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El día en que el economista jefe del FMI se sumó a los del Plan Fénix

Flanqueado por Aldo Ferrer y Arturo O’Connell, Ken Rogoff expuso en la UBA un trabajo marcadamente crítico respecto del efecto de la globalización financiera y el libre flujo de capitales sobre los países subdesarrollados. Claro: Rogoff se va del FMI.

 Por Julio Nudler

Aunque se le dio poca difusión, el jefe de investigaciones económicas del Fondo Monetario Internacional estuvo anteayer por la mañana en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA para hablar de los efectos de la globalización financiera sobre los países subdesarrollados –perdón, en desarrollo–. Parecerá a primera vista insólito, pero el economista jefe del execrado FMI fue invitado por el grupo contestatario –para los standards de la conservadora profesión económica en la Argentina– que elaboró el Plan Fénix. Rogoff, que también paseó su figura por el Banco Central y la Universidad Di Tella, deseaba tener la ocasión de un contacto más masivo y democrático, pero las autoridades de la FCE temieron por su integridad física, confinando la conferencia al SUM (Salón de Usos Múltiples) y realizando una convocatoria selectiva. Esta decisión no agradó al huésped, al que no resultó fácil convencer. Aldo Ferrer y Arturo O’Connell fueron los encargados de comentar el trabajo expuesto, que además de Rogoff firman Eswar Prasad, Shang-Jin Wei y M. Ayhan Kose.
Como es sabido, Rogoff permanecerá poco tiempo más en su puesto, y no faltan quienes aseguran que fue el mencionado estudio la causa de su alejamiento, por el disgusto que causó entre el establishment del organismo. Pero, según otra versión, su carrera en el Fondo, que se inició hace dos años, se trunca por indicación del Tesoro norteamericano, molesto por las críticas de Rogoff al gigantesco déficit fiscal en que está incurriendo la administración Bush. El cargo que resigna para volver a la Universidad de Harvard no es de esos que se consiguen todos los días: su sueldo mensual, libre de impuestos, es de 32 mil dólares, cobrando catorce o quince mensualidades por año. Para llevarse ese dinero en el bolsillo trabajando en el sector privado hay que tener en Estados Unidos un sueldo de 60 mil dólares, aproximadamente. Rogoff aduce, por su parte, que se va del Fondo un tanto aburrido de la pobre calidad del medio intelectual con el que se ve obligado a alternar.
El largo y minucioso análisis de cuya elaboración participó afirma que “un sistemático examen de la evidencia existente sugiere que es difícil establecer una fuerte relación causal” entre la integración financiera al mundo de un país subdesarrollado y su crecimiento económico. Tampoco hay una actitud triunfalista respecto de la liberalización de la cuenta capital (exactamente el proceso que ahora vuelve a vivir la Argentina, después de los controles cambiarios impuestos el año pasado). Rogoff y sus colegas señalan que esa liberalización fue acompañada en algunos casos por una mayor vulnerabilidad de los países a las crisis.
“La globalización –puntualiza– aumentó esos riesgos porque los vínculos financieros entre países amplifican los efectos de diversos shocks y los transmiten a mayor velocidad a través de las fronteras nacionales.” Estos efectos adversos fueron sufridos intensamente por la Argentina a partir de la crisis mexicana (el célebre Tequila) de 1994, en una sucesión que culminó con el derrumbe de la convertibilidad. “Algunos de los países que liberalizaron su cuenta capital (esto significa que no restringieron de modo alguno el ingreso y la salida de capitales) padecieron colapsos productivos, relacionados con costosas crisis bancarias o monetarias”, refiere el paper, en una observación estrictamente aplicable a la Argentina.
Rogoff se pregunta cuánto de los publicitados beneficios para el desarrollo que traería la globalización financiera se materializaron realmente en el mundo rezagado. Su conclusión es que no existe una respuesta clara a esa cuestión. Después de haber revisado numerosos estudios, señala que la mayoría no detecta efecto alguno, o a lo sumo un efecto mezclado. En suma: “Una lectura objetiva del vasto esfuerzo de investigación realizado a la fecha sugiere que no hay un respaldo fuerte, sólido y uniforme para el argumento teórico según el cual la globalización financiera per se depara una tasa más alta de crecimiento económico”.Conviene tener presente que esto lo firma el economista número uno del Fondo Monetario.
Sin embargo, y como apuntó en su comentario O’Connell, que elogió la calidad y la valentía del trabajo de Rogoff, habrá que ver si el Fondo extrae las debidas consecuencias y deja de imponer la liberalización financiera como condición para su ayuda. En su momento hubo un intento incluso de reformar el estatuto del FMI para volver obligatoria la libertad de capitales como requisito para aspirar a la asistencia del organismo. En todo caso, el Departamento de Investigaciones del Fondo tiene antecedentes de haber asumido posiciones críticas, pero han hecho historia también los casos de censura que sufrió.

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Kenneth Rogoff, en su visita a Buenos Aires, no quiso encerrarse en los reductos habituales.
 
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