DIALOGOS › CLAUDIO IVáN REMESEIRA, UN ARGENTINO ESPECIALIZADO EN LA INMIGRACIóN HISPANA EN ESTADOS UNIDOS

“Nueva York es hoy la ciudad más latinoamericana del hemisferio”

Casi el 30 por ciento de la población de Nueva York es de origen hispanoparlante. A diferencia de lo que sucede en Miami, donde la mayoría son cubanos, en Nueva York la población hispana está más diversificada, incluyendo muchos sudamericanos.

 Por Andrew Graham-Yooll

–Siempre uno se pregunta cómo es que los argentinos recalan en todas partes y donde aterrizan vuelven a impresionar, muchas veces muy bien.

–Fui a Estados Unidos en 2001 con una beca la escuela de periodismo de la universidad de Columbia. El impulso fue a raíz de lo que había leído sobre el crecimiento de la población hispanoamericana en EE.UU. y mi intención inicial fue hacer una revista en español. Hice un plan de negocios, hablé con posibles inversores, pero no se dio porque era muy arriesgado comercialmente. Fui con ese proyecto. Siempre quise juntar las vetas periodística y universitaria, dado que daba clases en la UBA. Pero la investigación para este emprendimiento que no se dio, me sirvió como base para lo que después fue el Hispanic New York Project. Cuando uno llega a un país ve directamente la realidad con la que se relaciona. La realidad hispana era mucho más amplia de lo que yo había imaginado. Mi idea de Nueva York era una visión más bien libresca o si se quiere cinematográfica. ¿Qué era eso de los hispanoamericanos en Nueva York? A través de la literatura se veía la obra de José Martí, de García Lorca o de Gabriela Mistral. Del otro lado estaba el cine, conocía West Side Story, la vida de los portorriqueños en el cine, pero los argentinos, a diferencia de mexicanos y otros, no tenemos una gran comunidad en Nueva York. Y tampoco tenemos gran contacto con el Caribe. Pero por lo que observaba Nueva York es hoy, según mi tesis, la ciudad más latinoamericana del hemisferio. Por la cantidad de comunidades reunidas en ese espacio geográfico.

–¿Supera un Miami?

–Supera en número, pero más importante todavía, Miami –que también compite por ese título– sigue siendo una ciudad donde un solo grupo, los cubanos, constituye una mayoría, casi el 50 por ciento de la población hispana. En Nueva York, el grupo número uno que son los portorriqueños, está en el 35 por ciento y descendiendo. A comienzos de los años sesenta, cuando se hizo la película West Side Story, eran el 80 por ciento de la población hispana. Los portorriqueños se han ido yendo de Nueva York, a otras partes de EE.UU., a los suburbios, o regresaron a su país. Y han aparecido otros grupos. Los dominicanos son el segundo grupo más grande, los mexicanos, que hace treinta años no existían como comunidad en Nueva York, hoy son el tercer grupo y crecen cada vez más. Y después están los grupos sudamericanos, los ecuatorianos, los colombianos, peruanos. Los cubanos, que fueron el grupo más importante en el siglo diecinueve, hoy son el sexto o el séptimo en Nueva York. Cuba y Nueva York tienen una relación densa que no ha cedido en lo más mínimo en todos estos años, la conexión de Cuba con Nueva York es visceral, en la música y la literatura.

–Interesantes las proporciones y cómo van cambiando. Ecuatorianos eran la mayoría en España, colombianos, si bien no muchos, eran la mayoría en Inglaterra en los ochenta.

–Obviamente que toda la migración de Latinoamérica a los EE.UU. y al resto del mundo es un resultado directo del boom demográfico en la región en los últimos 50 años. En el caso de los EE.UU., en 1960, hace cincuenta años, los nacidos en América latina residentes en EE.UU. no llegaban al millón de personas. Era el nueve por ciento de la población extranjera. Treinta años después eran 8 millones 400 mil personas. El 43 por ciento de la población extranjera era latinoamericana. Esa gente tuvo hijos y vinieron más personas y hoy, sumando, los latinos nativos de América latina como sus descendientes son el 16 por ciento de la población total de EE.UU. En Nueva York casi el 30 por ciento (el 27) de la población es hispana o latina. O sea el promedio casi duplica el promedio nacional. Ese es el grado de intensidad que tiene la población latina en Nueva York en particular. Para dentro de 40 años se estima que ya el 30 por ciento de la población total de EE.UU. va a ser de origen latino.

