CONTRATAPA

Homo extranjero

 Por Rodrigo Fresán

Desde Barcelona

UNO Remitiendo a aquello tan citado del extranjero profesional Bertold Brecht, a Rodríguez –sin preocuparle si al final vendrán por él, porque siente que ya se lo llevaron hace mucho– no parece importarle demasiado que se lleven a los judíos, a los comunistas, a los obreros, a los intelectuales, a los curas. Nada dice Brecht –quien también dijo aquello de “robar un banco es un delito, pero más delito es fundarlo”– de si alguna vez se llevarán a los banqueros. Pero, ruega Rodríguez, que nunca se lleven a los extranjeros, por favor. Que nadie se meta con los extranjeros. Entendiendo por extranjeros a aquellos turistas que vienen, gastan dinero y se vuelven a sus casas; porque esos otros extranjeros que vienen o vinieron para quedarse y hacer los trabajos que nadie quería hacer no son tan bienvenidos. Ahora, de pronto, ocupan puestos de trabajo españoles y se aprovechan de la seguridad social y... Mientras tanto, por suerte, aquí llega y atraca otro de esos love boats grandes como varios hoteles para descargar la más preciada mercadería importada: jubilosos jubilados, familias XL y extranjeros cinco estrellas con alto standing y un VIP como monograma. Welcome. Spain is different, etc., olé.

DOS Porque ahí están las frías cifras de la calentura. El turismo aumenta a pesar de la crisis. Y España vuelve a ser lo que siempre fue y –todo parece indicarlo– seguirá siendo: potencia europea, sí, pero potencia vacacional a repartirse entre un 22,9 por ciento de británicos, 16,5 por ciento de franceses, 15,2 por ciento de alemanes y después Italia, los países bajos y nórdicos, resto de Europa, Estados Unidos y lo que queda del mundo. Puertas abiertas, pasen y vean y desembolsen: 7,7 millones de viajeros en julio pasado –un 4,4 por ciento más que en julio del 2011– y dos de esos millones llegaron directamente a estas tierras mediterráneas. Y, sí, Barcelona como la joya de la corona: cuarta metrópoli del continente en turismo internacional –sólo por detrás de Londres, París y Roma– ofertando su top-ten: Sagrada Familia, Aquárium, Museo del Barça, Poble Espanyol, Castell de Montjuïc, Zoológico con fantasma de Copito de Nieve, Museu Picasso, La Pedrera y CosmoCaixa y CaixaForum. Y playas. Y montaña. Y de pronto para Rodríguez –como en uno de esos delirios circulares con espasmódico montaje de videoclip– se suceden subsaharianos tomando por asalto unos peñones e islotes españoles; el turbio magnate americano Sheldon Gary Adelson optando por Madrid a la hora de su Euro Vegas y Barcelona, despechada, proponiendo seis parques temáticos a llamarse Barcelona World aunque estén en Tarragona; un millonario francés mutando a millonario belga; El Raval como la Meca para los skaters planetarios; familias enteras de hispanos subiéndose a autos rumbo a vendimias o cosechas o lo que venga. Y, fondo musical, “Killing an Arab” de The Cure. Mareado, Rodríguez agarra a su hijo y se lo lleva al cine, a una oscuridad encendida donde esconderse de tantos rayos y centellas.

TRES Está número uno en venta de entradas, se llama Las aventuras de Tadeo Jones, y es el film animado y español que ha superado en recaudación a Ice Age 4, Madagascar 3, Brave y Piratas. Y la crítica local ha celebrado su ambición de creerse Pixar (pero no) y criticado, también, el que sea demasiado derivativa de Indiana Jones y el que su héroe se parezca mucho a algo salido de la Aardman Animations. Pero a Rodríguez le inquietan otras cosas: el retrato un tanto xenófobo del personaje peruano, la omnipresencia del logo de Iberia y el que –a la caza de cierto internacionalismo– Tadeo Jones parezca ser ciudadano norteamericano pero ostente pasaporte español y, antes de consagrarse como paladín arqueológico, fuese un obrero de la construcción en el paro. Pero lo más perturbador de todo: apenas subliminalmente se les dice a los niños, piensa Rodríguez, que el buen Tadeo –nativo de Chicago, cerquita de Alcorcón– tiene que irse a Latinoamérica para poder ser alguien.

