CULTURA › LOS HOMENAJES POR LOS QUINCE AÑOS
DE LA MUERTE DE MANUEL PUIG

El escritor que escapó del canon

Desde hoy, el Palais de Glace será escenario de la muestra Puig, 15 años después, que busca un retrato integral del autor de Boquitas pintadas. “La literatura de Puig construyó, con los géneros menores y un relato popular, un edificio complejo y sofisticado”, dice el curador Patricio Lóizaga.

 Por Silvina Friera

El tiempo es una máquina que decanta los prejuicios, esquiva la santificación y les pasa el plumero a los mitos: el del escritor iletrado y espontáneo, el del guionista fracasado que se convierte en novelista, o el del snob despolitizado. Es el tiempo de volver sobre la obra de Manuel Puig y su lugar en la literatura argentina. “La batalla que planteó Piglia entre Borges y Arlt en Respiración artificial la ganó Puig”, provoca Patricio Lóizaga, director del Palais de Glace y curador de la muestra Puig, 15 años después, que se inaugura hoy a las 18.30 en el Centro Cultural Borges. Este homenaje al autor de La traición de Rita Hayworth, que murió en Cuernavaca (México), el 22 de julio de 1990, arranca con la presentación de Querida familia, el primer tomo de sus cartas europeas (1956-1962), publicado recientemente por editorial Entropía bajo el cuidado de Graciela Goldchluk, y con una exposición de quince retratos del escritor, pertenecientes a la colección de la familia Puig, fotografías del Ballet Boquitas Pintadas, manuscritos del Archivo Puig, ediciones originales de su obra y una selección de las traducciones más significativas de sus libros (ver aparte).
“La literatura de Puig construyó, con los géneros menores y un relato eminentemente popular, un edificio tan complejo y sofisticado, con capas tan profundas, como el que puede tener Borges con otro tipo de construcción literaria”, dice Lóizaga en la entrevista con Página/12. “En Argentina hay una polarización no explicitada entre una idea de la perfectibilidad del lenguaje, expresada en grandes escritores como Tizón y Saer, y en este plano polarizado no hay un reconocimiento a Puig”, sugiere Lóizaga. “A veces hay una descalificación muy sutil que pone el acento en la perfectibilidad del lenguaje y de la escritura. Yo creo que es una falsa antinomia.”
Chau, mitos
“Puig logra esquivar la canonización”, dice Graciela Goldchluk, especialista en la obra del escritor. “Es un grande y eso nadie lo va a discutir, nadie se atrevería a decir en voz alta lo que dijo Vargas Llosa: ‘¿Quién era este tipo que no sabía escribir?’.” En el seminario que se realizó en Nueva York, el 22 y 23 de junio pasado, Goldchluk se encargó de demoler los mitos vinculados con Puig, mostrando el archivo del escritor frente a un puñado de académicos argentinos y estadounidenses. Y no hay manuscrito de Puig que resista el primer mito, el del escritor iletrado. “El escribía un montón de notas en las que hacía muchas referencias culturales y literarias, pero después esas referencias no aparecían en sus novelas porque no quería que su literatura fuera sólo para iniciados”, explica Goldchluk. “Puig tenía un background literario muy grande, pero en la escritura final lo disimulaba.” El segundo mito es el del escritor espontáneo, del tipo “estaba escribiendo un guión y le salió una novelita”. “Pero llegó a tener siete versiones de cada capítulo y corregía obsesivamente con parámetros musicales”, acota la especialista en la obra de Puig con la satisfacción que genera encontrar esos materiales que desmitifican la supuesta espontaneidad de autor del Boquitas pintadas.
Otro de los mitos es el del guionista fracasado que después se hizo novelista y nunca más escribió guiones. “En el archivo, que contiene entre 12.000 y 15.000 papeles ya digitalizados, aparecieron como quince guiones. El último que escribió fue sobre la vida de Vivaldi”, agrega Goldchluk. El cuarto y último de los mitos es el del escritor despolitizado. “Hoy es muy raro decir que la literatura de Puig no es política porque hay una percepción más microfísica de la política”, sostiene la especialista. “En 1978 Puig pone a una Madre de Plaza de Mayo en Pubis angelical. El personaje es una mujer que se despierta en la plaza del pueblo frente a la pirámide, se levanta y grita: ‘¿Dónde está mi hija?’. Y es loca y peligrosa porque no quiere admitir que la hija está muerta. ¡Nadie se avivó de que era una Madre de Plaza de Mayo!... y no es metafórico, lo que sucede es que no era un texto panfletario como mucha de la literatura que se escribía en los setenta.” Otro ejemplo significativo que Goldchluk pudo rescatar a partir de la minuciosa lectura de los manuscritos demuestra las sucesivas modificaciones que Puig hizo del personaje de Valentín en El beso de la mujer araña. “Yo veía que ese personaje, que se construyó con testimonios de presos políticos liberados por Cámpora y presos del PRT, que tiene básicamente el carácter de un guerrillero, se va haciendo cada vez más dialógico.”
De la Reagan a Bush
“Borges es el canto del cisne de la literatura, demuestra que ya no es posible narrar, que la literatura está para otra cosa, para reflexionar. Pero Puig es eppur si muove, no escuchó que no se podía narrar”, compara Goldchluk. “La literatura de Puig, en el discurso creativo, se podría entroncar con Arlt y Silvina Ocampo. Puig viene directo de Arlt, sin mediaciones. En Puig la inteligencia se rinde frente a la sabiduría. Hoy el camino de Puig lo está siguiendo César Aira.” En el documental de Mausi Martínez (ver aparte), que se estrenó en Nueva York, Felisa Pinto recuerda una anécdota de Puig. “Un día vino Manuel con un diario en la mano y dijo: ‘Ganó la Reagan, sonamos’. ¿Se imagina lo que diría ahora con Bush?”.

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Manuel Puig murió en Cuernavaca (México), el 22 de julio de 1990.
 
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