ECONOMíA › OPINION

Sueños y pesadillas argentinos

¿COMO MODIFICAR LA DISTRIBUCION DEL INGRESO?

 Por Maximiliano Montenegro

Los pronósticos de la mayoría de los analistas coinciden en señalar que este año la economía cumplirá su quinto año consecutivo de crecimiento a tasas chinas. El Producto Interno Bruto, que en 2006 aumentó un 8,5 por ciento, es una medida del valor económico que generan todos los años los argentinos. Es la forma de saber cuánto creció la torta (que el año pasado llegó a 210 mil millones de dólares), pero no dice nada sobre cómo se distribuyen las porciones.

Pese a esa expansión record, y a algunas mejoras marginales en la distribución a partir de las subas salariales del año 2006, la Argentina sigue mostrando una asombrosa desigualdad en el reparto de la torta.

Según datos de la consultora Equis, el decil más alto de la pirámide se llevaba a fines del año pasado 25 veces más ingresos que el decil más pobre. En octubre de 2002, en plena crisis, esa diferencia se había ampliado a 31 veces. Pero aun así, hoy la inequidad es mayor que en la nefasta década de los ’90, cuando promediaba las 20 veces. Ni qué decir en comparación con la década perdida de los ’80, cuando la distancia promediaba 15 veces, o con 1974, cuando la diferencia era de un dígito.

La inflación de los alimentos es, desde siempre, el peor enemigo de los pobres, porque la mitad del presupuesto de los sectores carenciados se gasta en comida. De ahí que el “éxito” inicial de los acuerdos de precios durante buena parte del año pasado haya aliviado el golpe inflacionario sobre los más pobres. Sin embargo, el fracaso de la misma política desde octubre último tendrá su impacto en sentido contrario, y probablemente revierta las modestas mejoras en la distribución del año pasado. Desde entonces, el costo de la canasta básica alimentaria superó holgadamente al IPC, proyectando una inflación anual superior al 20 por ciento.

Contener el precio de los alimentos en un modelo de dólar alto, y exportaciones primarias con precios record en el mercado internacional, no es tarea sencilla. Pero, más allá de esa cuestión, hay otras políticas para modificar la participación en el ingreso a lo largo de los años.

En una conferencia reciente sobre “la desaparición de la clase media en Estados Unidos”, el economista y columnista del New York Times Paul Krugman se lamenta por el salto de la desigualdad durante los últimos treinta años en su país y se plantea una serie de políticas necesarias en el futuro para revertir el tremendo legado social de la era Bush.

“Si me durmiera profundamente y me despertara dentro de diez años, me gustaría descubrir que tenemos un sistema de salud pública con el financiamiento necesario, proporcionado en parte por altos impuestos sobre los contribuyentes con ingresos dentro del 2 por ciento más alto de la distribución de la renta”, imagina Krugman. Después habla de otros instrumentos, como “sindicatos fuertes”, para discutir mayores salarios, y un cambio en el “clima social”, para apuntalar las reformas necesarias.

A diferencia de Estados Unidos, que todavía tendrá que esperar dos años para tirar a Bush por la borda y empezar a navegar hacia una mayor equidad, la Argentina hace rato que se deshizo de Menem. ¿Qué le gustaría descubrir a este periodista si se durmiera profundamente y despertara dentro de dos años? Una reforma impositiva, una reforma de los gastos en salud y educación, sindicatos democráticos y poderosos, mucho trabajo en blanco, una sociedad más igualitaria que en los ’90. Despertar y encontrar sólo a Guillermo Moreno corriendo de atrás para frenar el precio de los alimentos sería una pesadilla.

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