Lunes, 21 de octubre de 2013 | Hoy
ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE: CUáLES SON LOS PRINCIPALES PROBLEMAS QUE DEBERá ENFRENTAR EL PAíS
La reducción del saldo comercial por estancamiento de exportaciones y suba de importaciones, en un contexto donde faltarán los dólares para sostener el consumo y la inversión, será uno de los grandes escollos a superar por el equipo económico, junto con la inflación.
Producción: Tomás Lukin y Javier Lewkowicz
Por Ramiro Castiñeira *
El principal problema de 2014 es que no crecerán las exportaciones, en un contexto macroeconómico donde faltan dólares necesarios para sostener el consumo y la inversión, y en consecuencia el crecimiento. El año entrante operará la restricción externa.
Este año, el saldo comercial descenderá un 35 por ciento para llegar a 8 mil millones de dólares, con exportaciones que crecieron 4 por ciento e importaciones que lo hicieron a un ritmo del 12 por ciento. El bajo incremento de las exportaciones se dio pese a la recuperación de la cosecha y las ventas de autos a Brasil, factores que en 2014 en el mejor de los casos se mantendrían en los valores record que alcanzaron este año. En efecto, incluso esperando el mismo nivel de cosecha record también para el año entrante, existen presiones a la baja en el precio internacional de la soja ante la posibilidad de que Estados Unidos comience a retirar los estímulos monetarios y en consecuencia empiecen a subir las tasas de interés.
Justamente la expectativa de que Estados Unidos prenda la aspiradora de capitales y seque de dólares a los emergentes es lo que hace trinar a Brasil. Este año, la entrada de capitales a Brasil se redujo a un mínimo de 3 por ciento del PIB, magnitud que no alcanza para financiar el creciente déficit de cuenta corriente y por tanto, por primera vez, bajaron las reservas del Banco Central.
La menor entrada de capitales, que incluso algunos meses fue salida en Brasil, terminó llevando que no deteriore aún más su moneda. Es decir, Brasil también se queda sin el combustible que alimentó su crecimiento: la entrada de dólares, pero no los comerciales como la Argentina sino de los capitales especulativos que, como es de esperar, sólo están en las buenas.
En definitiva, sólo la expectativa de que Estados Unidos comience a reducir los estímulos monetarios presiona a la baja el precio de las commodities y además salen capitales de los emergentes. A la Argentina le afecta en forma directa la baja en el precio de la soja, y en forma indirecta la salida de capitales de Brasil. En este escenario, mantener las exportaciones en el record de 85 mil millones de este año sería un logro.
Si las exportaciones no crecen, pero en cambio crece el mercado interno en base a política fiscal y monetaria expansiva, rápidamente se traduciría en mayores importaciones, lo que achicaría el menguado saldo comercial o les pondría mayor presión a las reservas.
Quizá por ello el Banco Central ya moderó su política monetaria expansiva, bajando la tasa de creación de dinero, incrementando el ritmo de devaluación y subiendo las tasas de interés. El cambio en la política económica con un grado de mayor ortodoxia no se limita al BCRA sino también a señales como el pago al Ciadi y el anuncio de un nuevo índice de precios elaborado con la colaboración del FMI.
Con respecto a la política fiscal, la fuerte suba de las acciones energéticas en la Bolsa de Buenos Aires advierte que el mercado especula que, tras las elecciones, la política fiscal también acompañaría una moderación, principalmente subiendo tarifas y en consecuencia bajando la carga de los subsidios sobre las cuentas públicas. Por supuesto que nadie espera un “tarifazo” sino más bien la puesta en marcha de aquel programa oficial de 2011 llamado “sintonía fina”, que permitía trasladarle el verdadero costo de la energía a la clase alta y media, exceptuando del incremento a jubilados en mínima, trabajadores registrados con salario mínimo y familias con AUH, beneficiarios de una tarifa social.
En 2013, el déficit fiscal primario llegó a 2 por ciento del PBI y los subsidios a 5 por ciento del producto. Ello advierte que reducir en un 1 por ciento del PBI los subsidios, baja a la mitad el déficit fiscal y en consecuencia su monetización, que en 2013 superó los 65 mil millones de pesos, alimentando la brecha y la inflación. Del dicho al hecho hay una gran distancia, pero el mercado espera una moderación fiscal tras las elecciones, en sintonía a la que ya se vio en la política monetaria y el cambio de actitud del Gobierno frente a exigencias de organismos internacionales.
