ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE QUé ESCENARIO SE ABRE A PARTIR DEL ENTENDIMIENTO CON EL CLUB DE PARíS

Cómo hacer para aprovechar el acuerdo

Los especialistas coinciden en destacar como un punto clave el haber acordado el pago de la deuda sin la intervención del FMI. Sostienen que eso permitirá resguardar el mercado interno e insertar las inversiones que puedan llegar en línea con el desarrollo nacional.

Producción: Javier Lewkowicz


Apostar al desarrollo

Por Enrique Aschieri *

Un aspecto primordial del acuerdo alcanzado con el Club de París es que el FMI no estuvo involucrado. Su presencia hubiera indicado que el país entregaba una parte de su mercado interno. Es que el principal papel que en ese ámbito juega la autoridad monetaria mundial remite a la actuación de una especie de árbitro que asegura al Club, tras la firma de los eventuales convenios, oportunidades de negocios para sus miembros a partir de la derogación de barreras proteccionistas en los países deudores. En ese andarivel debe observarse que el relativo bajo monto de la acreencia no es medida para confirmar, una vez más, que siempre están dispuestos rápidamente a perder un deudor de ayer (a través de la reestructuración de la deuda) a cambio de conservar un comprador de hoy y mañana (gracias a los planes de liberalización en conjunto con el FMI).

En cambio, el proceso justamente se hizo lento por la firme renuencia argentina a jugar el juego aperturista. Es más, el Gobierno, al convenir en las condiciones en que lo hizo, objetivamente brega por la ampliación del mercado interno porque desarticula los impedimentos materiales y formales que frenaban la posibilidad de incrementar la inversión externa.

Tales vaivenes dejan extraviados a los detractores de las inversiones multinacionales. La ensoñación de un mundo imaginario en el que las multinacionales ávidas hacen cola frente a las fronteras de los países de la periferia en pos del botín choca de lleno con la realidad: los países centrales quieren más comercio y si es posible ninguna inversión en la periferia. Es menester dar cuenta de esta contradicción real sobre la que tienen que bailar los hombres de Estado conscientes de sus responsabilidades, tanto en el centro como en la periferia, para entonces comprobar el camino sin salida al que lleva la posición que contraría la inversión multinacional.

La exportación de capital (inversión extranjera hacia nuestros países) no es otra cosa que la exportación de mercancías no pagadas. Como primer paso, la empresa multinacional se implanta fuera de las fronteras de los países desarrollados y digamos “envía” sus dólares al país receptor. Luego esos dólares se utilizarán para que el país periférico compre medios materiales de producción al país de origen del capital. Por tanto, es cierto que cuando salió de la zona de los países desarrollados la empresa multinacional alienta la creación de trabajo adicional en su territorio, necesario precisamente para producir las mercancías adicionales que encarnan la “exportación de capitales”.

Pero, por el proceso contrario, el retorno posterior de dólares por dividendos e intereses desde el país periférico hacia el país desarrollado únicamente puede acontecer a través de la importación hacia el país de origen de los capitales invertidos. Por lo tanto, cuando en el segundo período los ingresos de la inversión hecha maduran, las entradas de bienes comienzan a exceder las salidas y el efecto sobre la balanza comercial (el único que cuenta para el nivel de empleo) será negativo para esos países, aunque positivo para la balanza de pagos. Por paradójico que pueda parecer, el daño de la clase trabajadora del centro, la aristocracia obrera, no se produce durante la salida de capitales, sino cuando sus frutos comienzan a fluir hacia el país de los inversores. He ahí la potencial ventaja de la clase trabajadora argentina.

Reprochar este paso estratégico dado a partir del acuerdo con el Club de París, invocando una vaga e indefinida tercera vía (porque los burgueses nacionales serían buenos para nada y las empresas multinacionales, malas para todo), antes que nada es una notable falta de autocrítica, de lealtad y honestidad intelectual, de haber comprendido poco o nada qué tuvieron de positivo las mejores batallas dadas por el movimiento nacional, entre ellas la “batalla por el petróleo”. Bregar por una supuesta “autonomía tecnológica” o tomarla como parámetro para examinar los alcances de este proceso es al menos desafortunado, porque si la actual división internacional del trabajo da cuenta de un antagonismo entre naciones en virtud de su diferencial de desarrollo económico, por lo demás caracterizado por una técnica subdesarrollada, propiciar la técnica “autónoma” es propiciar el subdesarrollo.

Lo verdaderamente deseable es alcanzar un nivel tecnológico general, lo suficientemente alto para ser capaces de elaborar y colocar en plaza, en algunos campos, técnicas nuevas, es decir, asimilar lo suficientemente bien la tecnología común para poder hacerla avanzar. Se trata de eso y no de otra cosa. Pero entonces esta distinción es suficiente para mostrar que la vía más segura para transitar es comenzar por hacer funcionar acá las técnicas existentes en los países centrales. La verdadera autonomía o independencia será lograda cuando hayamos adquirido la misma tecnología, cuantitativa y cualitativamente, que la de los países más desarrollados. Así, con los acuerdos de París se continúa transitando en la dirección correcta de hacer la diferencia a favor del desarrollo.

