“Canción criolla del siglo XXI”: eso es lo que Lucho Guedes dice que hace y, la verdad, la definición calza justo para lo que logra el guitarrista y compositor con su repertorio tan original, de registro tan propio. Florencia Bobadilla asegura que estas canciones le gustan porque cuentan historias de un modo poco frecuente, “sin caretas”. “A calzón quitado, como dicen las viejas”. En esa capacidad de poner en primer plano historias y personajes que otros no se detienen a mirar, y hacerlo con tanto de humor como de sordidez, y de ternura como de mordacidad en esa mirada, brilla Lucho Guedes con sus canciones. Después de discos como Soy una tarada y Mañana nadie se acuerda hay nuevas canciones, y Guedes y Bobadilla las mostrarán juntos. Será hoy a las 21 en Café Vinilo (Gorriti 3780), con Brian Chambouleyron como cantor invitado y Ale Simonazzi en la conducción.  

“La idea con Flor es que, como casi todas las canciones están pensadas como monólogos, soliloquios de los personajes, yo me encargue de los personajes masculinos y ella, de los femeninos. Con todas las ambigüedades que eso implica, porque hay un personaje que es transexual, por ejemplo. Digamos que en todo el espectro de las sexualidades posibles, yo me hago cargo de lo que tiende a la masculinidad, y ella, de lo que tiende a la femineidad”, describe el compositor, también docente de la materia “Lenguaje literario” en una carrera de composición ligada a la música de raíz bonaerense, creada recientemente en La Plata. 

 “Me interesa particularmente trabajar con Flor porque ella, además de cantante, es actriz. Entonces, además del despliegue escénico, tiene toda una forma de cantar muy vinculada a la dicción y al armado del personaje. Me gusta que recree la voz de los personajes, que los ponga en escena”, evalúa sobre su trabajo con el nuevo dueto. “Y a mí me interesan las canciones de Lucho porque ahí encuentro un registro bastante diferente. Son historias que tal vez conocemos, pero que no las escuchamos contadas”, dice a su vez Bobadilla. “Por lo general, andamos cuidando las formas, quedando bien. Acá sacamos el velo, hablamos de lo que pasa sin tanta vuelta y sin tanto problema. Por eso me gustan canciones como ‘Un autito y un jardín’ sobre una chica trans que vuelve a su pueblo y habla con su madre. O la historia de la señora que tiene un amorío con la señora que la ayuda a limpiar la casa. Son situaciones que hemos visto, pero que no nos hemos animado a tematizar. Tal vez porque nací en Posadas, una ciudad chica, donde siempre está lo que no se dice, lo que hay caretear, me gusta poder mostrar historias de esto modo. Y con la sensibilidad de Lucho, por supuesto”.   

–¿Cómo trabajaron el dúo?

Florencia Bobadilla: –Conocí a Lucho primero escuchándolo en internet, después me invitó a cantar en un show anterior. Creo que porque le faltaba alguien, no tanto por querer invitarme... (risas). Cuando empezamos a trabajar estas canciones, empecé a compartirlas desde un lugar mucho más lúdico para mi, actoral además de musical. Es divertido encontrarle un registro a la voz, por fuera de lo que hago cotidianamente; es una forma de estudio, también. Fue armándose todo como alrededor de un escenario, con vestuarios, escenas, dándole marco a esos personajes y a esas músicas, y así fue tomando forma mucho más completa. ¿La forma de trabajo? Llegamos, nos tomamos un whiskiecito o un mate, que para el caso es igual, pasamos las canciones, nos reímos un rato, nos deliramos las neurosis. Es muy divertido formar parte de esto. 

–Guedes, como cantautor, ¿qué encuentra al escuchar sus canciones en otros intérpretes?

Lucho Guedes: –Lo busco intencionalmente; de hecho, en el último disco casi no canto. Fue un gran trabajo de buscar un cantante para cada personaje y sugerirle a cada uno que haga no un tremendo despliegue vocal, sino que busque cuál es la voz adecuada para ese personaje. Así pasó con Nadia Larcher, Liliana Herrero, la Chiqui Ledesma, Lidia Borda, Juan Quintero, Jorge Fandermole, un montón de gente que se prendió y aceptó el desafío, el juego. Flor también, y aparte es una amiga: eso ayuda, siempre. 

–Dice que hace “canción criolla del siglo XXI”. ¿Cómo llega a esa definición? ¿Y qué busca, particularmente, dentro de esa canción?

L. G.: –Esa es mi apuesta como compositor, desde siempre. Responde a la tradición criolla de la canción popular del siglo XX. Tanto el tango como el folklore tienen una impronta narrativa, que está un poco olvidada, pero a la gente le sigue gustando y se sigue interesando. Por ahí en la canción actual está un poco devaluado el trabajo ficcional, el abordaje o la recreación de personajes, de escenas y dramas específicos. Lo que suena hoy está más vinculado con otro registro discursivo. A mí me interesa retomar las estructuras líricas de la música criolla del siglo XX pero, como es lógico, para discutir con el contexto social del siglo XXI. Me interesa lograr pequeñas piezas de ficción realista, tragedias y comedias ambientadas a la vuelta de la esquina.