PáginaI12 En Alemania

Desde Berlín

Wes Anderson lo hizo de nuevo. Cuatro años atrás, con El gran hotel Budapest, le regaló a la Berlinale el mejor film de apertura en años y ahora Anderson repite la gentileza con Isle of Dogs (Isla de perros), su deslumbrante film de animación, que acaba de dar por inaugurada la edición número 68 del Festival Internacional de Berlín. Aunque de sus estrellas en la pantalla solamente se escuchan sus voces, una buena parte del equipo artístico vino a poner la cara en la alfombra roja, empezando por Bryan Cranston, Bill Murray, Jeff Goldblum, Greta Gerwig, Liev Schreiber, Bob Balaban y Tilda Swinton. Rodeando a Anderson a y sus guionistas habituales, Roman Coppola y Jason Schwarztman, los famosos se comportaron como suele suceder en los films del director de Los excéntricos Tenenbaum: como una familia un poco extravagante pero siempre unida por una buena causa. 

Y vaya si Isle of Dogs lo es. Rodada con la vieja técnica conocida como stop-motion (o cuadro por cuadro), el segundo film de animación de Anderson después de El fantástico señor Zorro (2009), también filmada de la misma manera, es de una rara belleza visual: una película capaz de aunar las tradiciones estéticas de Oriente y Occidente, desde Akira Kurosawa a Ray Harryhausen, pasando por los grabados de Hokusai y el J-pop. De hecho, como ya lo había hecho en ocasiones anteriores, Anderson volvió a mencionar, ahora en Berlín, a Kurosawa como una suerte de mentor in memoriam del proyecto. Pero se diría que el cine japonés en su conjunto y toda la imaginería del manga (el cómic nipón) forman parte de su inspiración artística. De la misma manera, el cine del gran animador estadounidense Ray Harryhausen se hace sentir en la manera en que Anderson, con una cuota de candor no exenta de nostalgia, hace mover a sus muñecos al modo, un poco primitivo, con el que RH agitaba a sus dinosaurios en El valle de Gwangi (1969), por caso.  

¿La historia? Es una aventura de ribetes épicos y a la vez apocalípticos. En un Japón de fantasía, que parece haber sobrevivido a un desastre ecológico (¿ecos de Fukishima?), un político autoritario, calcado de Toshiro Mifune y último descendiente de la dinastía Kobayashi (otro guiño al cine japonés clásico), decide hacer de una de las islas del archipiélago un gigantesco basurero químico. Y allí a Trash Island envía a todos los perros del imperio, a los que acusa de contagiar un virus incurable. Entre ellos a Spots, la mascota del pupilo de Kobayashi, un niño de apenas 12 años que sale en su rescate en una nave que no tiene nada que envidiarle a las de Supercar y que contará con la ayuda de toda una jauría amiga, presidida por Chief, un perro vagabundo que tiene tanta calle como sugiere la voz cascada de Bryan “Breaking Bad” Cranston.

La estética de Isle of Dogs (su estreno está previsto en Argentina para el 24 de mayo) es una suerte de naíf barroco, con el cuadro siempre abarrotado de mil y un detalles, pero organizados siempre a partir de un criterio equilibrado y simétrico, como el de la cultura gráfica oriental. Habrá que ver qué dice el jurado presidido por el director alemán Tom Tykwer de la primera película de animación en inaugurar la Berlinale. A Wes Anderson nunca le fue mal en Berlín, donde ya participó de la competencia oficial en 2002 con Los excéntricos Tenenbaum, en 2005 con La vida acuática y en 2014, cuando ganó el Gran Premio del Jurado por El gran hotel Budapest. Pero para esas definiciones falta llegar todavía al sábado 24… Lo que se dice, la eternidad y un día.