EL MUNDO

El hombre que no huyó, no corrió y no atentó pero igual lo mataron

Scotland Yard quedó desacreditada ayer al trascender un informe en el sentido de que Jean Charles de Menezes, el joven brasileño muerto por ella el 22 de julio último, no mostraba ninguna de las características sospechosas que se le atribuyeron.

 Por Marcelo Justo
Desde Londres

Nuevas revelaciones sobre los últimos momentos de vida de Jean Charles de Menezes echan por el suelo la versión oficial de la policía sobre su muerte a manos de un agente de civil al día siguiente de los atentados del 21 de julio en Londres. Según el documento de la Comisión Independiente de Quejas a la Policía filtrado a la prensa británica, el electricista brasileño no sabía que lo estaba siguiendo la policía, no estaba huyendo a la carrera, no saltó las barreras de la estación y ni siquiera tenía puesta una campera abultada que lo convertía visualmente en un sospechoso de atentado suicida, como figuró en las distintas explicaciones oficiales sobre el hecho.
El jueves 21 de julio por la noche, la policía comenzó a vigilar el monoblock de apartamentos en que vivía de Menezes, luego de hallar la dirección en una de las mochilas de los fallidos atentados ocurridos ese mismo día. El viernes a las 9.30 de la mañana, policías de civil vieron salir a De Menezes. Según las filtraciones de la investigación, uno de los agentes de civil no pudo cotejar la imagen que tenía del presunto terrorista que vivía en ese edificio y la del brasileño porque estaba orinando. “Cuando ya estaba fuera de mi campo de visión, cotejé las fotografías y transmití que se debía seguir el caso”, dijo el policía a la comisión.
Nadie detuvo a De Menezes en las tres calles que los separaban de su casa a la parada de autobús, a pesar de que son muy poco concurridas y habría ofrecido una oportunidad inmejorable para hacerlo sin demasiado peligro. Tampoco cuando minutos más tarde se subió al autobús número dos sin saber que varios policías lo estaban siguiendo. Uno de los policías que lo seguía indicó a la comisión que no estaba ciento por ciento seguro que se tratara de Hussein Osman, el terrorista que estaban buscando, pero que tenía “claramente ojos mongoles”.
Según las cámaras de circuito cerrado de la estación de metro de Stockwell, De Menezes entra lentamente a la estación, se detiene a tomar el Metro, el periódico gratis que descansa en pilas a la entrada, utiliza su pase en las barreras y baja tranquilamente por la escalera mecánica. Cuando ve que hay un tren en el andén, De Menezes se apura para no perderlo: corre, entra, se sienta.
La descripción más importante y devastadora para la versión oficial la da un miembro del equipo de vigilancia que estaba sentado cerca de Menezes y retrató así los últimos segundos de vida del brasileño. “Escuché que alguien gritaba, decía, entre otras cosas, policía, y me di vuelta para mirar al hombre que tenía la chaqueta tejana. El se puso de pie y avanzó hacia mí y los oficiales armados que lo seguían. Yo agarré al muchacho, tomándolo de los hombros e inutilizando sus brazos y lo llevé al asiento donde estaba antes. En eso escuché un disparo muy cerca de mi oreja izquierda”, dijo este oficial.
Fue el primero de ocho disparos contra un hombre que no ofrecía resistencia, estaba claramente inmovilizado y no había mostrado en ningún momento esos rasgos de nerviosismo que, según los mismos manuales policiales, delatan la presencia de un atacante suicida.

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“¿Cómo se equivocaron tanto?”, dice el titular del Daily Mail en su edición de ayer.
 
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