ECONOMíA › SUBA INFERIOR A UN PUNTO EN PRECIOS MINORISTAS

Ya ni la inflación aguanta

El IPC muestra en octubre su menor aumento del año. El FMI ya marró el primer penal, al vaticinar un incremento muy superior.

 Por Julio Nudler

A fuerza de sufrir y apechugar, los consumidores argentinos se están anotando este mes una nueva victoria sobre la inflación, que poco tiempo atrás parecía capaz de arrastrarlos a una híper. Ese peligro se disipa: los precios al consumidor subieron menos de un punto porcentual durante octubre, según anticipó ayer Roberto Lavagna ante el Gabinete, proyección que coincide con diversas estimaciones privadas, que venían destacando el abaratamiento de algunos alimentos. Esto significa que en el conjunto de los diez meses la inflación minorista rozará el 41 por ciento, desautorizando el pronóstico contenido en el borrador de la carta de intención con el Fondo Monetario, en la que se estima para 2002 una trepada próxima al 60 por ciento punta a punta. Sin embargo, hoy no parece complicado cerrar el año por debajo del 45 por ciento. La mayor incógnita proviene del ajuste pendiente en las tarifas públicas, pero su impacto no será en todo caso inmediato.
La forma campanular que mostró la inflación este año tuvo su pico en abril, con un alza del 10,4 por ciento en el IPC. Este índice acusó desde entonces incrementos decrecientes, hasta el 1,3 por ciento de septiembre y la suba inferior a la unidad en octubre. La estabilización corrió paralela al amesetamiento del dólar, cuya cotización no aumenta desde junio. Lo que de todos modos tomó de sorpresa a muchos analistas es el escaso traslado de la devaluación a los precios minoristas. En concreto, por cada 100 puntos de encarecimiento del dólar, éstos subieron apenas 15, aproximadamente un tercio de lo que aumentaron los precios mayoristas. Las retenciones, reimplantadas este año sobre los ingresos de la exportación, ayudaron a mitigar la redistribución regresiva del ingreso.
Una de las explicaciones al fenómeno del escaso traslado señala a la inflación reprimida por el artificial congelamiento de las tarifas de los servicios públicos. Este candado está contribuyendo a trabar el cierre del acuerdo con el FMI por el lobby de las privatizadas a través de algunos gobiernos europeos. Otra clave de la proporcionalmente baja inflación es la depresión de la demanda de consumo ante el estancamiento nominal de los salarios y el crecimiento del desempleo. Se supone que la falta de mercado encogió los márgenes de comercialización, obligando a un subtraslado a precios finales de los mayores costos.
Para algunos consultores, la enorme brecha abierta entre los índices minorista (alza del 39,7 por ciento en nueve meses) y mayorista (121,1 por ciento) tendrá que entrecerrarse en algún momento, lo cual tiende a presagiar una aceleración inflacionaria para los consumidores más pronto que tarde. Pero sin agentes específicos, es difícil imaginar ese proceso de mayor convergencia. Los temores apuntan, en este sentido, a la situación fiscal, extremadamente precaria, y a las variables monetarias, que podrían verse sacudidas por problemas bancarios o ligados a la financiación del déficit público.
La quietud del dólar y de los precios internos es reasegurada desde el Banco Central con una política de tasas de interés –si bien declinantes– muy altas, que logra una creciente absorción de pesos a través de las Lebac y de los plazos fijos. Los bancos, con una estrategia crediticia extremadamente conservadora, privilegian la recomposición de liquidez. Ante una incertidumbre política cada vez más mayor, los consumidores se retraen, redondeando un cuadro cuyo mejor perfil es la estabilización de los precios y el tipo de cambio. Es, en realidad, la única buena noticia que ofrece la economía, cuando ya parece improbable que brinde otras hasta bien entrado el 2003.
Además de la brecha entre precios minoristas y mayoristas, también hay una asignatura pendiente en el salario, que en algún momento debería recuperar poder de compra, al menos respecto de los bienes con bajo componente importado. Habrá que ver si podrá hacerlo en un contexto de estabilidad o en medio de una carrera de precios y salarios.

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Roberto Lavagna, ministro de Economía.
 
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