–Si se toma hoy la población latina o hispanoamericana, contando a la población portorriqueña, sería el segundo país hispano del mundo en total de habitantes.

–Después de México, España, Colombia y Argentina, ahí vendría EE.UU. Si se tomara como país hispanoparlante, sería el quinto. Hay más de 34 millones de hispanoparlantes en EE.UU. Es una fuerza cultural que, por el hecho de estar en las Américas, la relación que tiene EE.UU. con la región es particular. Comparado con Miami, donde la mayoría hispana es cubana, o con Los Angeles, donde hay una mayoría mexicana, en Nueva York el reparto es mucho más equilibrado. Si se toma el conjunto de la población sudamericana, colombianos, ecuatorianos, todos, incluyendo argentinos, ese es el tercer grupo, es el 15 por ciento del total de los hispanos. Es decir, primero vendrían los portorriqueños y dominicanos y luego los sudamericanos en general, después mexicanos. En ese sentido, digo yo que Nueva York es la más latinoamericana de las ciudades del hemisferio, porque si bien la impronta portorriqueña es muy profunda y junto con los dominicanos hacen que Nueva York tenga un sabor muy caribeño, a pesar de la latitud y los inviernos duros, aun así la interacción que se da entre distintos grupos es intensa. Y cuando uno llega se vincula con su comunidad profesionalmente y asume un lugar dentro de la estructura social norteamericana como hispano, o como latino. Desde ahí se empieza a interactuar con gente de todos los países. Ese nivel de homologación, de horizontalidad, no existe en ningún otro lado. Aquí en Buenos Aires se puede tratar con colombianos, pero va a ser un trato con pocos individuos, con un grupo en clara minoría. Allá somos todos minoría, todos jugamos de visitantes. Así es como se generan alianzas y relaciones que son muy interesantes.

–¿Qué hace el NY Hispanic Project que usted dirige?

–En realidad, para explicar eso vine a Buenos Aires, para hacer conocer mi libro, y coincidió con que justo había pasado en EE.UU. el mes de la herencia hispana (15 de septiembre a 15 de octubre) que se celebra mucho en Nueva York. Se instituyó en los años sesenta, en tiempos del presidente Lyndon B. Johnson. En esa época era una semana. Coincidía con la independencia de los países centroamericanos, con la independencia de México y de Chile. Hay un mes de la herencia afroamericana, en enero, el mes de la mujer, el mes del orgullo gay, en junio, de los pueblos originarios, en marzo, etc. Es todo parte de la evolución cultural que ha habido en EE.UU. El Hispanic New York Project es una iniciativa que consiste de tres partes: 1) un seminario para universitarios en Columbia que yo dicto, 2) la segunda pata fue el libro y hay una serie más de libros, y 3) iniciativas de actividades culturales, sobre todo dedicadas a la literatura en español en EE.UU.

–¿La literatura que se promociona es la que nace en idioma español para difusión entre angloparlantes?

–Se trata de construir un puente, como puede ser por medio de conferencias de Antonio Muñoz Molina, escritor español (ex director del Instituto Cervantes), el chileno Antonio Skármeta, Pablo de Santis, María Negroni, Esmeralda Santiago, Elvira Lindo, Roberto Ampuero, Jorge Franco, Jorge Eduardo Benavídez, Francisco Goldman y Annecy Báez, entre otros autores. Lo que yo quiero hacer notar es que Nueva York es un centro de la cultura hispana y latinoamericana hoy. También está la cultura en inglés hecha por latinos que no necesariamente es lo mismo que la cultura hispanoamericana. Esa distinción hay que hacerla. Por ejemplo, Junot Díaz es un escritor dominicano naturalizado estadounidense con una novela que ganó un Premio Pulitzer y es una de las grandes revelaciones de la literatura norteamericana. Escribe en inglés con mucho spanglés pero pertenece a una tradición literaria de habla inglesa. Si bien tiene cruces con hispanoparlantes es un escritor norteamericano. En otro orden está el novelista cubano José Manuel Prieto, que vive en Nueva York y es una figura importante en la novelística hispanoamericana. Es uno de los no muchos escritores que son traducidos al inglés y tiene cada vez más relevancia en el mundo literario angloparlante. Hace poco publicó un extenso artículo sobre Osip Mandelstam en inglés en la New York Review of Books. Es traductor del ruso, también. Nueva York es uno de los grandes centros de traducción de literatura en español al inglés. Ahí están Edith Grossman, Esther Allen, Natasha Wimmer (traductora de Bolaño al inglés), está el famoso Gregory Rabassa, que vendría ser el padrino de todos los traductores de la literatura en español en Nueva York, que a su vez es el gran centro editorial. Estas tres o cuatro personas todas viven en un área geográficamente muy cercana. Hay una enorme concentración de la cultura hispanohablante en Nueva York.

