DEPORTES

Los secretos de un arco a otro

Por F. M.

El Beto Acosta fue arquero. Sí, arquero. En su Arocena natal, cuando era sólo un pibe. Su hermano Sergio, tres años mayor, lo ponía a atajar. Pero esa situación no duró mucho, porque comenzó a despegarse del arco, y ya en las infantiles del Libertad de Arocena jugó de cinco, el mismo puesto que su hermano. Después pasó al 9 de Julio y de ahí al Belgrano de Coronda, un club que participaba de la Liga santafesina. Lo que siguió fue Unión y su debut en Primera en 1986.
Pero hablar de Acosta y no mencionar a Néstor Gorosito sería como decir la verdad a medias. Sobre esa sociedad, el escritor Osvaldo Soriano, reconocido fanático de San Lorenzo, en una columna publicada en Página/12, en 1993, escribió: “Acosta necesita de Gorosito, como la espada del puño que la esgrime”. Su actual entrenador fue también su gran compañero: con él compartió fútbol y goles en San Lorenzo, la U Católica y unos meses en el Yokohama. Cuenta Gorosito que en una habitación de un lujoso hotel de Japón, luego de haber sido presentados oficialmente como integrantes del plantel del Yokohama Marinos, Acosta, que ya acumulaba varios años en el fútbol, mirando por una ventana se largó a llorar. La situación a la que había llegado, gracias al fútbol, le resultó demasiado extraña, ajena, y quería volverse. Finalmente, fue Gorosito el que volvió más rápido: Acosta se quedó, jugó 27 partidos y convirtió 10 goles.

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