ECONOMíA › BAJA COMPETITIVIDAD, PESE A LA HIPERDEVALUACION

Crecimiento poco sustentable

Ni siquiera los sectores que han logrado espectaculares ventajas comparativas con la devaluación hoy pueden ser considerados competitivos a nivel internacional. Esta es la conclusión a la que arriba el economista Ernesto Kritz, director de la Sociedad de Estudios Laborales, que en un estudio demuestra que la mayor ganancia de aquellos sectores que recuperaron mercado en base a sustitución de importaciones provino de la baja en sus costos salariales antes que de mejora en la productividad. De tal forma, el modelo implantado tras la hiperdevaluación no sólo consolida la distribución regresiva del ingreso sino que no es sustentable en términos de crecimiento económico.
Desde su piso de marzo de 2002, la actividad económica creció el 2,9 por ciento. Esta recuperación fue liderada por los sectores más beneficiados por la devaluación. Pero no fueron las exportaciones las que más crecieron, sino la sustitución de importaciones. En los últimos 9 meses de 2002, ramas como textiles y metalmecánica explican el grueso del crecimiento del 12,8 por ciento del producto industrial.
El discurso de la dirigencia industrial y del Gobierno sostiene que la economía se encuentra al comienzo de un ciclo de crecimiento que se traducirá en una mejora de los graves desequilibrios sociales. Pero, según argumenta Kritz, “que el aumento de la producción se traduzca en disminución del desempleo y la pobreza depende de cuáles sean las fuentes de las ganancias de competitividad”. Y, hasta ahora, la fuente “casi excluyente” fue la “baja extraordinaria de costo laboral por unidad de producción”.
Desde la devaluación, destaca el informe, el costo laboral unitario disminuyó casi el 50 por ciento, mientras que la productividad de la industria, medida por la producción por hora trabajada, se mantuvo en los mismos niveles precrisis. Así, detrás de la recuperación de rentabilidad de la industria no hay otra cosa que caída del costo laboral a niveles sin precedentes.
La pregunta que plantea el director de la SEL es –aun dejando de lado el enorme costo social del 57 por ciento de pobreza– hasta qué punto el mantenimiento de este modelo es sostenible. O, en otras palabras, cuál es el límite del crecimiento con un mercado interno permanentemente deprimido. La primera respuesta que encuentra Kritz es que incluso los sectores afectados por la caída del consumo han hecho de la reducción del costo laboral su principal estrategia defensiva. Un ejemplo son los supermercados, donde la caída de ventas reales del 32 por ciento se compensó con una caída del costo laboral por peso vendido del 26 por ciento.
La segunda respuesta es la que genera mayores dudas a mediano plazo. Para algunas ramas, en especial las más intensivas en mano de obra, será imposible mantener las ganancias actuales. Aun si se mantienen deprimidos los salarios, si se respetan las normas de la OMC industrias como la textil no podrán competir con países como China, donde el salario industrial es aun menor. La conclusión del director de la SEL es que no hay crecimiento sustentable con salarios bajos. “El verdadero nombre de la competitividad es productividad. Cualquier atajo nos mantendrá en la pobreza”, concluye.

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