–¿Para los argentinos el tema literario es importante ahí?

–Soy parte de un grupo de propulsores de la industria editorial latinoamericana y argentina. Patricia Arancibia, argentina, tiene a su cargo la biblioteca on-line en español de Barnes & Noble, que es una de las grandes librerías. Hay una necesidad de crear, de reconocer, la entidad de la literatura en español en EE.UU. Hay toda una literatura que se escribe en español, mucha de la cual no llega al inglés. Hay también en EE.UU. una tradición de periodismo en castellano. El periódico El Mississippi, de Nueva Orleáns, cumplió su bicentenario. Nueva Orleáns es la única ciudad en EE.UU. que tiene un cabildo por su pasado español.

–Recuerdo trabajar en Londres en los años ochenta y tener que consultar dónde había que instalar una oficina para toda América latina y un pariente colombiano dijo de inmediato: Miami, que es la capital. ¿Eso está en vías de suceder respecto de actitudes hacia Nueva York?

–Yo creo que ya sucede en gran medida. Lo que ocurre es que cada ciudad tiene una parte dentro de una red de actividades, una network. Miami sigue siendo importante como centro para empresas. Nueva York para bancos. En el mundo de la cultura, el cine, la literatura, el centro es Nueva York. En el mundo de la música las actividades se reparten entre Miami y Los Angeles. Está repartido, pero cada vez más es parte de una trama cultural facilitada por las comunicaciones. Nueva York tiene una serie de ventajas comparativas si bien ahora la latinización de los EE.UU. cubre todo el país. Las grandes ciudades siguen ofreciendo grandes ventajas comparativas. Nueva York tiene la ventaja de ser un centro de actividad cultural con una estructura establecida. Las universidades, Columbia entre ellas, tiene una directora de estudios latinoamericanos que es argentina, Graciela Montaldo. En New York University se creó un Master en español, la directora es otra argentina, Lía Zemborain, que es poeta. Otra poeta argentina importante es María Negroni, que vive en Brooklyn y enseña en Sarah Lawrence College. Ya no se puede decir que están de visita, son parte del lugar. Hay como 70 escritores hispanoparlantes, algunos premiados, hay muchos escritores jóvenes de segunda línea. Hay que ver que la cantidad y variedad que ofrece Nueva York pocas ciudades de América latina lo ofrecen.

–La latinoamericanización de Estados Unidos: linda descripción.

–Se trata de explicar cómo se está transformando EE.UU. por la presencia latina. Toda esa población hispana en EE.UU. está llamada a tener consecuencias de largo alcance en la región. Por ejemplo, con la ciudadanía doble, una práctica común e instalada. Los dominicanos, los colombianos, son ciudadanos que tienen doble ciudadanía y que votan y son activos en los dos países.

–¿No era que EE.UU. requería que la nacionalidad fuera una u otra?

–Si no se pregunta no se dice. Pero la participación política es intensa. Por ejemplo, la población dominicana en Nueva York llenaría algo así como un barrio entero de Santo Domingo, y esos grupos tienen gran influencia en sus tierras. Las campañas electorales se hacen en Nueva York como en Buenos Aires las hacen candidatos para elecciones en España e Italia. A nivel económico las remesas de dinero desde Nueva York enviadas por los emigrados a sus familias, a sus pueblos de origen, son factores económicos importantes, crean una corriente de influencia constante. Esto pasó con los irlandeses en EE.UU. Se va creando lo que los científicos sociales llaman la trasnacionalización. ¿Qué significa? Usted es un descendiente con doble ciudadanía, tiene una participación política, civil, social y económica en los EE.UU., pero a medida que crece su estabilidad económica también la tiene en Santo Domingo, o en Bogotá, y quizá se llegue pronto a ver en Buenos Aires lo mismo. Se van creando corrientes de conexión que no existían cincuenta años atrás. Eso está llamado a tener algún tipo de efecto fuerte, aunque no sepamos todavía cómo va a ser. Esperemos que sea positiva.

