Entre los Soprano y los Godman hay diferencias fonéticas pero también similitudes. Basta trocar Nueva Jersey por Londres y a una casta ítaloamericana por una de judíos rusos. Aquí en vez de un capo llamado Tony está el hijo de un gánster moscovita que quiere hacer su propio camino. Parte del interés es descubrir si el joven logrará salirse del negocio, reconvertir el nombre familiar o embarrarse hasta el cuello con sus asuntos. El punto es que McMafia, por otro lado, tiene la intención de escarbar en el crimen organizado global. Los ocho episodios de esta producción original de la BBC ya están dispuestos en la plataforma Amazon Prime Video. 

“Nací con una cuchara de plata en la boca. He sido educado en un centro privado en Inglaterra y en una escuela de negocios en Estados Unidos. Dirijo mi propia empresa en el centro de la ciudad. Estoy muy feliz con mi vida, tal como es”, con esas palabras Alex Godman (James Norton) quiere demostrar que no es lo que todos creen. No es un acaudalado sujeto al estilo Román Abramóvich aunque el lazo de sangre pese. Tampoco el hijo malcriado de esos pandilleros patentados por Guy Ritchie. “Soy un banquero, no un gánster”, dictamina el protagonista quien sabe que esos títulos son dos caras de la misma moneda. En otra escena, frente a un posible y oscuro inversor describe una operación de lavado de dinero como si recitara el abecedario. Alex es un hábil negociante cuyo fondo de inversiones está en aprietos por una ola derumores y por eso deberá recurrir a la ayuda de los suyos. El actor, reconocido por su villano en Happy Valley, compone un personaje con matices que va serpenteando sus problemas y debates internos. “No es simplemente un drama criminal, realmente analiza cuánto ha cambiado la mafia, especialmente desde la caída de la Unión Soviética. Esta no es solo una historia del lado sexy de la mafia que atrae a las personas, sino también el costo de ese estilo de vida lujoso, cómo se paga y quién paga por ello”, detalló Norton.

En McMafia conviven varias propuestas al mismo tiempo. Está presente el universo que había descrito David Cronenberg en la notable Promesas del Este. Al igual que en aquella, germinan rufianes del ex bloque comunista con su propio estilo y los prejuicios de todo aquel que tenga ese pasaporte. “Si un ruso dona dinero lo llaman oligarca en vez de mafioso”, dirá otro miembro del clan. Alex, su hermana y su madre se muestran comodísimos viviendo lejos del Kremlin y han adoptado como propias las costumbres británicas. El único que sufre por la distancia es el jerarca de los Godman. Dimitri llora por los rincones por estar lejos de su patria y bebe -nunca mejor dicho- como un cosaco. El enorme David Strathairn (Good Night And Good Luck), por su parte, encarna a un siniestro y astuto empresario israelí.

También se percibe el estilo global de proyectos como The Night Manager con su paso por varias latitudes y paisajes aprovechados al máximo. Londres, Moscú, París, Tel Aviv, la península arábiga y El Cairo, suceden sin respiro. Existe otro motivo más que la estética cosmopolita. La propuesta está basada en el libro de investigación del periodista Misha Glenny, y los creadores de McMafia (Hossein Amini y James Watkins) especificaron que querían ser fieles al espíritu del libro. Más que el hype de este estilo de vida se describen los modos en los que lo ilegal se codea con el business. A modo de teaser, cada episodio comienza con una postal sobre alguna veta ilícita: material deportivo falsificado, venta de armas, explotadores sexuales y traficantes de drogas. 

Pero sin dudas, el mayor espejo que sigue la serie es el impuesto por Mario Puzo en El Padrino. No solo por el personaje de Alex que se prueba el traje de Michael Corleone. También está el de su novia, una financista que aboga por el capitalismo ético mientras su pareja va descendiendo en infiernos terrenales, y recuerda al interpretado por Diane Keaton. Y su tío, una mezcla del estrépito de Sonny y las metidas de pata de Fredo. Las escenas de violencia suceden como ramalazos mientras el resto sucede en un clima de tensión en espacios cerrados. “Mover dinero es tu arma. Esta guerra se realiza en las salas de junta más que en las calles”, le explican a Alex, quien irá construyendo una franquicia delictiva para los tiempos que corren.