EL MUNDO › OPINION

El juego de la guerra

 Por Adolfo Pérez Esquivel

La guerra es el juego de los poderosos, es el gran vicio público que consiste en jugar con la vida de los pueblos, en el que todo el mundo queda enredado. Todos tienen que vivir o morir. Pero la verdadera emoción del juego procede de “la suspensión de la conciencia”. En todo juego se ha de prescindir de las condiciones reales.

En la guerra uno supone que es no sólo justo, sino necesario matar. El gran sacrificio de la guerra no es tanto el sacrificio de vida cuanto la suspensión de la conciencia, que sin embargo, la mayor parte de la gente encuentra fácil y placentero con tal de que todos lo hagan al mismo tiempo. Si hay alguna “necesidad” que impulse a los hombres a la guerra, es ésa. La suspensión de la conciencia en masa es una irresponsabilidad total, y se dedica a una sola tarea: “destruir al enemigo”.

El gran peligro de la guerra es precisamente esa necesidad universal de “inmoralidad masiva” que el juego de la guerra satisface tan plenamente. Así se expresa Thomas Merton, recordando a Lanza del Vasto sobre la profunda conexión entre juego y guerra.

Estos días de dolor y muerte en la Franja de Gaza, los medios de comunicación han publicado que programas cómicos en Israel hacen de la guerra un juego para divertir a la audiencia. En su macabro juego dicen: “hemos matado a mil palestinos y ellos nos mataron sólo a 13 israelitas. Les ganamos por goleada”. Eretz Neheredet, por el actor Tal Friedman, dice “El resultado es bueno, pero no podemos conformarnos con esta ventaja: tenemos que ampliarla”. A la guerra todos parten como a una fiesta y todos vuelven derrotados con la muerte en el alma.

En el juego de la guerra los apostadores mueven las fichas y lucran con la vida de los pueblos, están dominados por la basura mental y emocional que convierte la vida social y política en una enfermedad de masas. Cada uno tiene las “razones y la verdad para destruir al enemigo”, para justificar el horror y las muertes.

A pesar de los reclamos internacionales de gobiernos y el clamor de los pueblos, Israel y los EE.UU. no quieren escuchar a la comunidad internacional y continúan sembrando muerte y destrucción contra el pueblo palestino, provocando hasta el momento más de 1350 muertos y alrededor de 5500 heridos, en su mayoría mujeres, niños, población civil; han bombardeado la sede de la ONU, hospitales, centros de refugiados, escuelas y destruido depósitos de alimentos.

Esta masacre se produce pocos días antes del cambio de gobierno en los EE.UU. y George Bush, responsable de crímenes de lesa humanidad, en su despedida del gobierno no se arrepiente de las barbaridades cometidas contra los pueblos.

El nuevo gobierno de los EE.UU. que preside Barack Obama tiene la responsabilidad de poner freno a la barbarie e iniciar urgentes negociaciones para alcanzar la solución del conflicto y trabajar para la constitución del Estado Palestino, único camino para lograr poner fin a 60 años de guerra.

Debe retomar el camino perdido y restablecer el Estado de Derecho en los EE.UU. hecho añicos por Bush, cerrar definitivamente las cárceles de Guantánamo y Abu Ghraib y buscar caminos alternativos para poner fin a las guerras de Irak y Afganistán.

Lamentablemente, las Naciones Unidas es un organismo sin autonomía, sometido y dominado por las cinco grandes potencias que la utilizan para sus propios intereses a través del veto y el Consejo de Seguridad, que genera mayor inseguridad, y no para promover la paz y desarrollo entre los pueblos.

En el año 1948 la ONU estaba constituida por 57 Estados; hoy la integran 192 Estados y su estructura y funcionamiento se ha transformado en un cascarón vacío de contenido y sin fuerza frente a las grandes potencias. Es urgente lograr que ese alto organismo de las naciones se democratice y deje de ser instrumento manipulable de cinco países que impiden el derecho y la participación democrática de los Estados miembro de la comunidad de las naciones. Los hechos están a la vista.

La impunidad con que actúan Israel y los EE.UU. son una amenaza para la paz mundial. En el juego de la guerra, el armamento nuclear no es sólo patrimonio de las grandes potencias; otros países poseen armas nucleares, entre ellos Israel, Pakistán y la India, y otros están en vías de poseerlas para destruirse más y mejor y terminar corriendo hacia ninguna parte, y provocando daños irreversibles a la humanidad.

EE.UU. y sus aliados dicen que hay que frenar e impedir que países no responsables tengan armas nucleares. ¿Alguien piensa que hay países responsables para tener armas nucleares y que no las utilizarán llegado el momento? ¿Quiénes son los responsables y quiénes son los irresponsables? Las armas nunca son garantes de la Paz.

¿Hasta cuándo la ONU, el Consejo de Europa, la UE, entre otras organizaciones internacionales y gobiernos, no lograrán poner límites a Israel y Palestina para terminar con el conflicto que lleva 60 años? Los pueblos del mundo tienen que actuar y exigir el inmediato cese de las acciones armadas y el retiro de las tropas israelitas de la Franja de Gaza y el cese de los bombardeos de Hamas con morteros a las colonias israelitas.

La soberbia con que actúa Israel desconociendo el derecho del pueblo palestino y los reclamos de la comunidad internacional daña al mismo pueblo de Israel y al mundo. No deben olvidar que lo que siembran, recogen; no hay otra alternativa.

Israelitas y palestinos tienen que aprender a convivir en la diversidad y compartir el pan y la libertad en Tierra Santa, es su hogar y destino común que dolorosamente han olvidado y transformado en “Tierra de sangre, odio y sufrimiento”. ¿Hasta cuándo?

Es necesario volver la mirada al interior de cada uno y de cada pueblo; encontrar caminos que permitan derribar los muros de la intolerancia, la barbarie, destrucción y muerte. La Esperanza de los pueblos está viva a pesar de todo. Muchos israelitas y palestinos vienen trabajando para alcanzar la Paz y el entendimiento entre los pueblos, saben que es el único camino para alcanzar un nuevo amanecer.

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