ECONOMíA

Los que festejan siempre

 Por Raúl Dellatorre

El precio del petróleo de Texas trepó ayer otro 1,2 por ciento y marcó el quinto record en seis jornadas, al cerrar a un valor de 81,51 dólares por barril para entrega en octubre. La decisión de la Reserva Federal de Estados Unidos de subir medio punto los tipos de interés empujó al alza. La cotización de las gasolinas y el gasoil para calefacción siguió la misma tendencia del petróleo. El pronóstico de los especialistas es que el barril podría estabilizarse por encima de los 80, lo que en principio podrá verificarse la semana próxima cuando se conozcan las cifras de variación de las reservas de intervención federal del gobierno de los Estados Unidos, tanto de gasolina como petróleo.

Mientras esto ocurre en los mercados mundiales, en Argentina todavía hay quienes se benefician, y mucho, de la suba del petróleo y las naftas. Pese a los problemas de abastecimiento de combustibles al mercado interno y una producción petrolera en baja, en los primeros seis meses del año Argentina exportó crudo y derivados por valor de 1945,6 millones de dólares, según cifras de la Secretaría de Energía de la Nación.

De ese total, más del 85 por ciento está concentrado en cuatro empresas. Dos de esas grandes exportadoras no tienen producción propia de crudo, sino que refinan comprando petróleo a terceros, venden al mercado interno y exportan el excedente. Este “resto”, principalmente en nafta, le permitió a Esso exportar 264,6 millones de dólares en la primera mitad del año, y 233,9 millones a Shell. Sin haber invertido en ampliación de planta durante décadas y con instalaciones largamente amortizadas (Esso en Campana, Shell en Dock Sud), ambas empresas están haciendo un brillante negocio vendiendo a precio internacional parte de su producción.

Esta “permisividad” oficial para que las petroleras (con pozos, con refinerías o con ambas) exporten “lo que les sobre” es una forma de entregarles una renta extraordinaria –que no se deriva de ningún mérito de eficiencia propia sino del precio internacional– a cambio de atenuar los aumentos de los combustibles al mercado interno. Pero con cada aumento en el precio internacional, esa compensación o ventaja de las petroleras se amplía, sin que ello se refleje en un beneficio para el comprador local de combustibles. Al contrario, la presión para que estos aumenten se eleva.

Incluso los refinadores que no producen crudo salen favorecidos con el aumento del precio internacional. Cuando compran petróleo en el mercado interno, no pagan la cotización del mercado mundial (81,50 dólares el barril, ayer), sino una paridad que resulta de descontarle a ese valor la diferencia de calidad del crudo local y el impacto de las retenciones a la exportación de crudo, que son del 45 por ciento (valor neto, 38 dólares el barril). Pero al exportar combustibles, sí lo hacen a precio internacional y con una retención mucho menor, del 5 por ciento, menos una diferencia por mayor flete hasta el Hemisferio Norte. La diferencia que obtienen es envidiable.

Por arriba de Shell y Esso, los dos mayores exportadores son Repsol YPF (830,9 millones exportados en el primer semestre), que vende al exterior crudo y combustibles, y Pan American Energy, que sólo exporta crudo (por 356 millones). Gerardo Rabinovich, especialista del Instituto General Mosconi, estima que el valor promedio al que Argentina exportó en el primer semestre se ubicó en 56 dólares por barril, por debajo de los valores internacionales por la menor calidad del petróleo argentino y diferencia de flete. “Neto de retenciones, el productor obtiene unos 38 dólares, no muy diferente al que pagan las refinerías locales”, señaló.

Pero este equilibrio tendería a cambiar a medida que el precio internacional se asiente por encima de los 80 dólares. “Hasta acá las retenciones (a la exportación) funcionaron eficazmente, pero el problema es qué pasará en la medida en que la capacidad de exportación se agote y pasemos a ser importadores”, advirtió. Para Félix Herrero, del Grupo Moreno, la suba en el precio internacional “eleva la retribución del exportador más que la del que vende al mercado interno, que aumenta pero menos”. A su entender, también se amplía la brecha en favor del productor que extrae crudo en relación con el que sólo refina. A la larga, la alternativa es “integrar producción con refinación, o irse”.

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