yasky (de la CTA de los Trabajadores) confirmaron que llamarán a la huelga. Pablo Micheli, quien ratificó la adhesión de la CTA Autónoma, le dijo a Las12 que “lo que va quedando a la vista en este proceso es que a nosotros, los hombres, hay que educarnos. Y que no alcanza con decir que uno está de acuerdo con la igualdad. Los temas de género no se agotan en publicitar una línea telefónica de ayuda a la mujer que es violentada, que dicho sea de paso es todo lo que hace concretamente el Gobierno en la materia. Los números de asesinatos de mujeres, mientras tanto, se incrementan. El problema es estructural.” Y fue por más: “Nosotros como CTA Autónoma tendremos nuestro congreso en marzo y una de las propuestas será aumentar el cupo, más del 30 por ciento que hoy es obligatorio. Pero más allá de las leyes hay que cambiar comportamientos cotidianos. Si una compañera no puede ir a una reunión de militancia porque el que va es su pareja y ella se tiene que quedar con los chicos, eso también hay que cuestionarlo. El machismo reina incluso en lugares que consideramos progresistas, y el sindicalismo debe hacer esa mirada hacia dentro porque es uno de los espacios más machistas de la Argentina”. La semana pasada los trabajadores y trabajadoras de la economía popular (CTEP) votaron por unanimidad plegarse al 8M, algo que, según aseguran desde la comisión de género, “constituye un gran paso para nosotras porque dejó de ser un tema del que hablamos exclusivamente las mujeres para ser tomado por nuestro gremio e incorporado al plan de lucha”.

JUNTAS Y REVUELTAS

¿En qué cambia una organización gremial cuando más mujeres acceden a las mesas de negociación? “Los sindicatos que contamos con participación de mujeres en los lugares de decisión no vuelven a nunca más son los mismos: se convierten en espacios mucho más interesantes. Sobre todo porque además de las demandas salariales, la incorporación de condiciones laborales suele ser protagonista”, contesta Natalia Fontana, y cuenta que en el sindicato de tripulantes de cabina de avión al que pertenece y en el cual hay representación femenina entre delegados y en comisión directiva, han llevado adelante conquistas como la igualdad de tareas, funciones y remuneración entre hombres, y la configuración de derechos durante la maternidad. “Las mujeres pensamos desde la diversidad y hemos incorporado a nuestro convenio colectivo cláusulas de derechos para las uniones civiles o matrimonios igualitarios, con los mismos beneficios de cuidados ante la llegada de un niño”. 

Esa diversidad de la que habla Fontana se respiró en las asambleas previas al 8M, por ejemplo, en los dos encuentros al aire libre en Chacarita, Ciudad de Buenos Aires, que albergaron a más de mil personas cada uno. Una militante kurda, una trabajadora despedida, una travesti organizada, una representante wichi, una trabajadora de la economía informal, una migrante, una mujer que pasó por la cárcel, una trabajadora sexual y una abolicionista fueron sólo algunas de las 150 oradoras anotadas cada tarde. Cada una con su agenda. Se escuchó varias veces en las asambleas: “Acá hay una capacidad de escucha y un deseo de construcción política más allá de las diferencias que no se da en ningún otro plano de la política nacional”. Y que por supuesto no se da tampoco en el sindicalismo tradicional, como ha quedado demostrado en los últimos días por las divisiones y los cruces hacia dentro y fuera de la CGT que salieron a flote a partir de la convocatoria de Camioneros a marchar contra el Gobierno el próximo 21 de febrero. El proceso asambleario de base hacia el 8M es, para Alejandra Rodríguez –delegada de ATE e integrante de Ni Una Menos–, “expresión de un feminismo abierto, amplio, heterogéneo y popular en el que confluimos todas. Toda esta multiplicidad de fuerzas políticas y sociales puesta en clave feminista hace aparecer una nueva resistencia, que es afectiva, sensible y transversal”.