En definitiva, en un escenario donde las exportaciones no crecen, se reduce el espacio para impulsar el consumo sin que ello implique utilizar más reservas. La combinación de todas estas señales, que en definitiva buscan evitar el choque con la restricción externa, permitiría moderar la fuga de pesos que alimenta la brecha, para que se vuelquen al consumo interno y traccione un moderado crecimiento que evite el estancamiento en 2014.
* Economista jefe de Econométrica.
Por Ariel Setton *
El 2014 va a ser un año en donde se enfrentarán al menos tres grandes dilemas de política económica: a la vez que se mantiene la puja por la distribución del ingreso entre trabajadores y empresarios se retroalimentan las tensiones inflacionarias por la aceleración del tipo de cambio nominal, mientras se intentan destrabar cuellos de botella productivos mediante una mayor oferta de bienes industriales.
Desde el punto de vista productivo, las líneas de créditos “blandos” otorgados por todos los bancos públicos y privados, en cumplimiento con la normativa del BCRA, sumados a los créditos del Bicentenario –créditos con destinos productivos a tasa subsidiada– buscan generar las bases para financiar el aumento de oferta de bienes. Con esto, se busca resolver alguno de los problemas de cuello de botella productivos consecuentes del importante aumento del consumo y de los requerimientos de insumos y bienes finales para inversión en maquinaria y equipos, que han generado tensiones inflacionarias en los últimos años al no poder ser cubiertos por la oferta disponible.
Desde el punto de vista de la política cambiaria, en el último año se evidenció un cambio que implicó dejar de usar al tipo de cambio como ancla nominal de la economía, para transformarlo en una herramienta que permitiera mantener la competitividad internacional de los productos argentinos en momentos en que nuestros principales socios comerciales comenzaban a depreciar sus monedas contra la divisa estadounidense. Como consecuencia, se observó una aceleración de la tasa de devaluación interanual del peso argentino, que pasó –de manera lenta pero persistente– del 12 al 23 por ciento interanual, en menos de un año. Asimismo, dicha aceleración se incrementó en los últimos meses, con tasas mensuales anualizadas del 35 al 39 por ciento. Su impacto sobre precios es evidente, ya que encarece el precio de los bienes e insumos industriales, de consumo final y energéticos que deben ser importados para cubrir las necesidades locales.
Hasta aquí aparecen factores que tienden tanto a incrementar el ritmo del aumento de los precios (tales como la aceleración de la devaluación nominal y la existencia cuellos de botella productivos) y elementos que buscan disminuir dicha presión, pero manteniendo el modelo productivo actual (tales como créditos a la producción para ampliar el nivel de producción) buscando que la desaceleración inflacionaria sea en el marco de mayor producción local y no en la desaceleración de la misma.
Por último, aparece un tercer factor –no menor– que es la puja distributiva. En los últimos años se ha observado una exacerbación en la puja por repartir el ingreso, expresada en los planteos de ajuste salarial por paritarias, respecto del aumento de precios de los productos finales que engrosan los resultados de los empresarios. El Estado se ha mostrado como un actor presente en dicha puja, interviniendo para lograr acordar un esquema de desaceleración de expectativas inflacionarias, a pesar de sus limitaciones actuales con las estadísticas. Con ese objetivo se estableció el congelamiento de precios de alimentos durante al menos cuatro meses de 2013, que luego se extendió como un acuerdo mucho más acotado sobre únicamente 500 productos, pero cuyo objetivo era desactivar expectativas inflacionarias para el establecimiento de las paritarias de este año. A pesar que no se logró fijar un aumento promedio del 20 por ciento como se buscaba inicialmente, se acordaron aumentos del 24 por ciento en promedio para los principales gremios. Asimismo, una vez finalizado el congelamiento de precios, el descongelamiento implicó un ajuste de corto plazo a la alza en el precio de alimentos, pero cuya presión fue disminuyendo con el correr de los meses, logrando que el aumento de precios de los primeros nueve meses del año fueran menores a los del mismo período de 2012.
Para lo que resta de 2013 y para el 2014, posiblemente se vean más medidas que tiendan a disminuir las presiones inflacionarias en este mismo sentido (mediante un acuerdo social y el aumento de oferta productiva que acompañe la demanda), pero que podrán verse contrapesadas con un reajuste de algunos precios relativos internos que requieren actualización.
* Licenciado en Economía UBA.
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