ECONOMíA

Recesivo es pagarle al Fondo

Mario Teijeiro y Jorge Carrera plantean qué hacer con el superávit fiscal, y coinciden en un punto: no mandarlo afuera.

 Por Julio Nudler

Ninguno lo previó. Pero ahora que ya lo saben, discuten qué hacer con él. Se trata de una discusión del todo inusual en la Argentina, más aún que el propio superávit alcanzado. Ahora los economistas salen a la palestra con sus recetas: qué hacer con el ahorro ya acumulado por Hacienda, y cómo comportarse en adelante. Algo en lo que coinciden Mario Teijeiro, presidente del Centro de Estudios Públicos, y Jorge Carrera, director de Informe Iefe y catedrático platense en Finanzas Internacionales, es que lo malo, por recesivo, es transferir el excedente al exterior, incluyendo los pagos al FMI.
En números redondos, el fisco obtuvo un superávit primario consolidado de $ 17 mil millones durante el primer semestre. Esto significa que, luego de pagar todos los gastos, salvo los intereses de la deuda (buena parte de la cual está en regla), se encontró con un ahorro de esa magnitud. Una cuestión clave es saber qué hizo con él. Ese superávit se usó para pagar intereses por 2700 millones y para cancelar vencimientos de capital con organismos internacionales y aumentar las reservas por unos 7000 millones de pesos, mientras que otros fondos similares fueron a engrosar los depósitos del sector público en el sistema bancario, elevando así su capacidad prestable.
Según señala Teijeiro, sólo una parte de ese excedente fiscal tuvo un impacto recesivo, contribuyendo a frenar el crecimiento de la actividad, como se notó a partir del segundo trimestre. Para él, la porción que quedó en los bancos no actuó contractivamente porque aumentó la cantidad de crédito a disposición del sector privado. De este modo, éste puede recuperar, en forma de financiación, el dinero transferido al fisco a través de los impuestos. (Esto siempre que exista suficiente propensión a endeudarse.)
Lo que también indica Teijeiro es que el superávit resultó sí recesivo en la medida en que fue transformado en un aumento de reservas internacionales (tenencia de divisas por parte de órganos estatales) y en que fue utilizado para reducir la deuda con los organismos multilaterales, el FMI en primer lugar. Esto implica extraer recursos del sector privado, vía tributación, y “fugarlos” (término que utiliza este economista liberal) al exterior. Por ende, se contrae la demanda agregada.
“Seguir acumulando reservas o repagando deuda con el Fondo Monetario sería a puro costo, dado el efecto contractivo de un superávit fiscal que se usa para esos fines”, precisa Teijeiro. Considera que el nivel actual de reservas (unos 18 mil millones de dólares) es suficiente como respaldo de “la estabilidad cambiaria y la (limitada) confianza privada que puede generar este gobierno”. En otros términos: la credibilidad oficial tiene un techo, que no puede ser elevado a fuerza de apilar moneda fuerte en el Banco Central.
Según Teijeiro, el efecto contractivo pudo ser contrarrestado al revertirse la fuga de capitales privados y por los altos precios mundiales con los que se beneficiaron las exportaciones argentinas. “Pero, agotados estos factores extraordinarios –advierte–, continuar con una agresiva política de acumulación de reservas o de repago de vencimiento del FMI podría llevarnos a una recesión.” Recomienda, por tanto, limitar en adelante la acumulación de reservas a una estimación de los intereses que se terminarán renegociando para la deuda en default, y además lograr un acuerdo con el Fondo que permita volver a refinanciar los vencimientos.
En ese contexto, sugiere disminuir el superávit, especialmente a través de una reducción de impuestos (línea que, en alguna medida, se propone seguir Economía). Ello, según cree Teijeiro, incentivaría la inversión en actividades formales y productivas. Sin esto, “el crecimiento del crédito financiará consumo o inversiones de baja productividad”.
Aunque desde otra posición, Carrera enfatiza una variable: la transferencia neta de recursos (TNR) al exterior. Subraya que haber logrado un superávit fiscal tan elevado sin sufrir sobresaltos “no implicaque sería indoloro para el crecimiento si (ese excedente) se aplicara íntegramente a pagar deuda externa”. Desestima la posibilidad de que esto pudiera inducir un retorno de capitales financieros voluntarios al país. Piensa que “esos capitales especulan con la inestabilidad..., lo cual implica financiaciones sesgadas al corto plazo, muy propensas a retiradas abruptas”.
Su recomendación al Gobierno es “privilegiar los pagos por deuda interna, especialmente aquellos que sean más difíciles de ser fugados”. Por tanto, encuentra razonable haber priorizado la atención de los Boden y no incluirlos en la reestructuración (default), dado que son mayoritariamente deuda interna.

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