CUATRO Más confundido de lo que entró, Rodríguez y su hijo salen del cine y se ven arrastrados por lo que la editorial de La Vanguardia de la mañana siguiente definirá como “El tsunami de Barcelona”. La espectacular marcha independentista de la Diada, la más grande de toda la Historia. Banderas al viento y antorchas en el aire (y qué miedo que le dan a Rodríguez las marchas nocturnas con antorchas) y cientos de miles de personas (no hay consenso en la cantidad, como corresponde) proclamando que están cansadas de ser españoles maltratados por España. Así, se asegura que Catalunya contribuye al tesoro nacional mucho más de lo que recibe. Así, se contradice que Catalunya está en la ruina y se la pasa pidiendo ayuda del gobierno central. En el núcleo de la cuestión está el pacto fiscal y las ganas de ser un estado “junto a España pero no dentro de España”. Y referéndum en el horizonte. Rodríguez –catalán, hijo de andaluces, segundo apellido Rodríguez– siempre pasó por la cuestión como de puntillas, como queriendo que no lo descubran, como Tadeo Jones. Pero todo parece indicar que el tiempo de las indefiniciones se acaba, Bruselas empieza a tomarse el asunto en serio, Pep Guardiola saluda vía video desde Nueva York, y ya estamos otra vez entre panes y circos de un Barça-Real Madrid mientras, por supuesto, no falta el que se pregunta en tertulia televisiva si, de llegar la independencia, el Fútbol Club Barcelona seguirá jugando en la Liga Española. “Fatiga mutua”, diagnosticaría un triunfal presidente de la Generalitat Artur Mas en Madrid, ante empresarios que no podían ni verlo, un par de días más tarde. Y lo que inquieta a Rodríguez: la indisimulada satisfacción de Mas, las advertencias del PP modelo “ahora más que nunca hay que estar unidos”. Y lo mejor que Rodríguez –a quien siempre izquierda y nacionalismo le han parecido palabras que no deben bailar juntas– ha leído sobre el asunto: http://elpais.com/elpais/2012/09/12/opinion/1347452463_372481.html La noche anterior al huracán rojo y amarillo, Rajoy compareció por primera vez en los estudios de TVE para, interrogado sobre el tema catalán, decir que “España no está para grandes algarabías y líos”. La realidad –como ya es costumbre– ha vuelto a no darle la razón. Y a continuación, lo de siempre: a seguir haciendo “los deberes” y la incertidumbre en cuanto a sí se va a pedir o no el rescate (o si se espera a que pasen las elecciones gallegas y vascas de finales de octubre) mientras, muy en plan Catch-22, la prima de riesgo baja porque se descarta la llegada de los dineritos del Banco Central Europeo y, tal vez, vuelva a subir si no se es rescatado. Lo mismo de siempre, piensa Rodríguez, hasta que Rajoy dice algo verdaderamente inquietante: “La reforma laboral ha funcionado muy bien”. ¿En qué idioma habla Rajoy? ¿En qué país vive? ¿Qué pliegue de una dimensión alternativa habita? ¿Dónde nació? Entonces Rodríguez lo entiende: Rajoy y Mas son, también, extranjeros. Como él, uno y otro querrían estar en otra parte, empezar de nuevo, ser bien atendidos, superar jet-lags e incomodidades varias. Pero Rodríguez está mucho más fatigado que ellos; porque está fatigado de y por ellos.

Y hace tanto que no vuela.

Y el cielo le queda cada vez más lejos.

Si partir es morir un poco, entonces qué será partirse.

Compartir: 

Twitter

 
CONTRATAPA
 indice
  • Homo extranjero
    Por Rodrigo Fresán

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.