CULTURA › ENTREVISTA A LA ACTRIZ Y DIRECTORA GABRIELA IZCOVICH

“Me impresiona el hombre en crisis”

La teatrista estrenará hoy en La Carbonera la obra Terapia, versión escénica de la novela de David Lodge. El propio autor inglés llegará a la Argentina en abril para ver el resultado de la adaptación.

 Por Cecilia Hopkins

La actriz y directora Gabriela Izcovich logró singularizar su carrera dedicándose a la dirección de obras adaptadas por ella misma, basándose, principalmente, en textos narrativos. Sin embargo, la primera de estas experiencias de traslación a la escena fue la realizada en 1995 sobre textos del poeta Jacques Prévert, junto a su padre, Carlos Izcovich, en un espectáculo que se llamó Un poeta en la calle. Al año siguiente, junto a Rafael Spregelburd firmó la dramaturgia de Varios pares de pies sobre piso de mármol, montaje que entrelazó textos de dos obras de Harold Pinter, Traición y Viejos tiempos. Ya por su cuenta, Gabriela encaró un año después la versión teatral de Nocturno Hindú, novela de Antonio Tabucchi, experiencia que la animó a continuar alerta a la búsqueda de otros autores posibles de versionar. “En realidad, fue mi mamá, que es librera, la primera que me sugirió textos”, confía Izcovich en diálogo con Página/12. De quien ya lleva estrenadas dos obras es del paquistaní-británico Hanif Kureishi: primero fue su novela Intimidad, y luego, Cuando comienza la noche, un texto que el propio guionista de Ropa limpia, negocios sucios (film de Stephen Frears) le confirmó que deseaba que llevara a escena, en el momento en que todavía lo estaba escribiendo.
Siguiendo con esta mecánica de trabajo (que incluye, una vez finalizada la adaptación, la traducción al inglés para que los autores puedan evaluarla), ahora es el turno de Terapia, versión escénica de la novela del londinense David Lodge, “un texto de 400 páginas, con infinidad de personajes que, no bien comencé a leer supe que adaptaría”, según afirma.
El elenco está integrado por Alfredo Martín, Eugenia Alonso, Julia Catalá, Carlos Defeo, Gaby Ferrero, Gonzalo Kunca, Marcelo Mariño, Carolina Zacagnini y la propia Izcovich, hasta el momento siempre presente en sus montajes. Las funciones tendrán lugar desde hoy en La Carbonera (Balcarce 998). Invitado por el British Council, el propio autor llegará a Buenos Aires a comienzos de abril, “intrigado, con muchas ganas de ver el resultado, algo que me emociona mucho porque siempre fueron mis obras las que viajaron al exterior y allí fueron vistas por los autores”.
–Como ocurre con otros creadores, su teatro tiene muy buena recepción en Europa...
–En términos económicos, veo al país en un estado desastroso, pero en cuanto al teatro alternativo e independiente, la producción es, en general, muy buena. Lo digo, lamentando, por supuesto, que las cosas sean así como son. Paradójicamente, en Europa, donde los gobiernos invierten mucho dinero en cultura, no se encuentra la misma pasión puesta en el escenario, como ocurre aquí. Allá gusta mucho nuestro teatro y tal vez tenga que ver con la actividad que éste le propone al espectador: allá los espectáculos están, escenográficamente, muy armados y aquí, como nunca hay posibilidades materiales, el espectador se ve en la obligación de completar lo que no se le da.
–¿Le interesan el cine o la televisión, como actriz?
–En relación con la pasión que se pone en juego y con la falta de medios, nuestro cine está logrando la misma fascinación que el teatro argentino fuera del país. Hay un mundo de guionistas y directores jóvenes muy interesante del que me gustaría participar. En cambio, la televisión no es un género al cual yo le dedicaría mi energía. Mi casa es el teatro: me gusta la elaboración lenta, artesanal, la relación casi familiar con los actores. Son ellos los que elaboran conmigo los textos, la composición de ellos siempre supera la obra escrita.
–Si uno lee su adaptación de Terapia, es posible encontrar una gran afinidad con el texto de Intimidad. ¿Usted también lo notó?
–Las obras originales son muy diferentes en cuanto a su estilo literario, pero es cierto que puede haber puntos de contacto entre una y otra. En Terapia, sin embargo, me parece que Lodge presenta algo más que a un hombre en pleno conflicto matrimonial, como en Intimidad, porque creo que la crisis del protagonista es completa, se da tanto en lo laboral como en su vida afectiva. A mí me apasiona la situación del hombre en crisis.
–Del hombre, literalmente, porque los protagonistas de sus obras (al menos hasta ahora) nunca han sido mujeres.
–Sí, porque, en general, somos las mujeres las que con más facilidad accedemos a la expresión de las emociones y los estados críticos. A mí me emocionó mucho leer Intimidad, por el modo en que sufría ese hombre. Tanto despojamiento me conmocionó. Porque en general, me parece que los hombres tamizan más sus experiencias y por eso les resulta más complicado encontrarse con el sufrimiento, con la posibilidad de expresarse.
–¿Por qué hay en la obra tantas alusiones al filósofo danés Kierkegaard?
–Lodge propone un juego muy gracioso de identificación entre el personaje (Lorenzo, a cargo de Alfredo Martín) y el filósofo, sobre el tema de la imposibilidad del encuentro con el amor. Una imposibilidad que, en realidad, él mismo crea, por su propia locura. Pero queda claro que el sufrimiento de Kierkegaard, basado en su situación personal, era extremo, superador de todo lo imaginable. La mujer de Lorenzo no comparte las lecturas de su marido ni tampoco está de acuerdo con ese discurso suyo sobre los beneficios de los actos repetitivos en el matrimonio –también basado en el pensamiento del filósofo– y decide separarse.
–La obra se llama Terapia, pero casi no se refiere al psicoanálisis, sino más bien a las terapias alternativas.
–Hay una sola de esas terapias que tiene que ver con el psicoanálisis, que es aquella que lo impulsa a escribir un diario íntimo, algo que también tiene que ver con los diarios del filósofo danés. La aromaterapia, por ejemplo, lleva al protagonista a reencontrarse con su primer amor, desde la memoria sensorial, una conexión que se establece sin la intervención del intelecto. Pero no creo que el autor haga una crítica acerca de las terapias. Simplemente, Lorenzo transita por una gran variedad de sistemas terapéuticos y, de algún modo, todos le sirven para algo. En cuanto a la terapia psicoanalítica, en Europa está suscitando el mismo interés que aquí hace años, cuando la situación económica era otra. Igual, yo no soy una fiel defensora de las terapias: lo que a mí me interesan son los caminos que los seres humanos vamos buscando permanentemente con la idea de estar mejor. Y estas elecciones pueden ser muy variables y depender de los momentos de cada cual. Hasta que se encuentra la terapia justa.

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Gabriela Izcovich es ya una especialista en la adaptación de textos literarios.
 
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