CULTURA › PERFIL DE UN AUTOR QUE DILUYE LOS GENEROS

Una perfecta máquina ficccional

 Por Silvina Friera

“¿Y qué es en definitiva la biografía de un escritor sino las transformaciones de su estilo?”, se pregunta Emilio en Respiración artificial (1980), el libro que convirtió a Ricardo Piglia en un referente literario casi insoslayable de la literatura argentina. Este interrogante sirve para trazar las señas particulares de un escritor que hizo de las transformaciones textuales –la innovación en su escritura, el modo de establecer protagonistas cercanos a él y la forma de leer las diferentes tradiciones literarias del país– un estilo. Publicada en plena dictadura militar, aquella novela se erigió en un acto de resistencia frente a una coyuntura de contaminación simbólica e ideológica. Pero también reflejaba la doble práctica pigliana ensayística/ficcional: textos que se presentan como “máquinas ficcionales” con estructuras discursivas enyasísticas, o tipos de construcciones que ficcionalizan la teoría. Resulta imposible, entonces, ceñir sus libros a un género, cuando precisamente el escritor tiende a diluirlos.
Ricardo Piglia nació en Buenos Aires en 1940. En 1967 publicó en La Habana su primer volumen de cuentos, Jaulario (que obtuvo una mención en el Premio Casa de las Américas), y que apareció posteriormente en Buenos Aires con el título La invasión. Después siguieron Nombre falso (1976) –en el cuento homónimo un personaje llamado Ricardo Piglia busca un inédito de Arlt y se tropieza con Kostia, que cuestiona el lugar de Arlt en la literatura argentina–, Crítica y ficción (1986), Prisión perpetua (1988), La ciudad ausente (1992), Cuentos morales (1995) y la novela que más polémica ha generado, aunque quizá sea la menos significativa en el conjunto de su obra, Plata quemada (1997). En esta ruta literaria Piglia asume una doble filiación, sintetizada por el crítico Noé Jitrik como “en las manos de Borges el corazón de Arlt”. Piglia se planta en esa zona indeterminada donde se cruza la ficción (según la entendía Borges) y la verdad (en términos arltianos).
“Tarde o temprano, pensaba yo, me voy a convertir en un gran escritor; pero primero, pensaba, debo tener aventuras. Y pensaba que todo lo que me iba pasando, cualquier huevada que fuera, era un modo de ir haciendo ese fondo de experiencias sobre el cual los grandes escritores, suponía yo, construían sus grandes obras.” Lo curioso es que esta cita de Respiración artificial (para Piglia todo es susceptible de ser ficcionalizado porque no hay un campo propio de la ficción) haya devenido en una especie de “pesadilla de lo real” después del fallo judicial que lo obliga a indemnizar a Gustavo Nielsen. Y, además, encierra una paradoja: Piglia es un gran escritor que seguramente no necesitaba de esta aventura, escándalo o “huevada” suscitada por el Premio Planeta para consolidar el influjo (o la polémica) que despierta su obra.

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