EL PAíS › KIRCHNER EXPUSO ANTE LA ASAMBLEA LA SALIDA
DEL DEFAULT Y ANUNCIO LA PUJA CON LAS PRIVATIZADAS

“Nadie está obligado a quedarse en la Argentina”

El Presidente abrió un nuevo período de sesiones ordinarias del Congreso. Presentó la salida del default como un esfuerzo superado y delineó el nuevo desafío del Gobierno: la relación con las empresas privatizadas, la pelea por las tarifas y el marco regulatorio. Anunció que los docentes cobrarán un mínimo de 700 pesos y la apertura de más archivos de la SIDE por la AMIA.

 Por Diego Schurman

El silencio se rompió a los 13 minutos. Néstor Kirchner levantó la vista del texto y anunció ante la Asamblea Legislativa el fin del default. Esa sensación de cierre de ciclo abrió paso a los primeros aplausos durante la apertura de las 123as. sesiones ordinarias. Si el discurso no hubiese estado escrito, podría decirse que fue aquel respaldo de los senadores y diputados lo que estimuló al Presidente a plantear instantáneamente un nuevo desafío, ya no sólo para el Gobierno, sino también para el Congreso: lograr que en la inminente y “dura” renegociación de los contratos de los servicios públicos, las empresas se comprometan a realizar mayores inversiones y a brindar mejores prestaciones.
Fiel a su estilo, el mandatario inició su largo discurso –duró 1.33 hora–, con un retraso de 25 minutos. El recinto mostró algunas bancas vacías y una ansiedad medida respecto a aquel verano caliente del 2002.
De todas maneras, el parangón se volvió inevitable cuando Kirchner anunció el fin del default. En ese mismo escenario, Adolfo Rodríguez Saá había notificado la cesación de pagos. Ayer, el puntano prefirió cantar ausente, acaso sabiendo que las miradas se posarían sobre su esquiva humanidad.
“Por primera vez en la Argentina un proceso de reestructuración de la deuda ha culminado con una drástica disminución del endeudamiento del país”, enfatizó Kirchner. Segundos antes había catalogado de “único y excepcional” el proceso de quita, por su envergadura y por la falta de antecedentes históricos. Mañana en la Casa Rosada difundirá con toda la pompa los números finales de aceptación del canje.
En la misma jornada se reunirá la comisión bicameral de seguimiento de los contratos de servicios públicos. Y no es casual que Kirchner haga gala de lo que considera un triunfo ante los organismos de crédito internacional para enfrentar la inminente renegociación de algunos convenios, entre ellos los de ferrocarriles, luz y aguas.
De antemano la consideró una “disputa desigual”. Y la graficó haciendo un parangón de la inversión publicitaria en los medios de comunicación. Sólo en 2004 el Gobierno pautó 100 millones de pesos, mientras que en el mismo período su contraparte privada en las tratativas invirtió 1200 millones. “Esto explica muchas cosas. Hay que saber leer”, dijo.
Después volvió a un discurso que acostumbra en sus actos públicos, lejos de la pluma que suelen proveerle su secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini, y su mujer, la senadora Cristina Kirchner.
“No nos va a temblar el pulso para tomar las decisiones que tengamos que tomar (...); defenderemos con uñas y dientes al pueblo argentino”, advirtió en otro tramo aplaudido. Fue poco antes de plasmar su queja por la decisión las privatizadas de recurrir a tribunales internacionales para que intercedan en la pulseada. Sin nombrarlo se refirió así a la determinación de varias de ellas de apelar al Ciadi. “Las leyes argentinas garantizan hoy las inversiones extranjeras sin riesgo”, dijo, y remató: “No obligaremos a nadie a quedarse en la República Argentina haciendo beneficencia con su plata”.
Cambió insinuación y advertencias por anuncios concretos al hablar del caso AMIA y del presupuesto educativo. Y se rindió a un repaso detallado de la acción en cada área de gobierno. Habló de la inversión en obra pública, del aumento de la producción y de los índices de la economía.
Se vanaglorió de la caída de la tasa de desempleo al 12 por ciento y del aumento del salario mínimo a 450 pesos. Ahondó sobre política de salud y medio ambiente. Y repasó todos y cada uno de los programas de la cartera de Desarrollo Social, que pilotea su hermana Alicia.
Sólo despertó sucesivos aplausos con el tópico derechos humanos, sobre todo al recordar la creación del Museo de la Memoria en la Esma. En cambio recordó medidas en el área de Defensa y política exterior sin generar reacción alguna, excepto cuando condenó la apertura indiscriminada y la globalización, que paradójicamente –dijo– redundó en mayor “aislamiento”.
Con apenas un par de pausas para tomar agua, un Kirchner monocorde también abordó dos de los temas que ocuparon las tapas de los medios en el último trimestre: la catástrofe de Cromañón y el contrabando de droga a Madrid vía Southern Winds.
Sobre la tragedia del 30 de diciembre pidió “un cambio de conducta de los que convocan, de los que organizan, de los que concurren y de los que deben controlar”, además de pedir “memoria, verdad, justicia y castigo a todos los responsables”.
Respecto al caso de SW, el Presidente habló de “complicidad u omisión de quienes debieran controlar con los delincuentes”. A un costado, en el “corralito” de los ministros, un contracturado Eduardo Schiaffino escuchó con dedicación. Fue el debut del jefe de la Fuerza Aérea en el Congreso.
“Por ello –redondeó Kirchner– el Gobierno actuó en forma drástica sobre los responsables operacionales de contralor del aeropuerto más importantes del país. Sin medias tintas. Ahora le toca determinar responsabilidades a la Justicia”.
El mandatario también se dio lugar para dirigirse a sus principales oponentes, por izquierda y por derecha. Incluyó elípticamente a Elisa Carrió entre quienes viven “apostando siempre al fracaso de los demás y anunciando que todo va a salir mal”. Aunque el mote bien podría caberles a los “economistas y gurúes” que pregonaban el modelo neoliberal de los ’90. También le mojó la oreja a Ricardo López Murphy, a quien calificó, sin mencionarlo con nombre y apellido, como un “breve ministro de Economía” que sostenía que la solución del país pasaba por la “reducción del presupuesto universitario”.
En medio de tanta solemnidad, algunos ministros miraban el reloj, imaginando una llegada tarde de Kirchner a la asunción del presidente uruguayo Tabaré Vázquez. La tropa duhaldista tragaba saliva por la interna irresuelta. No saludó al gobernador Felipe Solá ni tampoco al piquetero oficialista, asomado en un palco del segundo piso, Luis D’Elía. Chiche Duhalde tampoco: estuvo ausente sin aviso.
Juan Carlos Blumberg se tentó a ingresar al recinto, como en otras oportunidades. Esta vez le hicieron saber de la inflexibilidad de las normas y debió marchar, carpetas en mano, hacia uno de los palcos.
En un cierre improvisado, Kirchner agradeció a los que lo acompañaron en –dijo– la “epopeya”. Eran las 10.57. Lo aplaudieron por decimonovena vez. Antes de que el silencio volviera a ganar el lugar, el Presidente partió raudo a Montevideo.

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“No nos va a temblar el pulso para tomar las decisiones que tengamos que tomar”, advirtió el Presidente a las privatizadas.
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