DEPORTES › LOS MEJORES FUTBOLISTAS DE LA HISTORIA DE LA COPA DEL MUNDO

Diez astros mundiales

Tanto la elección como el orden son materia opinable. Quedaron afuera monstruos como Garrincha o Kempes, y la cuenta regresiva puede causar ruido. Pero es difícil no coincidir en los auténticos grandes que hicieron historia en los Mundiales. Mañana, en Líbero, el suplemento deportivo de Página/12, un anticipo de los que pueden entrar a esta colección en Corea y Japón...

- 10. Paolo Rossi (Italia)
Se presentó en el Mundial de Argentina 1978, donde jugó siete partidos y marcó tres goles, y cuando el futuro le sonaba a trámite, se vio implicado en un escándalo de apuestas clandestinas que le valió dos años de suspensión.
Comenzó entonces una desértica travesía que duró hasta 1982. Tras la suspensión volvió a jugar, esta vez con la Juventus, en abril de ese año. El Mundial comenzaba el 13 de junio. Un mes de competencia no parecía suficiente para que Rossi fuese seleccionado, pero Enzo Bearzot, por fortuna para Italia, confió en él.
El torneo comenzó muy mal, con tres empates en la primera ronda y sólo dos tantos, suficientes para eliminar a Camerún. Pero la segunda vuelta, después del fiasco, fue insuperable. Tenían que vérselas con el campeón, Argentina, del que se
deshicieron finalmente, no sin dificultad, 2-1.
El partido contra Brasil fue diferente. Italia lideró el marcador casi todo el partido gracias a un solo hombre, Paolo Rossi, que se mostró implacable contra los auriverdes en un partido memorable. Los tres tantos italianos del 3-2 fueron suyos.
En semifinales, logró el doblete en el 2-0 contra Polonia, y el 11 de julio, en la final, enfiló a Italia hacia su tercer título mundial, al marcar el primer tanto de su equipo, que finalmente le ganó 3-1 a Alemania. Ese sexto tanto lo consagró goleador del Mundial.

- 9. Ferenc Puskas
Apodado “El mayor galopante”, debido a su grado de coronel en el ejército húngaro, fue apreciado por su magnífica zurda, que fue capaz de conducir al equipo magyar hasta la final de la Copa del Mundo de 1954. De barriga ligera, siempre peinado con una raya perfecta, ocupó el ala izquierda de una selección que partía como favorita en el Mundial de Suiza.
Con compañeros ilustres como Boszik, Cibor, Kocsis y Hidegkuti, parecía destinado a una victoria en la final frente a los alemanes, severamente castigados 3-8 en la primera fase por Hungría.
Pero, y aunque marcó el gol inaugural, Puskas vio cómo Alemania remontó y se impuso 3-2 a un equipo húngaro al que nadie pudo ganar entre 1950 y 1954: 28 victorias, 4 empates, en 32 partidos.
Después de la revolución húngara de 1956, se unió al Real Madrid y obtuvo la nacionalidad española dos años más tarde, y en 1962 participó en la Copa del Mundo en Chile con el equipo nacional español, eliminado en la primera fase.

- 8. Eusebio
Paradójico: el mejor jugador africano de la historia de los Mundiales es, a la vez, el mejor futbolista portugués de todos los tiempos: Eusebio llegó al Benfica de Lisboa desde su Mozambique natal a los 19 años y en su primer partido marcó un gol, el primero de una interminable serie que lo transformó en el cuarto máximo goleador de una Copa del Mundo por haber marcado en Inglaterra 1966 nueve goles en seis partidos. Además, consiguió llevar a su selección hasta el tercer puesto de aquel Mundial, del que se convirtió en la máxima figura.
La hazaña más bonita de su carrera se pudo ver en cuartos de final de la Copa del Mundo de 1966. Después de 24 minutos de juego, Corea del Norte, que había eliminado a los italianos ante la sorpresa general, vencía 3-0. Pero Eusebio tomó el toro por los astas y anotó cuatro goles en 32 minutos, en la actuación individual más extraordinaria de ese torneo. Los portugueses se impusieron finalmente 5-3 y aunque perdieron la semifinal con Inglaterra, vencieron a los rusos por el tercer puesto.

- 7. Juan Alberto Schiaffino
Fue el emblema de la selección de Uruguay que produjo el Maracanazo, ganando el Mundial de 1950 en Brasil al derrotar al equipo local. De juego muy elegante, remataba bien con la izquierda y resolvía con facilidad todos los problemas que surgían, como tuvo ocasión de comprobar el equipo brasileño.
Con el Maracaná repleto por 200.000 espectadores, el último encuentro de la liguilla final de aquel Mundial enfrentaba a Uruguay y Brasil, al que le bastaba con un empate para ser campeón del mundo. Pero después de que Fria a marcara para Brasil, Schiaffino empató el partido, y Ghiggia logró el gol de la victoria, que enmudeció al estadio. Schiaffino volvió a Montevideo convertido en un héroe nacional, una estatura que no disminuyó aunque Uruguay cayera en la semifinal del Mundial de Suiza, en 1954, ante el fuerte equipo húngaro de Puskas.

