CONTRATAPA

Revolucionarios en pañales

 Por Andrea Ferrari

Ya hace mucho tiempo que la imagen clásica del Che barba, boina, estrellita se convirtió en una marca exprimida y comercializada en todo el planeta hasta, se diría, secarla y esterilizarla por completo. Pero, lejos de acabarse, la cosa adquirió en los últimos tiempos nuevos bríos con el éxito de la película de Walter Salles, Diarios de motocicleta, y el anticipo de la que se verá este año, Che, dirigida por Steven Soderbergh y protagonizada por Benicio del Toro.
Estados Unidos no quedó fuera de una movida que auguraba buenos negocios. La cara del Che aterrizó en algunas vidrieras y, una vez más, los norteamericanos demostraron que a la hora de vender algo, ya sea el Pato Donald, el Che Guevara o Jack el Destripador, son imbatibles. Business is business, dicen ellos.
La perla de todo esto fue la creación de la marca Appaman: un enterito para bebé. Vale la pena leer cómo lo promociona en su sitio de Internet el negocio La La Ling, de Los Angeles: “¡Viva la revolution! (sic). Ahora, aun el rebelde más pequeño puede expresarse a través de estos increíbles enteritos para bebé. Este icono clásico del Che Guevara también está disponible en forma de remera de manga larga para chicos”.
Y sigue: “¡Larga vida al rebelde que hay en todos nosotros... No hay imagen icónica más cool que la del Che! Llegaron nuevos colores: rojo oscuro y púrpura, mientras que el color arena sigue disponible en talles 612 meses y 1218 meses”.
El enterito le pareció un hallazgo a la revista Time, que lo incluyó en su catálogo de compras por Internet y lo hizo famoso. Cuesta 25 dólares, pero parece que sale como pan caliente.
Los cubanos exiliados protestaron. Era esperable. Mandaron cartas donde se quejaban amargamente con frases del tipo “¿Y qué vendrá ahora, remeras con la cara de Stalin?”. También hicieron algunas (pequeñas) manifestaciones frente a negocios que vendían este tipo de productos. En algún caso tuvieron éxito, y una remera o un reloj fueron retirados. Pero no con La La Ling, donde tienen bien claro que una cosa son los negocios y otra la política. La dueña, Ling Chan, le dijo al diario Sun Sentinel que las de Guevara están entre las prendas que más se venden, porque “la imagen del Che está de moda en este momento”. Y que no cree que la gente la compre “necesariamente por la política”: “Yo tengo un negocio de bebés y a mis ojos es simplemente una remera”.
Lo que la señora Ling tal vez no sabe es que corre el riesgo de ser demandada, tal como le sucedió a un fabricante que producía remeras y posters en Minnesota. Porque una firma que tiene buena parte de su producción basada en la imagen del Che y se llama (no es chiste) “Fashion Victim”, asegura haber comprado hace dos años los derechos para explotar en América del Norte la archifamosa imagen a los herederos de Alberto Korda, el autor de esa fotografía. En vida, Korda permitió el uso libre de la imagen, a menos que “deshonrara” la figura del Che. Sólo presentó una demanda cuando fue usada en la campaña publicitaria de la marca de vodka Smirnoff y ganó el pleito. Pero Korda murió en el 2001.
Sería apropiado decir ahora que si el Che supiera que su imagen no sólo se convirtió en objeto de consumo en Estados Unidos sino que hasta tiene dueño y paga derechos, se revolvería en su tumba. Pero tal vez no. Quizá sonreiría ante esta irónica vuelta del destino: ahora está junto al corazón de muchos norteamericanos, desde su más tierna infancia.

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