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El largo viaje de Federico Sánchez de Buchenwald rumbo al Bundestag

“El largo viaje” fue la novela en que Jorge Semprún –o “Federico Sánchez”, según su nombre de guerra– relató su internación en el campo de concentración de Buchenwald. Ayer rindió homenaje a esa lucha en pleno Parlamento alemán.

Por Ciro Krauthausen
Desde Berlín

Como “luchador, y no como víctima, y –mejor aún– como compañero de lucha de los antifascistas alemanes”, el escritor y ex ministro español Jorge Semprún se dirigió ayer al pleno del Bundestag (Cámara baja del Parlamento alemán), en el 58º aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz, que en Alemania desde 1996 se celebra como Día de Conmemoración de las Víctimas del Nacionalsocialismo. La constante controversia sobre su propio pasado, muy característica de la Alemania contemporánea, fue calificada por Semprún como un “lúcido duelo” que quizás haya sido uno de los factores decisivos para la “reconstrucción de una conciencia nacional alemana”, ya democrática y con vocación europea.
El autor de El largo viaje, La segunda muerte de Ramón Mercader, Autobiografía de Federico Sánchez, La escritura y la vida y tantos otros libros leyó su texto en alemán, ante un auditorio compuesto no sólo por los parlamentarios, sino también por el presidente Johannes Rau, el gobierno en pleno y los líderes de diversas organizaciones sociales. En el acto participó también una treintena de adolescentes que solemnemente recitaron textos de escritores como Primo Levi, Paul Celan y Hans Magnus Enzensberger. Poco antes de la celebración, el canciller Gerhard Schroeder había firmado un histórico convenio con el Consejo Central de los Judíos en Alemania por medio del cual el Estado, entre otros asuntos, se compromete a aportaciones financieras de 3 millones de euros anuales a esta comunidad, que hoy día vuelve a agrupar cerca de 100.000 personas en Alemania, cerca de 70.000 de ellas provenientes de Europa del Este.
Semprún estuvo detenido entre 1944 y 1945 en el campo de concentración de Buchenwald, en las afueras de Weimar, la emblemática ciudad alemana en la que, en el siglo XVIII y XIX, trabajaron Bach, Goethe, Schiller y Herder. Recordando su afinidad con este legado cultural, el escritor reiteró que nunca se ha sentido como “extraño o extranjero” en el “espacio de la historia, la imaginación, los sueños y los deseos” alemanes. El horror del campo de concentración, al mismo tiempo, lo marcó de por vida. “Probablemente es la esencia de mi identidad”, dijo quien ha vivido a caballo entre España y Francia, entre la política y la escritura.
En su discurso, Semprún recordó dos voces “judías y alemanas”: la de Albert Rosenberg, un oficial del ejército estadounidense que preparó un informe sobre Buchenwald –inédito hasta 1995 porque en él dejó constancia de la importancia de la resistencia comunista en este campo de concentración– y la de Edmund Husserl, el creador de la fenomenología, que ya en 1935 invocó una “formación espiritual europea” de la que podría nacer aquella “supranacionalidad” que hoy se comienza a vislumbrar.
En un encuentro posterior con los estudiantes, el novelista contrastó la manera como Alemania ha encarado su pasado con la “amnistía y amnesia” imperantes durante la transición española. “Estamos en una época histórica en la que los testigos directos desaparecen”, dijo también Semprún, antes de pronunciarse a favor de que “dentro de diez años” en este tipo de actos tome la palabra algún joven que pertenezca a la llamada “tercera generación” después del Holocausto.

(De El País de Madrid, especial para Página/12.)

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Un niño de cuatro años en un homenaje frente a un ex orfelinato judío.
 
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