CONTRATAPA

La deriva de Obama

 Por Juan Gelman

O su corrimiento hacia el intervencionismo militar más allá de las fronteras de EE.UU.: en su calidad de senador se opuso a la invasión de Irak, señaló el grave error estratégico y moral de la ocupación y atrajo a millones de estadounidenses con ese discurso. Pero a medida que se desarrolla la campaña electoral, se acerca cada vez más al partido de la guerra. Un hito en la materia fue su discurso del 4 de junio ante el Aipac, el poderoso lobby pro israelí: atacó a Irán, subrayó que la seguridad de Israel “es sacrosanta” para Washington, prometió 30 mil millones de dólares para Tel Aviv en una década y declaró su entusiasmo por una Jerusalén “única y unida”. A partir de allí fue despejando sus ideas acerca de la política internacional que se propone practicar. No son muy bonitas.

El candidato demócrata declaraba el año pasado su empeño en realizar “una diplomacia personal agresiva” para detener el programa nuclear iraní (The New York Times, 2-11-07). Es decir, negociaciones, aunque “sin quitar de la mesa la opción nuclear”. El tema del camino diplomático para resolver la cuestión palidece día a día en sus intervenciones. En cambio, adquieren vigor los pronunciamientos más caros a los “halcones-gallina”, como “la agresividad de la elite gobernante rusa”. Los partidarios del fast-track con Moscú quieren guerra. Bill Kristol aseveró: “Le debemos a Georgia un serio esfuerzo para defender su soberanía. Seguramente no podemos quedarnos a la expectativa mientras un agresor autocrático se engulle una parte de una nación democrática amiga que tal vez busque desestabilizar del todo” (thinkprogress.org, 11-8-08). Clarito.

En el primer debate televisivo de los dos candidatos presidenciales, McCain señaló a Obama –con razón– que había cambiado en tres días su actitud sobre el enfrentamiento ruso-georgiano: primero criticó la violencia de ambas partes y llamó a un cese del fuego (Reuters, 8-8-08); luego consideró que “sin importar cómo se inició el conflicto, Rusia lo ha llevado mucho más allá... esto no tiene justificación posible” (thecaucus.blogs.nytimes, 11-8-08). Es interesante el comienzo de la frase: significa que Obama tiene plena conciencia de que Georgia fue la que empezó bombardeando Tsjinvali, capital de Osetia del Sur, causando centenares de muertes entre la población civil. Pocos observadores dudan de que el operativo obedeció a una ofensiva militar planificada de antemano.

Obama puntualizó su estrategia “antiterrorista” en el mismo debate: “Tenemos que salir de Irak porque necesitamos más tropas en Afganistán. No tenemos tropas suficientes en Afganistán porque están en Irak”. No se quedó ahí: “Se trata de Afganistán y de Pakistán. Debemos ocuparnos de Pakistán, donde al Qaida tiene santuarios seguros. Los paquis (sic) no han hecho lo que se debe hacer. Hasta que no enfrentemos esto, los norteamericanos no estarán a salvo en casa” (takimag.com, 29-9-08). Después de la escalada de incursiones y misilazos estadounidenses en la zona tribal pakistaní lindante con Afganistán –operativos que Obama apoyó–, Islamabad ha obedecido: lanzó una ofensiva que ha cobrado mil vidas en la zona hasta el momento, supuestamente, todas, de talibán (wiredispatch.com/new, 13-10-08). No hay diferencias entre el demócrata y el republicano en cuanto a abrir un tercer frente en Pakistán y, en general, en su insistencia en la política intervencionista militar en Asia Central y Medio Oriente.

Ciertas organizaciones norteamericanas han comenzado a percibir que la “nación democrática amiga” es más amiga que democrática. El último estudio de Freedom House, organismo independiente con sede en Nueva York que analiza el estado de la libertad de prensa en el mundo, ubica a Georgia al mismo nivel que Colombia y detrás de Nigeria, Malawi, Indonesia y Ucrania (www.freedomhouse.org, 29-4-08). Incluso el Departamento de Estado reconoce en sus informes de este año acerca del “avance de la libertad y la democracia” en el planeta que en “la nación amiga” empeoró la situación de la libertad de palabra, de prensa y de reunión, “los encargados de aplicar la ley actúan con impunidad” y “el gobierno presiona al poder judicial” (www.state.gov, 23-5-08). “Georgia democrática” es otro de los mitos creados por EE.UU. para justificar sus guerras de apetito petrolero en la región. La llamada “revolución rosa” que en el 2004 instaló en el gobierno a Mijail Saakashvili pronto se tiñó de negro.

La aventura de Tiflis al atacar Osetia del Sur fue una derrota militar, pero una victoria política. Los neoconservadores aprovechan la “agresión rusa” y presionan para que Georgia ingrese cuanto antes en la OTAN, otro eslabón de su cerco a la potencia euroasiática. Vuelve la guerra fría y el cambio prometido por Obama no modificará la política exterior de EE.UU. si es elegido presidente.

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