CULTURA › EL NOBEL DE LITERATURA 2002 FUE PARA EL HUNGARO IMRE KERTESZ

“Ahora podré trabajar sin apremios”

El escritor, que escapó a los campos nazis de Auschwitz y Buchenwald, es casi desconocido para el mundo hispano. “Su obra muestra la fragilidad del individuo en el bárbaro transcurrir de la historia”, fundamentó la Academia sueca.

El húngaro Imre Kertész adquirió celebridad literaria mediante la descripción de lo indescriptible. Su obra más importante, Sin destino, narra de modo sensible, pero a la vez distanciado la vida de un adolescente de 15 años en los campos de concentración nazis. Esa, precisamente, era la edad del mismo Kertész cuando fue deportado a Auschwitz y luego a Buchenwald. Desde ayer, el escritor de 72 años agregó a su historial nada menos que el Premio Nobel de Literatura 2002: en Estocolmo, la Academia sueca anunció el premio considerando que “la obra de Kertész muestra la fragilidad del individuo en el bárbaro transcurrir de la historia”. El galardón, dotado con diez millones de coronas (equivalentes a un millón de dólares), se entregará el 10 de diciembre.
Desde su actual residencia en Berlín, el escritor declaró ayer que recibió la noticia sobre su distinción “con gran alegría”. “Es un gran reconocimiento para mí y significa tal vez también que podré llevar ahora una vida algo más tranquila, al menos en lo financiero. No soy un hombre rico, con el dinero podré escribir sin apremio”, señaló.“Toda mi obra ha alcanzado difusión a través de la lengua alemana... mi idioma natal es una pequeña lengua insular, pero el Premio Nobel es también una distinción para la literatura húngara, que no tenía hasta ahora ningún Nobel de Literatura. Es muy interesante para mí que haya recibido este premio por mi literatura sobre el Holocausto y antidictatorial. Esto significa tal vez también una enseñanza para el conjunto de los estados del Este europeo”.
La obra del flamante Nobel no se distingue por su amplitud. Apenas media docena de libros, que sin embargo dan formato literario a la experiencia más extrema del siglo XX, el Holocausto. “Aun cuando hable de otra cosa, hablo de Auschwitz, soy un médium del espíritu de Auschwitz”, dice su alter ego en la novela Fracaso, que continúa la “Trilogía sobre la carencia de destino”. Kertész invirtió la frase de Theodor Adorno sobre la imposibilidad de escribir después de Auschwitz, al afirmar que sólo puede escribir sobre Auschwitz. Nacido el 9 de noviembre de 1929 en el seno de una familia judía de Budapest, en 1944 fue deportado al campo de concentración de Auschwitz y de ahí al de Buchenwald, de donde lo liberaron las tropas estadounidenses en mayo de 1945. Durante la posguerra, en Hungría trabajó como periodista, autor de comedias teatrales y guiones cinematográficos y traductor de autores como Freud, Canetti, Nietzsche y Wittgenstein. Pero no pudo liberarse de los recuerdos de los campos de exterminio nazis y comenzó a partir de 1960 a trabajar sin descanso en la trilogía.
Sin embargo, el tema del Holocausto estaba unido a demasiados tabúes bajo el gobierno comunista húngaro, como la cuestión del pacto HitlerStalin y el antisemitismo latente en la Unión Soviética. La misma sociedad húngara se resistía a revisar el pasado, en el que se había registrado la deportación de 600.000 húngaros judíos a los campos de concentración por orden de las autoridades locales aliadas a los nazis. Sin destino pasó casi inadvertida al publicarse por primera vez en la Hungría comunista, en 1975. Recién una reedición realizada una década más tarde le valió un mayor reconocimiento en círculos literarios: la traducción al alemán, en 1996, supervisada por el mismo autor, lo proyectó a la celebridad internacional. Con Fracaso y Kaddish por el hijo no nacido completó la trilogía, una especie de oración fúnebre que se continúa en la experiencia de ser un sobreviviente. Así la crítica especializada equiparó la obra de Kertész sobre los campos de concentración a las de Primo Levi y Jorge Semprún.
A pesar de la referencia a Auschwitz, la de Kertész no es una prosa de monótona consternación. En Diario de la galera, una serie de apuntes de entre 1961 y 1991, rastrea respuestas a las cuestiones de la determinación y la libertad del individuo bajo el régimen comunista. En Otro, en tanto, retoma la forma del diario personal en los tiempos después de la caída de la Cortina de Hierro, en los que vislumbra un peligroso resurgimiento delnacionalismo. Pero también aquí ronda la pregunta filosófica por el yo y su identidad. “¿Cuál parte de esta vida escindida se llama ‘yo’?”, inquiere. Y acerca respuestas al menos parciales: “‘Yo’ es una ficción, de la que en todo caso somos coautores”.
Actualmente, Kertész vive en Berlín para escribir una obra llamada Liquidación, referida al tiempo de la caída de los regímenes comunistas en Europa Oriental. “La acción de la novela se desarrolla en los tiempos de la transición, en la perturbadora, repentina libertad en la que se liquida el pasado, se modifican las biografías”, describió Kertész la obra en el último boletín del Colegio Científico de Berlín, que auspicia su trabajo. “Nada sigue vigente, ya no hay historia que se pueda narrar”, agregó el autor. “Se narra este quiebre, que fue vivido en el antiguo bloque comunista como un profundo trauma, y de cómo se tiene que confrontar con su propio pasado, quiérase o no. A la vez planeo con esta novela echar una última mirada sobre el Holocausto, ya no sobre los sobrevivientes, sino sobre la segunda generación, la de los nacidos después, que luchan desconcertados con la pesada herencia, que huyen del proceso de reelaboración o lo toman como tarea”. A la hora de enfrentarse a la prensa de todo el mundo que quiso conocer sus impresiones, el húngaro no pudo evitar otra referencia a su historial de sobreviviente de dos nombres que aún hoy provocan horror: “Somos los últimos. Pregúntennos todo”.

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Kertész, pura sonrisa, al recibir la noticia del Nobel de Literatura en su residencia de Berlín.
 
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