ECONOMíA › ADELANTO DE RESULTADOS DEL CENSO AGROPECUARIO

La concentración del campo

 Por Claudio Scaletta

Los adelantos del Censo Nacional Agropecuario 2002 (CNA) difundidos ayer por el Indec confirmaron lo esperado: que el modelo de concentración económica y exclusión también se vivió en el campo. Con respecto a 1988, los datos relevados muestran una notable concentración de la propiedad de la tierra. También que Argentina produce cada vez menos diversidad de alimentos y que se perfila como exportadora sojera, precisamente cuando Europa se apresta a restringir el ingreso de transgénicos. La debacle de las economías regionales se tradujo en la fuerte caída de los cultivos industriales, como algodón, yerba y azúcar. En la producción ganadera, el stock de bovinos se mantuvo estable, mientras que ovinos y porcinos cayeron fuertemente.
El campo no fue ajeno a la concentración del capital verificada en el conjunto de la sociedad: la tierra está cada vez en menos manos. Los datos del CNA mostraron una caída en la cantidad de explotaciones agropecuarias del 24,5 por ciento para el total del país, descenso que fue más pronunciado en las zonas más ricas. En la región pampeana, por ejemplo, la baja fue del 30,5 por ciento. En paralelo, el tamaño promedio de las explotaciones se incrementó un 28 por ciento. En el país existen 318.000 explotaciones con una superficie total de 171 millones de hectáreas, de la que resulta un tamaño promedio de 538 hectáreas por unidad.
Puesto que las prácticas de siembra de doble implantación no estaban generalizadas en el censo de 1988, el relevamiento de 2002 consideró sólo la superficie implantada en primera ocupación que totalizó, en este primer adelanto de resultados, 32,42 millones de hectáreas, de las cuales 9,71 millones se destinaron a cereales, 9,02 millones a oleaginosas –cabe recordar que el censo no refleja la producción de soja de segunda– y 750 mil a cultivos industriales. De la comparación intercensal surge entonces que los cereales, básicamente trigo y maíz, crecieron un 30 por ciento; las oleaginosas, especialmente la soja y algo de girasol, crecieron un 65 por ciento, y los cultivos industriales, propios de la región extrapampeana –como caña de azúcar, algodón, yerba mate y vid– cayeron un 41 por ciento.
Los números son consistentes con el deterioro registrado en las economías regionales durante el período, lo que se refleja en la baja de los cultivos industriales. La pérdida de importancia relativa de los cereales a favor de las oleaginosas también se relaciona con los cambios en las técnicas de labranza, por ejemplo la siembra directa y los cultivos transgénicos. Las nuevas tecnologías son, además, el centro de la explicación tradicional del proceso de concentración de la tierra. En rigor, las técnicas más complejas vuelven menos competitivos a los pequeños productores que no acceden a ellas y establecen barreras de entrada difíciles de superar. Si se proyecta la tendencia que evidencia el censo, al final del camino se obtiene una producción altamente concentrada orientada hacia el monocultivo y con pocos agricultores en el campo. Además, la preferencia por las oleaginosas, donde la estrella es la soja transgénica, se produce en paralelo con la amenaza de restricciones a la importación en los países europeos.
En tanto, en la actividad ganadera se destaca una fuerte caída intercensal del 45 por ciento del stock de ovinos, el que pasó de 22 a 12,5 millones de cabezas, y la baja del 40 por ciento de los porcinos. Mientras Argentina sigue teniendo una cantidad de vacas similar a las de 1988, 47 millones de cabezas, sólo aumentaron los caprinos. Para los especialistas, un signo claro de la pobreza rural en las regiones extrapampeanas.

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