- 6. Bobby Charlton
Hijo de un minero, descubierto por su técnica con las dos piernas, todo comenzó a los 17 años, cuando se unió al Manchester United, el club de su vida. Pero su brillante y prolongada carrera estuvo a punto de terminar antes de haber comenzado. El joven Bobby, de 20 años, viajaba en el avión que se estrelló cerca de Munich el 6 de febrero de 1958, cuando el Manchester United volvía de jugar un partido de Copa de Europa en Belgrado. Ocho jugadores del equipo murieron en el accidente. Bobby Charlton saltó del avión en llamas y escapó de la muerte por un pelo.
Acumuló selecciones y goles: 49 en 106 apariciones. La cumbre de su carrera fue, por supuesto, el triunfo en Copa del Mundo en 1966 en Wembley, la única victoria de Inglaterra en los Mundiales, cuando vencieron 4-2 en la prolongación a la Alemania de Franz Beckenbauer. Satisfacción suplementaria: su hermano Jackie era el pilar de la defensa del equipo.

- 5. Franz Beckenbauer
Actual presidente del comité organizador del Mundial 2006 en Alemania, Franz Beckenbauer surgió en los 60 como la antítesis del jugador alemán tradicional: derrochaba elegancia natural y talento creador en un puesto defensivo, cuando lo normal era ver robots capaces de los disparos más potentes. Debutó en el Mundial ‘66, aunque pasó un tanto inadvertido en la final contra Inglaterra porque el entrenador, Helmut Schoen, decidió que marcara a Bobby Charlton.
Su consagración llegó en México cuatro años más tarde, cuando aceptó dejar su puesto de líbero para jugar en el mediocampo, donde pudo admirarse su juego y su toque. Entró a formar parte de la leyenda en la inolvidable semifinal contra Italia. Con un brazo en cabestrillo debido a una luxación en el hombro, libró un combate histórico contra los italianos que éstos ganaron 4-3 en la prórroga.
Desde entonces se apropió para siempre del puesto de líbero en la selección. Apodado el Kaiser, en 1974 alcanzó la gloria definitiva al conquistar, en el Olímpico de Munich, el título de campeón del mundo para Alemania, tras otro partido histórico, esta vez contra la Holanda de Johan Cruyff, que partía como favorita y terminó cayendo 2-1.

- 4. Johan Cruyff
Será siempre recordado como la encarnación del “fútbol total” practicado por el Ajax que dominó Europa a principios de los 70, cuando junto a Johan Neeskens, los hermanos Van der Kerkhof, Arie Haan y Barry Hulshoff, hizo temblar y maravilló al planeta del fútbol.
A pesar de una aparente fragilidad física, fue el incomparable director de orquesta naranja de la selección holandesa, e inspiró a un equipo de ensueño que lo revolucionó todo a su paso gracias a su velocidad, su técnica en los movimientos y sus cualidades de goleador.
Profesional desde los 17 años, Cruyff impuso el número que lo volvió famoso: el 14. Una bella revancha para ese niño que limpiaba los vestuarios del estadio del Ajax y que en su tercera temporada ya era, con 33 goles, el mejor goleador del campeonato holandés.
Sin embargo, Cruyff no pudo coronar el éxito en la final del Mundial de 1974 contra Alemania, el 7 de julio de 1974. Pero en la historia han quedado grabados, más que la consagración alemana, esos setenta segundos iniciales del partido, en el que los holandeses tocaron la pelota trece veces seguidas, jugada que tuvo en Cruyff a su principal intérprete y que culminó abruptamente cuando Vogts le cometió penal, que Neeskens transformó en gol. Fue la última explosión de aquella Naranja Mecánica. El primer alemán en tocar la pelota en esa final fue Sepp Maier, el arquero, yéndola a buscar al fondo del arco.
Cruyff no quiso jugar el Mundial de 1978, en repudio a la dictadura militar.

- 3. Just Fontaine
Todavía hoy, el 13 sigue siendo un símbolo para Just Fontaine: fueron los goles que marcó el francés en el Mundial de 1958. Nadie ha superado ese record. Después de un doblete Copa-Campeonato, fue llamado para la selección de Francia, clasificada in extremis para el Mundial de Suecia y que no había podido ganar en ocho meses.
El calvario de los franceses pareció continuar en el primer partido, en el que Paraguay inauguró el marcador. Pero “Justo” reaccionó, se lanzó al ataque y marcó tres de los siete goles de la victoria 7-3.
El recital continuó y los franceses alcanzaron las semifinales contra el Brasil de Pelé. Vencida 5-2, Francia se tuvo que contentar con el tercer puesto tras derrotar 6-3 a Alemania. A los 29 años, Fontaine tuvo que dejar el fútbol por una grave lesión: pudo haber sido el más grande goleador de la historia de los Mundiales, un record que le arrebató Gerd Müller en 1974, al marcar su tanto número 14 en la final...

