CONTRATAPA

En los últimos días...

 Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona

UNO En los últimos días demasiados aviones se caen del cielo como si alguien les cortara los hilos o los dejara sin pilas (y se cayó un helicóptero español en Afganistán y un avión de combate se empotró contra una casa de Baeza porque al piloto militar le gustaba pasar volando bajo y rasante y haciendo ruido para asustar a los enemigos y saludar a los amigos de su pueblo); y un huracán destruyó buena parte de Nueva Orleans y todo Biloxi (me atrevo a asegurar que Randy Newman ahora mismo está componiendo una magistral canción sobre todo el asunto); y hay un par de tifones sueltos por Japón; y Portugal arde y España sufre la peor sequía en muchísimo tiempo; y los glaciares europeos han perdido buena parte de su volumen; y organismos responsables advirtieron sobre una epidemia incontrolable de gripe aviaria porque las aves del Viejo Mundo se encuentran en la India con las aves de Asia durante las migraciones del invierno y cuando vuelvan...

DOS En los últimos días los noticieros parecen películas catástrofe y –como el ajuste de graves de mi televisor anda mal– hasta dan la impresión de que vienen con sensarround o como se llamara aquel efecto especial que hacía temblar las paredes del cine cuando se proyectaba Terremoto. En los últimos días volví a ver a Bush sonriendo como por reflejo automático (como si alguien apretara un botón) al final de cada frase por más que esté diciendo algo terrible y cometiendo los mismos errores de siempre: reaccionando un día tarde (alguien apuntó que Bush llegará 24 horas después a su propio entierro); permitiendo ser filmado sobre un avión y, como un chico, mirándolo todo por la ventanilla y desde muy arriba (avión desde el que luego se bajaría llevando en brazos a su ya célebre can); y utilizando símiles bélicos que le explotan en la cara refiriéndose a las consecuencias de la catástrofe natural como si tratara de “una zona atacada”. Lo que se le dejó muy bien servida a una senadora demócrata quien retrucó: “Si, a pesar de todo el dinero que venimos gastando en defensa nacional luego del 11-S, ésta es nuestra capacidad de respuesta y de reacción teniendo en cuenta que sabíamos que llegaba Katrina y que no se trata de un inesperado atentado terrorista, bueno, entonces me atrevería a decir que estamos en problemas...”

TRES En los últimos días leí en The New York Times un artículo del especialista Ross Gelbspan –autor de libros con títulos ominosos como The Heat Is On y Boiling Point– donde se dice: “A medida que el cambio climático se acelera, son muchos los investigadores que ya piensan que nos hemos adentrado en un período de mutación irreversible y descontrolada”. Y el problema añadido a todo esto es contemplar lo poco preparado que está el hombre –cuán dormidos están sus reflejos animales y su instinto de supervivencia– cuando vemos cómo se comporta en peregrinaciones o en encierros de toros o en canchas de fútbol o en las colas para conseguir la tan añorada nueva consola de videogames o subiendo a aparatosos aparatos voladores de líneas aéreas que figuran en listas negras de las que los pasajeros no tienen información o acceso: a la hora de evacuar o del abordaje, el ser humano siempre elige la puerta más chiquita o el camino más angosto. Y allá van todos: corriendo y gritando y encomendando sus almitas a un Dios siempre aficionado a derribar templos sobre sus fieles cuando llega la hora de alguno de esos cada vez más frecuentes terremotos.

CUATRO En los últimos días parecía que llegaba el otoño y entonces volvió el verano y hubo que buscar aire acondicionado y fui al cine a ver The Hitchhiker’s Guide to the Galaxy. Ciencia-ficción y humor británico resultando en una cruza de Star Wars con Monty Python (formidable el robotito depresivo Marvin) y un comienzo inolvidable: un amigo se lleva al otro al pub y le confiesa dos cosas. La primera es que él siempre fue un alienígena, la segunda es que en unos ocho minutos la Tierra será volatilizada para hacer sitio para un desvío de una autopista cósmica. Dicho y hecho. La película está basada en el primero de una serie de libros –existe edición en castellano en Anagrama– de Douglas Adams pertenecientes a la que acaso sea la mejor de los existencias posibles: ser best-sellers de culto. Y, como dije, la cosa tiene mucha gracia pero, también, un momento de inesperada e intensa emoción cuando el atribulado terráqueo Arthur Dent visita la fábrica de planetas y se pasea por los cielos limpios de una flamante Tierra 2. Allí, el Gran Creador le pregunta al involuntario héroe si la quiere igual al original o tiene algún cambio o sugerencia que hacer. Dent responde en el acto: “Que sea igual a la anterior; pero yo no quiero vivir en ella”.

CINCO En los últimos días me enteré de que Steven Spielberg –luego del fracaso tanto económico como artístico de The War of the Worlds– insiste en los cataclismos planetarios y ahora le tocará en turno a When the Worlds Collide. Y si en la primera llegaban los aliens en ésta será un cuerpo celeste el que se nos vendrá encima. Y me atrevo a predecir que tampoco va a andar. ¿Por qué? Porque ya nadie se cree aquello de que la culpa del fin del mundo vaya a tenerla alguien que no sean los seres humanos.

SEIS En los últimos días releí un muy buen libro de Otto Friedrich titulado, con gracia, The End of the World: A History. En él se nos habla de cómo fue cambiando la percepción del Apocalipsis a lo largo de los milenios. Así, según Friedrich, la idea se estrena en los viejos mitos y se revisita en los saqueos, plagas, Auschwitz, Hiroshimas y Bagdads. La tesis de Friedrich es que huérfanos de Dios, ignorantes del de dónde venimos y a dónde vamos, de tanto en tanto nos la arreglamos para montar ensayos del cómo va a terminar para ver si así Papi vuelve a casa y nos salva o, por lo menos, nos explica. El Juicio Final como obligación contractual. El problema es que los ensayos –en principio naturales, ahora cada vez más artificiales– nos salen cada vez catastróficamente mejor. Y que –todo parece indicarlo– Papi se fue a vivir lejos y ya tiene otra familia y sus nuevos hijos son mucho más inteligentes.

SIETE En los últimos días se piensa cada vez más seguido en los últimos días.

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