CONTRATAPA

El hombre retirado

Por Enrique Medina

En la veranda de su fastuosa terraza-patio del piso 25, desde donde se aprecia la monstruosa ciudad de Buenos Aires y el Río de la Plata, el hombre contempla el paisaje, los cientos de veleros disfrutando del día soleado. El y su mujer acaban de darse una ducha luego de la sesión de gimnasia con el preparador físico que viene tres veces por semana. Ronroneando, el gato siamés se le refriega en el pantalón. El hombre se sienta y el animal salta a su regazo exigiendo las caricias que no se hacen esperar. Ultimamente al hombre lo han ganado el desaliento y el desinterés por las cosas de la vida; él lo ha notado, y le preocupa. Quizá convenga decirle a su mujer que tiene ganas de ir a un cine, al teatro... No estaría mal ir al Colón... y ver la cúpula de ese pintor cuyo nombre se le escapa.
El fuerte dolor en la espalda y en la cintura lo obliga a ponerse de pie y caminar para aliviarse un poco; al verse devuelto a las baldosas, el gato se siente ofendido y entra al living. El médico le ha dicho que deje la vergüenza a un lado y de una buena vez use bastón, como todo el mundo en su estado. Hace años que ya debería estar usándolo, pero no, sería una forma de aceptar la realidad, y esto ni en sueños. Es de bien hombre movilizarse ignorando esas sorpresivas puñaladas en la cintura. Piensa que deberían cambiar el toldo, ya muy deteriorado por el sol y el fuerte viento de esta altura. Ella, destacándose mucho más joven, trae la bandeja con el té y la deposita en la mesa blanca. Comentan nimiedades sobre el tiempo y la cercanía de las fiestas de fin de año. Sobre parientes que hace mucho no ven. Sobre amigos. No hablan de quienes ya no viven. Ponete la gorra, que un vientito en la cabeza te resfría de nada. Ella va hasta el enorme jaulón de los cien pájaros, entra y les da lechuga a tres respetables tortugas, saluda con distintos silbidos a picaflores, cardenales, calandrias, carpinteros, un doradito copetón, dos loritos incómodos, una pareja de tucanes que se saben los capos del ambiente, y una larga cola que, a pesar de las explicaciones reiteradas de ella acerca de que ese pájaro es de la familia de los calurus pero no un quetzal ya que apenas si habrá uno o dos en plena selva guatemalteca, él lo mismo insiste presentándolo a las pocas visitas como un quetzal auténtico. Ella verifica que la mucama haya renovado el alpiste y los otros granos importados y que la fuente en la que los bichos beben esté limpia. Con suave ademán espanta a las palomas que intentan posarse en sus hombros y con tenue movimiento del pie aparta los conejos. Sale. El se coloca la gorra y piensa que, si los amigos no llaman, debería llamar él, no desligarse de las relaciones. Uno se va quedando solo y eso es malo.
Cuando estaba en actividad lo abrumaban los compromisos, las amistades inesperadas. Ahora, ya retirado, día a día debe conformarse con el recuerdo. Y esto no le complace. Le pregunta a su mujer:
–¿Qué habrá sido de Zacarías?... Mirá vos, pensaba en él sin ningún motivo... ¿Cuánto hace que llamó la última vez?... El año pasado no llamó, ¿no?... La pucha, cómo pasa el tiempo...
Ella le acerca la taza con el té y una pastilla, unta unas tostadas con jalea de frambuesa:
–... Y... Debe haber sido... ¿Hará más de dos años, más o menos, o más?...
–... Creí que más... Mañana podríamos salir... ¿No es la pastilla roja la que me toca ahora?...
–La roja te toca a la noche, ahora tomate ésa... Acordate que mañana viene tu hija...
–Tendría que ir al club...
Ella, con pasos gimnásticos, muy a lo despreocupada, como siguiendo una música mental, bebiendo sorbitos se desplaza hacia el ala opuesta, se desvía quedando de frente sobre la avenida. La otra torre está como a una cuadra. También en un piso alto, el muchacho ya está en su balcón. Ella se muestra y el muchacho se acomoda en la silla de lona y apunta el binocular. Ella se desnuda, se suelta el pelo y baila para él.
El hombre retirado piensa que debería llamar a alguien porque si espera que lo llamen... Odia la televisión, pero es la hora del noticiario. Agarra el control remoto y prende el televisor.

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