CIENCIA › PRIMER FESTIVAL DE VIDEO Y CINE CIENTIFICO DEL MERCOSUR

Luz, cámara y acción científica

El festival Cinecien05, que este sábado se deshilará en la Biblioteca Nacional, puede ser sólo la primera piedra de una pirámide a construir, en la que el cine y la difusión científica llegarán, si no al incesto, por lo menos al matrimonio.

 Por Federico Kukso

En sus casi 110 años de historia, el cine entabló con la ciencia una relación incestuosa: el invento de los hermanos Lumière nació y dio sus primeros pasos amparado en la aparatología prolífica pergeñada por la burguesía industrial positivista del siglo XIX, con el fin de representar la realidad desnuda, a secas, y mostrar el afuera allí adentro entre las cuatro paredes de la sala cinematográfica. Con el tiempo el cine se desarrolló, extendió su horizonte y, sin librarse del todo de su pata documentalista, cortó el cordón umbilical con la ciencia y dejó correr todo su potencial ficcional. La tentación de incurrir en el incesto, sin embargo, quedó siempre ahí, latente: cine y ciencia coquetean desde entonces en un romance trunco, pero ameno. Después de todo, la ciencia se convirtió en uno de los canteros temáticos más frecuentados por los guionistas: clonación (El sexto día), genética (Gattaca), viajes en el tiempo (Volver al futuro), invasión de extraterrestres (La guerra de los mundos), travesías espaciales (2001: odisea del espacio), dinosaurios (Jurassic Park), robots destructores (Metropolis, Terminator), cambio climático (El día después de mañana) son las entradas que llenan gran parte de la actual enciclopedia cinematográfica.
En el trajín, un grupo de renuentes a olvidar el pasado quedó en la sombra, sin cesar su actividad: son aquellos que prefieren volver sin más a los orígenes y mostrar que la ciencia también puede utilizar el cine como el cine utilizó la ciencia. El máximo exponente de este grupo selecto fue Carl Sagan que con su serie televisiva Cosmos demostró de manera contundente que la ciencia tiene cabida tanto en las pantallas como en los laboratorios. Poco a poco, estos innovadores ocultos encienden los focos y comienzan a ganar espacios y atención. Y ahora hasta se alzaron con un festival reluciente en el que podrán verse las caras y exhibir sus criaturas audiovisuales. Se trata de “Cinecien05”, el primer festival de cine y video científico del Mercosur que abrirá sus puertas el 1 y 2 de octubre en la Biblioteca Nacional, Agüero 2502. Auspiciado por Página/12 y organizado por la Secretaría de Ciencia y Tecnología e Innovación Productiva de la Nación (Secyt) y por el Departamento de Artes Audiovisuales del Instituto Universitario Nacional del Arte (IUNA), el festival –de entrada libre y gratuita– se erige como un nuevo espacio de exhibición de la vastísima producción audiovisual científica nacional y regional que por razones económicas carece de la visibilidad pública que merecería y se encuentra por fuera del circuito comercial.
El festival cuenta con dos secciones: por un lado compiten alrededor de 75 videos científicos de Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y Chile; y por el otro, habrá conferencias, mesas redondas, retrospectivas y proyecciones. En cuanto a la competencia propiamente dicha, se dividió entre áreas temáticas como “Ciencia y Técnica”, “Biomédica” y “Humanístico–Social”. Hay videos tan breves como de un minuto a documentales de 95 minutos de duración, de diversos formatos (videos didácticos, series documentales para TV y largometrajes de ficción o documentales). La consigna era una sola: que el material aporte una mirada nueva, que interrogue y cuestione la realidad, que haga preguntas y muestre que la divulgación científica además de aportar información puede ser también una experiencia estética.
La temática es amplia. Mixtura de vida, de Ana Zanotti, por ejemplo, es un ensayo audiovisual que trata sobre la vida cotidiana en la Triple Frontera. Dura 60 minutos y aporta, desde la antropología, una introducción a las consecuencias de la pérdida de la lengua y la explosión del portuñol. Ritual da vida, del paulista Edgart da Cunha, exhibe la convivencia en pleno Mato Grosso con la tribu de los BoroBoro, sus rituales funerarios y su cosmogonía. Biotecnología en el aula (Gabriela Levitus), de 35 minutos de duración, aporta materiales para chicos del EGB. Einstein en Brasil, de Paula Betse, narra el paso del científico alemán por el país vecino. Buenos Aires viajando en el tiempo, de los arquitectos Alberto Boselli y Graciela Romponi, de la Facultad de Diseño y Urbanismo (FADU) de la UBA, es un testimonio sobre la memoria visual de la ciudad, la planificación urbana y un estudio urbanístico con imágenes de los barrios Retiro, San Telmo y Monserrat. El Camino de Horus (94 minutos), de Livio Pensavalle, se adentra desde la egiptología en la relación entre pasado y presente. Base Marambio, de Eduardo Aguirre, describe cómo se vive en la base antártica. Y Convivir con terremotos, del Centro de realización audiovisual de la Universidad Nacional de San Juan, en 20 minutos describe desde la formación de la Tierra al cómo y por qué de los sacudones tectónicos.
El jurado está presidido por el cineasta Jorge Prelorán e integrado por Ruth Ladenheim, Diego Golombek, Leonardo Moledo y Juan Batista Stagnaro. Y cada área temática tendrá un ganador así como también habrá menciones especiales para mejor realizador audiovisual, mejor investigación científica y mejor video educativo.
El espacio está abierto. Sólo habrá que pasar, ver, opinar y disfrutar.

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Escena del documental Materia prima, de María del Carmen Denti, sobre la explotación de las madereras.
 
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