El desafío que un paro de mujeres le plantea al sindicalismo tradicional, dice Cristina Pérez (delegada de ATE en el INADI), es “que cada organización logre salir de su propia lógica y establecer un marco teórico y de acción común sobre temas que falta explorar a fondo por los sindicatos (género, diversidad, derechos humanos). Es poder ver el área de acción de la actividad gremial como algo mucho más integral que la defensa de los salarios”.

CUADROS POLITICOS

En la pintura de Ernesto de la Cárcova “Sin pan y sin trabajo”, un obrero observa a través de la ventana de su rancho cómo la policía montada reprime una manifestación. El centro de la acción, aunque sea vea bastante pasiva, es el acto de mirar, que lo lleva a golpear su puño, de rabia, de dolor, contra una mesa sin comida. A su lado, la mujer, en cuyo cuerpo están las marcas de la pobreza, amamanta a un niño y está de espaldas a la ventana con la mirada perdida hacia el interior de la casa. Desde De la Cárcova a los rudos cuerpos geométricos de Carpani o el realismo social de los murales de Berni, el repertorio argentino de imágenes de desocupados pone el foco en los personajes masculinos. Así lo sintetiza Alejandra Rodríguez: “Si pensamos las imágenes que han circulado en el sentido común respecto a los despedidos, por lo general son obreros de overol azul en la puerta de la fábrica”. ¿Dónde están las representaciones de las desempleadas? Dice Alejandra: “Ya es tiempo de que nosotras podamos producir nuestro corpus de imágenes que den cuenta de nuestras realidades y de nuestras maneras sensibles de trabajar, de ser, de estar entre nosotras, de luchar y narrarnos”. 

La idea de un paro de mujeres interroga las imágenes estancadas del “sujeto” de la huelga en dos sentidos: ilumina los trabajos precarios, part-time y monotributismos, que mayormente recaen en las mujeres. Y por otro lado, cuestiona la noción misma de lo que se considera empleo. Débora Gorban -doctora en Ciencias Sociales del CONICET/UNGS y especialista en género y trabajo-explica que el 8M pone de manifiesto “que disputar condiciones de igualdad, de ingresos, el derecho a una jubilación, contar con licencias por maternidad, enfermedad, contar con derechos lisa y llanamente, también supone poner en discusión aquellos ámbitos de la vida que desde la perspectiva del trabajo asalariado se han presentado de manera escindida”. Vida y trabajo, como si fueran dos dimensiones que no se tocan: “las mujeres sabemos y mucho lo que supone esa articulación, ese ejercicio constante que nos encuentra como principales protagonistas. El 8M hace visible esas conexiones”.

¿Qué significa parar para las amas de casa? ¿Y para las trabajadoras domésticas, qué dificultades extra supone? ¿Quién se entera de que pararon las vendedoras ambulantes, las estudiantes, las desocupadas, las beneficiarias de planes sociales? Un paro de mujeres, más que una acción puntual, una efeméride en el calendario, es un proceso, una posibilidad de pensar cómo se elabora el tiempo del paro, individual y colectivamente. “Entender esta herramienta de protesta como proceso y no como una orden es cuestionar el corazón mismo del poder que estructura, ordena, define y monopoliza la idea misma del paro”, analiza Alejandra Rodríguez. 

Las organizaciones sindicales tienen una deuda pendiente con las mujeres trabajadoras: la de cuestionar realmente sus estructuras conservadoras y jerárquicas. No es fácil desordenar ese mandato. Pero también, como dice Natalia Fontana, “las trabajadoras tenemos una deuda con nosotras mismas: la de estar disponibles para fortalecer los acuerdos que nos damos las mujeres cuando decidimos organizarnos. La de hacer efectivas las alianzas intersindicales de mujeres, sin limitarnos al recorte de la central de pertenencia. Tenemos la tarea de constituir las bases para cambiar las estructuras sindicales de cara al futuro”.

Jose Nico