–En el estilo característico anglosajón, los EE.UU. son bastante vehementes en su condena (y también en su respaldo) a ciertas formas de racismo. Desde la Argentina lo vemos con ojos críticos, ¿pero cómo ve un argentino allá las formas racistas o excluyentes o prejuiciadas que practicamos aquí?

–Cada sociedad tiene una historia de discriminación y una manera de enfrentar y de resolver (o no) esa historia, llena de altibajos y contradicciones. Al comparar entre una sociedad y otra tendemos a hacer juicios de valor absolutos a partir de verdades parciales, lo cual muchas veces termina sirviendo como autojustificación de nuestras propias limitaciones. En algunos temas, como el del matrimonio igualitario, la Argentina está por delante de Estados Unidos; en otros, como el del lenguaje discriminatorio, ocurre al revés. Es evidente que todavía hay grandes sectores de la sociedad argentina que no se cuestionan el uso de expresiones denigratorias o despectivas hacia grupos nacionales, étnicos, religiosos, sexuales, etarios, etc.; esas expresiones se escuchan a diario en todos los niveles sociales, desde la conversación cotidiana hasta las declaraciones de personalidades públicas en los medios de comunicación. A veces la discriminación aflora en el humor, o en el comentario condescendiente que en realidad subestima a la otra persona. Una de las cosas que me cayeron mal siempre, desde mucho antes de viajar a Estados Unidos, son los cantos discriminatorios en las canchas de fútbol. Cuando miles de hinchas corean a gritos una estrofa que jocosamente une a los hinchas del equipo contrario con el nombre de un país limítrofe, la materia fecal, los orificios corporales y algún objeto penetrante, están dando una muestra de intolerancia y violencia verbal que necesita unos pocos ingredientes adicionales para convertirse en violencia física.

–Para mí es parte de la fantasía mágica de los argentinos, hablamos de memoria de tiempos de mejor comportamiento, niveles de tolerancia, de educación, para no tener que recordar lo que vivimos. No nos acordamos de nuestras fechorías, y eso se traslada como exclusión que aplicamos a todo el que sea diferente.

–Yo creo que en este aspecto, la sociedad argentina no es distinta de cualquier otra sociedad; dígame qué país del mundo no tiene problemas con su memoria colectiva. En Estados Unidos hay un dicho, un verdadero cliché que se repite constantemente: “People in this country have a five-minute memory span” (La memoria de la gente en este país tiene un alcance de cinco minutos), o variantes parecidas. La mayoría de la gente, aun los graduados universitarios, tienen un conocimiento muy escaso de la historia de su propio país, incluyendo, por supuesto, la historia de sus fechorías, como dice usted. En Francia, casi 70 años después del fin de la guerra, se siguen destapando historias que exponen la vasta complicidad de la mayoría de los franceses durante la ocupación alemana. En menor escala, algo similar pasa en Italia, que al menos tuvo una guerra civil contra el fascismo. En Alemania, la memoria de los crímenes nazis han sido el eje de la identidad nacional de posguerra; pero esa misma oficialización de la memoria la ha transformado en gran medida en una materia escolar, en el peor sentido de la palabra: una lección trillada que se repite por obligación pero que al final representa muy poco para los más jóvenes, que no tienen nada en común con el pasado de sus bisabuelos nazis. Esto tampoco impide que cada tanto reverdezcan revisionismos falaces que son adoptados por una juventud más marginal e ignorante de la historia. En Japón, ese pasado ni siquiera se enseña en la escuela. La situación en el ex bloque socialista no es muy diferente. El caso de la Argentina es al revés: hay un exceso de historia volcado sobre el presente. Seguimos hablando de Rosas y de Sarmiento como si fueran nuestros contemporáneos; la vida política actual está marcada por las secuelas de la última dictadura, que terminó hace casi tres décadas. A mí me parece que si bien se toca con el de la memoria histórica, el tema de la exclusión de los diferentes pasa por otros andariveles. Como decíamos antes, la sociedad argentina todavía tiene serios problemas de discriminación, pero en muchos aspectos es una sociedad sumamente liberal y tolerante.

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