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Por Rep

¿Qué reacciones habría provocado un periodista de haber escrito “La ministra Camaño es una negrita y parece un chimpancé”?
Muchas, demasiadas veces los humoristas somos disculpados por nuestras gracias “inofensivas”. Total, son “dibujitos”. En este caso, ni dibujitos.
El montaje photoshopgráfico que el domingo 26 de mayo publicó el diario La Nación es de una discriminación tan ofensiva que merecería un repudio general de opinión pública, o de periodistas. Pero, claro, es sólo un chistecito.
Lo sabemos: la ministra Camaño, junto con su marido el senador Barrionuevo son representantes de una manera de hacer política que deseamos sea pronto execrada. Sus conductas y sus dichos han sido tan obscenos que toda crítica es poca. Los humoristas solemos juzgar los símbolos del poder, los actos públicos de los funcionarios y, en el mejor de los casos, los comportamientos de las instituciones a la hora de hacer nuestro trabajo, para convertirlos en sátira política. Ese ha sido siempre el enaltecedor ejemplo de grandes de nuestra historia gráfica: Sábat, Columba, Cao, Izquierdo Brown, Nine, Cascioli, Landrú, Mayol y sigue una lista generosa. Apelar a las señas particulares de un funcionario público, si ésto no va acompañado de un dato metafórico (léase la tortuga por lentitud, o la operación de glúteos por alguien que los entregó definitivamente, como ejemplos), o meterse con datos de la vida privada de éstos, no es algo digno de esta profesión. Se manejan símbolos, frases, errores de la vida pública, y se transforman en caricaturas. Con mayor o menor profundidad, vuelo o gracia, según el autor.
Vuelvo al periodismo. En un momento en que los Cuarto Poder se toman tan en serio su labor, determinan lo que es la realidad “seria” y se miran con lupa a la hora del juzgamiento corporativo, deberían advertir que un aviso publicitario también genera discriminación y, como en este caso, un chiste de dudosa calidad es un ejemplo de esquirla cultural, de muestra de un pensamiento del hacedor y su medio, que también tiene su historia. “Aluvión zoológico”, “morochitos no entran”, actitudes lombrosianas que no deberíamos aceptar quienes consideramos el humor como un acto de humanismo, de tolerancia y de liberación de los prejuicios.
La señora Camaño se merece el mayor de los respetos por su color de piel y sus rasgos, así como aquel dibujante que tuvo la “suerte” de nacer rubio y de ojos claros lo merece, más allá, ambos, de sus ideologías. Amenaza de híper, sed de orden, racismo... ¡cómo se está pareciendo esto cada vez más a la República de Weimar!
Y como nada es gratis, esta contratapa tampoco lo es para mí: hace unas semanas me comunicaron que soy un candidato al Premio Konex, en una terna que comparto, entre otros, con este señor Nik. Bueno, aprovecho estas líneas para renunciar a ese privilegio. No quiero que me metan en la misma bolsa. Muchas gracias.
Y, lo peor de todo: ¡Tuve que defender a Camaño!

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