ECONOMíA

Los ortodoxos no se rinden, ahora sueñan con un dólar a 1,65 peso

Si se aceptara que el mercado, sin intervenciones del BCRA, iguale el tipo de cambio real del peso y el real, el dólar debería caer a 1,65, según cálculos de una consultora ligada a Daniel Marx.

 Por Claudio Zlotnik

El tipo de cambio argentino es hoy el doble de competitivo que durante los primeros años de la convertibilidad. Y tiene esa diferencia respecto de la mayoría de sus socios en la región. Sobre una base igual a 100 para agosto de 1994, el valor real del peso se encuentra ahora en 43,4 (devaluación real del 56,6 por ciento). Brasil, en cambio, ganó en competitividad tras la devaluación de principios del ’99, pero su moneda (el real) recuperó casi todo su valor de hace 13 años y medio: respecto de aquella base 100 está en 76,2. De un informe de la consultora AGM, dirigida por el ex secretario de Finanzas Daniel Marx, surge que para que el tipo de cambio argentino iguale al brasileño la cotización del dólar debería ubicarse en ¡1,65 pesos!
En las últimas semanas, el debate por la cotización del dólar se recalentó. Los sectores ligados a la ortodoxia económica vienen reclamando que el Banco Central se aparte del mercado cambiario y habilite una caída de la paridad. La aceleración inflacionaria potenció el debate. La primera plana del Gobierno, con Néstor Kirchner a la cabeza, reivindicó el tipo de cambio alto y competitivo para asegurar el crecimiento económico.
El trabajo de AGM, comparando la evolución del tipo de cambio real de distintos países latinoamericanos, deja bien en claro lo absurdo de la propuesta de algunos economistas y bancos de inversión extranjeros a favor de equiparar el nivel del dólar en la Argentina con otros mercados, en especial con Brasil.
La comparación con el país vecino respecto de agosto de 1994 tiene una explicación. En ese momento, el tipo de cambio real en la Argentina y en Brasil eran similares. A partir de ahí y hasta la crisis del ’99, el peso fue más competitivo que la moneda brasileña. Hasta que la devaluación del real cambió el escenario en forma radical. La Argentina recién pudo cambiar la historia tras la salida de la convertibilidad. Y ahora el peso es un 43 por ciento más competitivo que el real.
Un repaso por la historia anterior a aquélla desemboca en un resultado parecido. Si se tomara lo ocurrido, en promedio, con el tipo de cambio real entre los dos países durante la década del ’80 surge que, en la Argentina, el dólar debería valer 2 pesos. Y si se hiciera el mismo ejercicio para el promedio de los años ’90, la cotización tendría que ubicarse en 2,30 pesos. En vista con lo ocurrido durante esa década en términos de destrucción de puestos de trabajo, de erradicación del aparato productivo y de la crisis sistémica sería deseable que, al menos por ahora, la Argentina se siga valiendo de un tipo de cambio favorable para protegerse y continuar con la recuperación.
El argumento de que el salto inflacionario está inducido por el tipo de cambio alto es tan falaz como incongruente la propuesta de que el dólar baje a 1,65 pesos para igualar el tipo de cambio real brasileño. Queda en claro que la discusión en torno de la paridad cambiaria es mucho más profunda. Una afirmación liviana puede esconder intereses económicos concretos. Un dólar más bajo, tal como reclama el Fondo Monetario, permitiría acelerar los pagos a los acreedores y que las empresas extranjeras eleven su rentabilidad en moneda dura.
El actual modelo económico merece un serio debate y la discusión de sus imperfecciones. Un dólar alto no asegura la prosperidad. Pero lo seguro es que el simplismo de otros momentos –del tipo que las privatizaciones redundarían en mayor seguridad y educación– condujeron al fracaso total.
A la vez, existen varias respuestas a por qué Brasil puede convivir con un dólar más bajo: un proceso industrializador que se puso en marcha hace varias décadas y la constante aplicación de políticas activas a favor de la producción, como el subsidio de las tasas de interés a través del BancoNacional de Desarrollo o las líneas especiales de créditos para sectores considerados estratégicos.
La apuesta del Gobierno es sostener el actual tipo de cambio real el mayor tiempo posible. Mientras eso sucede, debería hacer lo máximo para que los sectores transables ganen en competitividad por sí mismos.

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El dólar, ese oscuro objeto del deseo. Los ortodoxos lo prefieren bien barato.
 
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