- 2. Pelé
La FIFA lo designó el mejor jugador de fútbol del siglo, los argentinos pensamos otra cosa. Pero deslumbró por su clase y su calidad, porque lo hacía todo bien –aunque a veces perdía la calma– por su técnica, su visión de juego y su olfato para el gol: marcó 1285 en una carrera coronada con tres títulos de mundiales.
Debutó en la selección de su país a los 16 años, en un amistoso contra la Argentina, que venció 2-1: el joven delantero marcó el tanto del honor. Al año siguiente, en 1958, fue seleccionado para el Mundial de Suecia para aprender de los grandes Garrincha, Didí y Vavá. Después de dos partidos en el banco, jugó contra la URSS de Lev Yashin. Brasil venció 2-0 y Pelé no abandonó más el equipo.
En cuartos, contra Gales, marcó el único tanto del encuentro, con un magnífico sombrero. Después vino un triplete en semifinales contra Francia, un doblete en la final contra Suecia y su primer título mundial con Brasil, que lo convirtió en el más joven vencedor de una Copa del Mundo. Tenía 17 años y 8 meses.
En el Mundial de 1962, en Chile, el mundo entero estaba impaciente por ver al nuevo fenómeno brasileño. Pero el espectáculo tuvo que ser suspendido cuando se lesionó en el segundo partido, contra Checoslovaquia. La Copa del Mundo, que Brasil ganó, se terminó pronto para él.
La violencia en el terreno fue su bestia negra en Inglaterra. En el debut fue agredido por el búlgaro Jetchev, aunque Brasil ganó 2-0, con un gol suyo. El portugués Morais remató la faena destructiva: Pelé tuvo que dejar el campo en camilla.
La revancha definitiva llegó en el Mundial de México en 1970. Lideró aquella delantera magnífica compuesta íntegramente por números 10, porque Jairzinho, Gerson, Tostao, Pelé y Rivelino lo eran en sus equipos. Los partidos se transformaron en exhibiciones de fútbol, y Pelé –autor de una gambeta fantástica a Mazurkiewicz, contra Uruguay, sin tocar la pelota,que no fue gol por milímetros– las rubricó en la final, marcando el primer gol de cabeza ante Italia y cediéndole el cierre del marcador, el 4-1 final, a Carlos Alberto, con ese recordado pase que decía, dinámico, “tomá, hacelo”.
- 1. Diego Maradona
Indiscutiblemente el número uno de la historia de los Mundiales dentro de las fronteras de nuestro territorio. La polémica con Pelé nunca acabará, porque el brasileño tiene tres títulos, contra uno de Diego, y porque su historia terminó en alza, y no en caída libre, como la del pibe de Villa Fiorito al que le “cortaron las piernas” en Estados Unidos 1994. Pero el gol a los ingleses en México, considerado como el mejor de la historia de las Copas del Mundo, debiera ser argumento suficiente como para entronarlo.
Pudo haber sido, además, recordman si César Menotti se hubiera animado a convocarlo para el Mundial de 1978: con ese campeonato, Maradona habría jugado cinco Mundiales, sumados a los de 1982, 1986, 1990 y 1994, que disputó, igualando la marca del mexicano Antonio Carbajal y la del alemán Lothar Matthaeus.
Jugó su primer Mundial en España, que resultó un auténtico fiasco, y terminó expulsado ante Brasil, en la segunda fase, por agredir al brasileño Leandro. Aún no había explotado como jugador, y el peso de ser el conductor de un equipo sin ambiciones pudo haber sido demasiado.
Pero su consagración llegó en el Mundial de 1986 en tierras mexicanas, cuando conquistó el único Mundial que no ganó un equipo sino un individuo. Nada borrará aquellos 90 minutos contra Inglaterra, en el que conquistó dos goles históricos: el de la Mano de Dios (“Viejo, les robé la cartera”, salió gritando hacia el palco donde estaba su padre, para celebrar la picardía) y la reivindicación, aquel fabuloso gol en el que gambeteó a cinco jugadores ingleses en los 10 segundos y 89 centésimas que le llevó recorrer esos 50 metros, aquel gol que Jorge Valdano vivió como el espectador más próximo, sin atreverse a pedir la pelota, mientras Diego lo miraba con el rabillo del ojo en tanto avanzaba (“como vos no me la pedías –le dijo más tarde en el vestuario– yo seguí gambeteando”). No conquistó un gol en la final ante Alemania, pero el pase que le sirvió a Jorge Burruchaga para que éste convirtiera el 3-2 final valió mucho más.
El tobillo lo tornó una sombra en Italia 1990, pero aún así se las arregló para mostrar su dimensión distinta, fuera de serie, como el pelotazo a Caniggia ante Brasil. La Copa del Mundo de 1994 pudo haber tenido una historia distinta de no haber sido por la efedrina. Quedan en el recuerdo, hermanadas, las imágenes del gol a Grecia, el grito rabioso, la enfermera stopper, las lágrimas de la despedida. La historia se merecía otro final, infinitamente más feliz.

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