ESPECTáCULOS › COMO FUE LA PRIMERA SEMANA DE “OPERACION TRIUNFO”

Se busca clon pop, poco uso

En la “Academia Coca Cola”, los jóvenes aspirantes a estrellas se dejan pulir a gusto por sus entrenadores, con el “modelo latino” como guía y el voto del público como fallo de última instancia.

 Por Julián Gorodischer

“A tu actitud le falta sexo”, retan al de anteojos, sin eufemismos. Y la profe lo toquetea desde atrás para estimular la sangre de cocodrilo. Canta bien, pero cómo le cuesta responder a esta filial local de Clonaid para reproducir el ídolo pop. Claudio, al que sólo elogian por buen compañero, daría bien para fogonero hippie, para encarnar el retro de los ‘80 tan de moda en Telefé, pero no le pidan la coreo de Chayanne o el beso alado de Luismi. No hay caso: no le sale, y la coach, una entre los flamantes déspotas de la pantalla sin látigo pero con arenga (“Hacelo bien o te echo...”), le lanza una advertencia: “Venís flojo”. Por suerte, otros de los 18 elegidos para la escuela van más rápido: hay uno que ya domina la dedicatoria (“¡a mis mujeres!”), y otros tres cantan el “Ave María”, esa extraña plegaria sexual convertida en hit por el “Operación Triunfo” español. La parejita perdió el pudor del inicio y se toca en el numerito de a dos, y el solista aprendió, por fin, lo que tanto le costó en la semana: la elevación de los brazos en el cover de Alejandro Sanz. Todos ellos fueron fans y quieren ser estrellas, en esta Academia Coca Cola llena de expendedoras de gaseosas; los chicos se llenan de burbujas, pero light. Les enseñan día a día, a cada minuto, que la imagen es tan importante como la voz, y que es tan necesaria la afinación como el arrastre.
Martes, 16.30: Ha nacido un demonio. Este programa parece la versión pedagógica del “Gran Hermano”, similares almohadones pero también barras, espejos, entrenadores y micrófonos, en remake profesionalizada para el encierro. Todo está reciclado, y los cuatro millones que invirtió Telefé convirtieron el living en sala de ensayos, pero se repite la dinámica del continuado: todo el día, en “El show de la tarde” o en el especial de las 20.30, los chicos ensayan. Aquí no hay una trama novelada del tipo “Popstars” ni la que se verá en “Escalera a la fama”: lo que aparece es una seguidilla de rebotes, como prueba visible del aprendizaje. Los zombies-coach (en tránsito abstraído y constante) están allí para mover despacito la cabeza y amenazar sonrientes: “A mí no me vas a impresionar”, o “Una vez más, y te saco...”, siempre con la dureza que aprendieron en los ‘80 de Fama, de Flashdance, esas viejas producciones espectaculares a las que “Operación...” rinde tributo con sus amagues de rechazo y cambios de último minuto. Entre tantos verdugos, sobresale la dire, que habla suave e imposta la sonrisa, pero después impone la disciplina castrense Coca Cola: trabajo de ocho a ocho y sumisión al mando. Si responden a esos básicos, Marcela Paoli, tal el nombre, sonríe. Pero a veces se rebela, en irrupción temperamental en la sala de ensayos, enojada por la tendencia ociosa (después de todo, ellos también veían “Gran Hermano”): “Ustedes -.dice– son unos privilegiados, ¿no entienden?”.
Jueves, 20.15. En el fondo, “Operación Triunfo” es la utopía nacional. Una plegaria a la venta o, en versión mundana, la reinstalación del fordismo en la Argentina de las fábricas cerradas. Para construirlos en serie, exhiben a los vástagos en el afiche gigante, tomando Coca Cola, y les enseñan a esquivar al colado que se sube al escenario para tocarlos. El coach quiere que el sueño sea posible, pero no ahorra crudeza con el indie de 18 que admira a The Smiths o con la fetichista del flequillo stone (¿se habrán colado?). “¿Cómo te pensás que Thalía llegó a ser lo que es?”, se le escucha. “¿Vos te creés que a Chayanne le resultó tan fácil?”.
“Yo sólo quiero sonar en la radio, para tener mi primer millón”, dice el verso pegajoso que le asignaron a Mary, y ella lo ensaya. Se ven las sonrisas de los gerentes (de paseo en la academia), el guiño del presidente del jurado, como si en vez de disimularlo se exaltara la aparición de una fábrica de latinos que busca en la alianza TVDiscográfica la manera de sobrevivir a la extinción del mercado. Después, el trío al que asignaron el “Ave María” dice: “Ave María... pronto serás mía... al mismo cielo yo te llevaría”, en jugada connotación religiosa, y coronan, claro, con el destino del hereje: “Me quemo por dentro”. Las chicas simulan ser fans descontroladas que les muerden el cuello; los coach sonríen: sus “promesas” van entendiendo de qué se trata el arte de imponer un hit.
Domingo, 21.00. Descubierto el encanto de las nominaciones, aquí se presentan en cadena de mamushkas. Primero decide el jurado, después los coach y la dire, más tarde los compañeros salvan al mejor compañero y por último “la elección está en sus manos”, conversión del público en verdugo que corta cabezas, nunca más alegórico en época de vacas flacas, el reality como último bastión para el sueño americano. Pasan de a uno, el jurado salva o condena, Marley da el beso del festejo o la consolación, despojado de su performance inacabable de torpezas, y los favoritos vuelven al encierro. Ricardo y Claudio acatan el fallo “porque el jurado sabe más”, y se los ve cabizbajos a la salida, después de (no una) sino cuatro series de rebotes, víctimas de la frase que más se escucha en 2003: “Te quedaste afuera”. Metáfora servida para la lectura social o apenas “un buen espectáculo”, según defiende el productor. Claro que en versión de la dire, siempre propensa a dar clase magistral: “Esto no es más que la dura carrera del artista”.

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La primera eliminación de “Operación Triunfo” bajó a Ricardo y Claudio, que dejaron la Academia.
 
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