CULTURA › OPINION

La cultura enferma

Por Carlos Abrevaya *

De las formas que adopte nuestra cultura dependerá todo nuestro futuro. ¿Pero de qué cultura hablamos? Cultura, para este caso, podría ser un conjunto de valores profundos, conscientes o inconscientes, que originan, promueven y determinan nuestra conducta, transformándola en relaciones y objetos, testimonios de esa cultura. Más sencillo: cultura, en síntesis, es lo que realmente pensamos, lo que en el fondo nos parece bien o mal, lindo o feo, deseable o indeseable, lo que nos hace responder con hechos, palabras, silencios, lo que nos impulsa a pelear o escapar, hacer la denuncia o coimear, luchar o especular, comprar, vender, saquear, preguntar o prejuzgar. Es algo que no tiene relación directa con la acumulación de libros leídos, por ejemplo. Leer muchos libros que repiten de distinta forma una misma y pequeña cultura, algunos pocos valores subrayados, no significa tener una cultura más amplia. Al contrario, es posible tener muchos títulos y poca cultura. La mente como depósito de objetos es tan cultural como un tacho de basura. Tal vez sea por eso que ciertos eruditos manifiestan una visión profundamente despreciativa de la cultura, como si se vengaran por haber perdido el tiempo en tanto acopio inútil. Por supuesto, el desprecio no se ejerce abiertamente. Una forma es pensar que el arte es un privilegio de elegidos. Pero hay otras maneras de despreciar, algunas mucho más populares, que consisten en ver al pueblo como un conjunto de bastardos amantes de la chatura y la pobreza. El abuso suele ejercerse con sutileza. No es la brutalidad de la guerra. Es la delicadeza de la estafa. También hay eruditos narcisistas que ven a la cultura como un reino de nobles caballeros que compiten, en el fondo, contra su propia vergüenza. En todos los casos, la verdadera cultura es la que explica estas conductas. Desde allí, Susana Giménez es la forma que se explica en una cultura. Y la Mona Jiménez y Neustadt y Bioy Casares y Teresa Parodi y tantos otros conocidos y tantos muchos más otros desconocidos. Ocurre, entonces, que en la cultura está el sentido y el sinsentido de nuestra vida, de nuestra vida concreta, cotidiana, personal y social, hiperinflacionaria, económica, amorosa. Es algo mucho más real que las matemáticas, superior al Austral –como casi todo– y aún más importante que el dólar, porque el dólar también es un hecho cultural. Si estamos mal, es hora de decirlo: estamos mal como resultado de una cultura. ¿Pero de qué cultura estamos hablando?

* Esta columna fue publicada en Página/12 el 19 de julio de 1989. Y los interrogantes siguen teniendo vigencia.

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