* Economista y docente universitario.


Destrabará inversiones

Por Ernesto Mattos *

El acuerdo establecido por el Estado argentino con los miembros del Club de París va a permitir destrabar algunas inversiones necesarias para sectores económicos específicos en los cuales la economía nacional tiene persistencia de cierta dependencia tecnológica; un ejemplo es la inversión que podrían llevar adelante Siemens (electricidad) u otras firmas de origen francés o japonés.

Con este acuerdo se reconoce una deuda de 9700 millones que se pagará en cinco años. El primer desembolso será en concepto de capital por 650 millones (jul. 14) y el segundo será por 500 millones, con una tasa de interés al 3 por ciento sujeto a las inversiones que ingresen. A mayor ingreso de inversiones se ampliaría el margen de pago cada año, y eso dentro de los 5 años. En caso de que las inversiones brillaran por su ausencia, pasados los 5 años existe la posibilidad de un plazo de 2 años más para cancelar pero a una tasa del 3,8 por ciento. Según el Club de París, este pasivo se cancelará “a través de una estructura flexible”.

Lo simbólico del acuerdo está en la no supervisión del FMI y en la idea, que se había construido internamente, de que el país era inseguro jurídicamente y que estamos desconectados del mundo. Está claro que este gobierno no se endeudó para fugar capitales (1976-2001), ni realizar acuerdos al estilo Megacanje, donde intervinieron David Mulford (ex secretario del Tesoro), Domingo Cavallo y los bancos Francés, Santander Central Hispano, Galicia, Citigroup, HSBC, JP Morgan y el Credit Suisse First Boston por 27.700 millones de dólares.

Por lo tanto, el acuerdo va a destrabar la tensiones de financiamiento; el lado B de la cuestión es que permite cubrir una necesidad de los países centrales y la de sus empresas trasnacionales; países centrales que están sumergidos en bajos niveles de crecimiento, pero si bien las empresas trasnacionales van a poder invertir en Argentina, no quiere decir que esto implique una mayor reducción en el desempleo en sus países de origen. Por ello surge un punto a repensar en el rol de las inversiones extranjeras o IED en torno del tema de giros de utilidades y dividendos y su impacto en los niveles de empleo. Hay que ser cuidadosos en creer que el desarrollo argentino depende exclusivamente de la IED.

En la región la generación de puestos de trabajo de la IED, por sectores, por cada millón de dólares que ingresa es: Construcción y comercio genera 7 puestos de trabajo; Manufactura y servicios, 3 puestos; por otro lado las Actividades mineras, incluido el petróleo, crean 1 puesto de trabajo por cada 2 millones de dólares. Si nos adentramos en la IED-Manufactura, “la intensiva” en trabajo, genera 7 puestos, las intensivas en ingeniería (incluido sector automotor) generan 4 puestos, al igual que el sector alimentos, según la Cepal. Tomemos, entonces, dos países para analizar el impacto de empleo por ingreso de IED según los sectores económicos: en Chile fue 51 por ciento a Recursos naturales; 11 por ciento a Manufactura y 38 por ciento a Servicios. En el caso de la Argentina, se distribuye en 26 por ciento a Recursos naturales; 44 por ciento a Industria y Agro, y 30 por ciento a Servicios. Si bien la distribución porcentual de la IED en la Argentina es diferente, tampoco es para estos flujos el principal lugar de inversión. La contraparte de ello es que las empresas extranjeras tuvieron dividendos por 35.805 y 31.571 millones entre 2012 y 2013, respectivamente, y las empresas domésticas unos 2928 y 4022 millones para el mismo período, y esos dividendos ¿adónde fueron?

Entonces, si bien la IED se precisa, es para complementar los objetivos de política que viene planificando el Estado desde 2003, como la red federal de fibra óptica, la construcción de represas en el sur, la mayor conectividad aérea de Aerolíneas Argentinas, la posibilidad de poner en funcionamiento el gasoducto del norte que permitiría que muchas familias pudieran acceder por primera vez al gas natural, cloacas, agua y la recuperación de la estructura ferroviaria. Se hace necesario continuar profundizando los instrumentos de políticas públicas, que existen en la carta orgánica, la ley de mercado de capitales, la consolidación de YPF y además construir una base de apoyo en las pequeñas y medianas empresas del país que hoy, si bien no tienen una gran participación en los dividendos que genera la economía, fueron las que aportaron el 70 por ciento del empleo generado en este período (2003-2013). Todo esto apunta a la necesidad de una mayor integración nacional y continental e industrializar para la defensa de los recursos no renovables que existen hoy en la región.

Por último, se resolvió Repsol-YPF, Club de París, y sólo restan los fondos buitre. Un detalle sería poder modificar la Ley 21.305 de la época de la dictadura cívico-militar (1976-1983), que asegura la intervención de tribunales ajenos al país. Esta es una de las restricciones internas pendientes.

* Ciges-CNEco. Arturo Jauretche.

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Imagen: Télam
 
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