SOCIEDAD › QUISO SECUESTRAR A SU AMIGO Y TERMINO MATANDOLO

Un crimen de pueblo chico

Ocurrió en Chascomús. La víctima había cobrado una indemnización millonaria. Lo mataron a puñaladas. Hay cuatro detenidos.

 Por Horacio Cecchi

En Chascomús y en Ranchos (su pueblo natal) lo conocían más como Perico que por su nombre, Mauricio, o incluso que por su apellido, Ponce de León. Como ocurre con todo el mundo, Perico estuvo signado por el destino que fue hilvanando entre él mismo y las casualidades a su alcance. Porque a los 10 años un tren le seccionó una pierna y la mitad de la otra. Porque, pese a todo, fue premiado en competencias juveniles. Porque, después de un duro trasiego judicial, la empresa ferroviaria lo indemnizó con un millón y medio de pesos. Y porque Perico compró propiedades en Chascomús, en Ranchos, en Miramar; adquirió también varios autos. El último, un Peugeot 206 al que le iba a agregar un equipo DVD, que un amigo ofreció venderle a precio de bicoca, aunque Perico no tuviera necesidad de regateos. El sábado pasó por la casa del amigo. Por la noche, apareció brutalmente asesinado cerca de Chascomús. Entre el domingo y el lunes, fueron detenidos cuatro hombres, entre ellos el supuesto amigo. Uno de ellos reconoció que, tentados por la fortuna de Perico, habían planeado secuestrarlo, asesinarlo y reclamar un rescate. El mismo día en que detenían a los sospechosos inhumaban el cuerpo de Perico. Ese mismo día hubiera cumplido 20 años.
La primera marca del destino ocurrió durante su infancia, cuando un tren lo arrolló en la estación de Ranchos, su pueblo natal, arrancándole una pierna y dejándole colgajos de la otra. Durante varias semanas luchó por su vida, hasta que la fuerza de voluntad fue mayor. Fuerza que lo impulsó, en 2003 y 2004, a ganar las medallas doradas de lanzamiento de clava, en la categoría de discapacitados de los Torneos Juveniles Bonaerenses. La construcción que cada uno hace con lo que el azar le deja en el camino, en el caso de Perico, derivó en el cobro de una fabulosa indemnización ordenada por la Justicia a la empresa ferroviaria: un millón y medio de pesos que fueron depositados en un banco a su nombre. Como menor, la administración de sus bienes pasó a manos de Mabel Ponce de León, su tía, ya que la humildad de sus padres los empujó a transferir semejante responsabilidad. Pero Mabel dejó hacer a los deseos de su sobrino.
Finalmente, el dinero fue siendo utilizado en inversiones: Perico compró un departamento en Miramar en el que descansaría él y su familia cuando más quisieran. También adquirió propiedades en Chascomús y en Ranchos. Ni qué mencionar los autos: tenía tres y compró un Peugeot 206.
Hace poco tiempo, Perico Ponce de León compró uno de los edificios más importantes de Chascomús: el Club de Empleados de Chascomús, ubicado sobre la avenida principal, Libres del Sur. Por el edificio pagó 150 mil dólares, precio ventajoso porque se trató de un remate, ya que su valor se estima en alrededor de 700 mil. En la planta baja del club funciona el bar quizá más concurrido de la ciudad, el All Sports Café. En el piso superior, la disco más conocida de la zona, Lennon. No fue la primera propiedad comprada con la liquidación de la indemnización. Pero, en este caso, no se sabe si fue el valor pagado, si los proyectos de Perico chocaban con los de otros, o si simplemente la envidia hizo lo suyo, pero lo cierto es que a partir de la compra del club, Perico empezó a recibir amenazas, según confesó el Gordo Ponce de León, su padre.
Simultáneamente, Perico compró el flamante Peugeot 206. A la una del mediodía del sábado pasado salió con 1600 pesos de su casa hacia lo de Diego Urquiaga, de 23 años, un amigo que le había ofrecido vender un equipo DVD para colocar en el 206. A las cuatro y media, un llamado a la 1ª de Chascomús informaba que habían encontrado un cadáver irreconocible en un monte de la curva de La Liberata, a unos 900 metros de la Ruta 2.
Entretanto, la demora de Perico empujó a los padres a la casa de Urquiaga. Según aseguraron, el joven les dijo que Perico había viajado a Castelli, próxima a Chascomús, a colocar el DVD.
La policía decidió no tocar el cuerpo hasta la llegada de los peritos. Cubierto de barro y sangre, el rostro aparecía irreconocible. Tampoco descubrieron la prótesis que ocultaban los pantalones porque, de otro modo, hubieran de inmediato reconocido al joven millonario. Hasta las nueve de la noche, la policía estaba convencida de que el hallazgo estaba vinculado a la mutilación de dos dedos sufrida por un comerciante en Chascomús un día antes. El comerciante había declarado haber herido a uno de sus cuatro atacantes. Y con esa hipótesis continuaron hasta las nueve, cuando llegaron el fiscal y los peritos de Dolores. Recién entonces, cuando se removió el cuerpo, se descubrió de quién se trataba. El pobre Perico había sufrido una salvajada de puñaladas en la espalda, el tórax, el cuello y uno de sus brazos.
Entre la noche del sábado y el domingo, los investigadores tomaron 50 testimonios. Uno de los testigos aseguró que Urquiaga jamás tuvo en su poder ningún equipo de DVD semejante al que vendería a Perico. El domingo por la noche apareció el 206 en Chascomús, lo que completó las sospechas sobre la versión de Urquiaga. Curiosamente, lo único que le faltaba al 206 era el equipo. Los investigadores tampoco habían hallado los 1600 pesos ni el celular de la víctima.
Ese mismo domingo, Urquiaga fue detenido. En su casa hallaron el celular Siemens que pertenecía a Perico. A Urquiaga lo siguió Pablo Brandoni, según los investigadores, de 19 años e hijo del dueño de varias estaciones de servicio de la zona. También Néstor Torrado y Néstor Bustingorri, de 24 y 25 años.
Según fuentes de la investigación, uno de los cuatro se habría quebrado y relatado que planearon acercarse a Perico para secuestrarlo y pedir un rescate, pero que sobre la marcha decidieron asesinarlo y enterrarlo. También habían planeado que a través del celular llamarían a los padres para reclamar un rescate.
El 28 de febrero Perico hubiera cumplido 20 años. Ese mismo día lo sepultaban en el cementerio de Ranchos. “Qué hago ahora con todo esto –se preguntaba desesperado su padre–. Le compré todo para su fiesta y ahora lo estoy enterrando.”

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Mauricio había perdido las piernas en un accidente ferroviario.
 
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